domingo, 24 de octubre de 2010

Reflexiones del barón

Somos fruto de lo que nos rodea desde la cuna. Nacemos hechos un ovillo y nos cuesta abrirnos a una realidad ajena a nosotros, que supongo que nos asusta por instinto y hasta debe ser traumático salir del claustro en el que nos formamos durante varios meses. Más tarde, empezamos a caminar y nos caen encima miles de experiencias y realidades extrañas a nuestra vivencia interior. Y, sin darnos cuenta, volvemos a envolvernos en nosotros mismos, como liándonos en una coraza defensiva para no sufrir más agresiones de las que podamos soportar sin enloquecer. Terminamos siendo otro ovillo de pensamientos, ideas, recuerdos, penas y algunas alegrías que aflojan el nudo para no asfixiarnos por estar demasiado prieto. Y continuamos, a veces, tan sólo como momias en vida, vendados con nuestro bagaje cultural y conscientes de nuestras grandes limitaciones. Pero vivimos y no paramos de andar hacia delante aún sin divisar donde está la meta

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