viernes, 8 de octubre de 2010

Reflexiones del barón

Siguiendo con mi ciudad, también diré que antes no había tantas rejas ni alambradas que impidiesen acercarte al borde del mar. Ahora sí. Sobre todo donde están los barcos deportivos. Y el resto, los grandes, también. Y vigilantes y toda clase de precauciones para salvaguardar la propiedad, supongo. Aunque a veces más parece que en lugar de guardar y proteger, lo que se pretende es vigilarnos en todas partes. Da la impresión que ahora todos estamos bajo sospecha de algo. Y no digamos si viajamos en avión. Yo recuerdo un tiempo en que volar era glamuroso y en los aeropuertos te trataban bien y con respeto y hasta deferencia. Ahora, a no ser que seas rico y VIP, es incómodo y el acceso al avión sólo cabe calificarlo como vejatorio. En aras de la seguridad, eso sí. Pero te sientes peor que ganado. Y no precisamente para ser llevado a un concurso y ganar una escarapela de colores por merecer el primer premio. Dentro de poco nos marcan con un código de barras y nos leen al pasar cualquier control. Y eso da igual. Hay tantos que uno más no importa   

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