domingo, 29 de mayo de 2011

Reflexiones del barón

Se deslizan por un estanque de plata y son hermosos y están orgullosos de su atractiva imagen. Su plumaje negro les da un aire poéticamente sugestivo e incita a imaginar escenas e historias mágicas de una cierta perversión. En su elemento, el agua, son magníficos y sus movimientos tan gráciles y elegantes cautivan a quien los mira. Fuera de ese mudo, húmedo y de aspecto frágil e intemporal, su poca desenvoltura al andar solos sobre la tierra desmerece su gracia, pero incluso en ese trance que tan poco les favorece, mantienen una dignidad que los ensalza y recuperan su fantástica puesta en escena en cuanto inclinan su cabeza y arquean como nadie es capaz ese largo cuello por el que son famosas estas criaturas. Me recuerdan por su belleza y apostura otros seres, que sin dejar de ser hermosos por sí mismos, aumentan su belleza y mérito al verlos en ese espacio, que siendo ya parte de su naturaleza, otro, más fuerte que los posee y domina, ha creado para ellos para realizarse y alcanzar la plenitud de su mano viviendo junto a él. 


Ellos también exhiben su prestancia a quienes los miran. Y tan sólo con sus gestos y el aire de gozo que emana de su piel y trasmiten con sus ojos, logran que los deseen sin hacer nada por provocar en otros lo que solamente deben dedicar al ser por y para quien viven. Como los cisnes, nadan en una superficie cristalina de reflejos luminosos al amanecer el día o caer la tarde yendo hacía el ocaso del sol. Y si bien uno quizás prefiera aguas más gruesas y turbulentas, sobre las que deslizarse mostrando su vigor y la energía de su fornido cuerpo, y al otro le vaya más reposar en otras más tranquilas y sin peligros, ambos, con la luna, recobran un ansia desmesurada de vida y su plumaje se vuelve todavía más precioso con los destellos que la pasión de un amor sin barreras ni límites le da a su piel cuajada de gotas de placer para el deleite del amado y deseado señor de su existencia, cuyo presente y futuro está entre sus manos

lunes, 23 de mayo de 2011

Reflexiones del barón


Hoy sonó de nuevo la rutina y desperté otra vez a la vida ordinaria repitiendo lo habitual en cada mañana para empezar el día y afrontar el trabajo planificado desde antes de mi breve descanso en tierras más cálidas. 





Una tierra exuberante que rezuma riqueza y al mismo tiempo con grandes desigualdades. Casi un paraíso, hermosa y generosamente tratado por la naturaleza, que, sin embargo, como otros muchos países de este universo llamado tierra, no reparte sus frutos razonablemente entre quines la habitan, ni se porta con ellos de igual manera. Pero no por ello es menos bello su paisaje ni menos atractiva la estancia que ofrece al viajero. 

Me recibió una playa extensa, en cuyas arenas la gente corre y juega; y en una de sus esquinas unos jóvenes dominan las olas deslizándose sobre ellas con sus tablas. 

Todo parece contagiar vida y alegría, pero algunas veces la vista no quiere mirar ciertas miserias. Río es muy hermosa y dan ganas de quedarse allí contemplando el verde tono de las frías aguas del mar. 

Salvador necesita que la salven de perder su historia, pues la ciudad antigua se cae lentamente como si sus habitantes pretendiesen olvidar un pasado que es el origen de su propia idiosincrasia. Y es una pena que edificios coloniales o simplemente típicos de lo que fue en otros tiempos esa ciudad lleguen a perderse por el descuido, sustituyéndolos por grandes predios cercados y rodeados de verjas con alambres de espinos, que se yerguen orgullosos de espaldas a multicolores favelas. 

Mas el contrapunto a ese estado en que se encuentra A Bahía, es la gran urbe cosmopolita y asombrosamente imponente de Sao Paulo. La riqueza se encara con el visitante y el esplendor de una arquitectura diseñada para ser admirada te dejan fascinado; y ese ajetreo trepidante y vertiginoso de una ciudad en continuo movimiento te arrastra a participar de su gran hegemonía. 

En resumen, son lugares que hay que conocer e incluso ir más veces para no perder de vista la evolución de un país emergente lleno de posibilidades y enormes recursos de todo tipo. Y ahora hay que volver otra vez a las costumbres de este viejo continente y en concreto del país que me vio nacer 

domingo, 1 de mayo de 2011

Reflexiones del barón

Qué podría contaros hoy, mis estimados y queridos amigos. El tiempo se ha puesto mustio después de alegrarnos con el color y el brillo de un sol que anunciaba un verano luminoso. Pero ya se sabe que de un tiempo a esta parte la meteorología nos juega malas pasadas en cuanto nos confiamos un poco. Aunque por suerte en esta parte del mundo no se comporta con la dureza y rigor que hace temblar la tierra y arrastra cuanto encuentra a su paso con la fuerza de las aguas enloquecidas y salidas de sus cauces habituales. Aquí no padecemos esos cataclismos que castigan otras partes del mundo, pero no por ello dejo de sentir tales tragedias como si me afectasen tan directamente como a quienes las padecen y sufren sus consecuencias. Pero hablando de otras cosas menos tristes, diré que os dejo por unos días, pues me voy de viaje. 

Regresaré pronto a mi mundo y a mi casa otra vez, pero ahora parto hacia otras latitudes más tropicales que estas en las que vivo. Allí ahora es otoño, pero aún así el clima es benigno y se puede disfrutar del sol. Espero que no se nuble el cielo y llueva demasiado, pero aún en ese caso no me importa, porque no soy muy dado a tumbarme al sol como un bacalao puesto a secar. Lo mío son los paseos por la orilla de la playa o navegar en las aguas del mar y bañarme si el agua no está demasiado fría. Cosa que en mi tierra es lo frecuente y lo anormal es que se temple el agua de estas rías. 

Por eso me ilusiona ir donde el mar es más cálido y puedes sentir la caricia de las olas sin que se te ponga la carne de gallina ni se te ericen los pelos de frío. Aunque esa temperatura gélida también tiene sus ventajas y beneficios si tenemos en cuenta que gracias a ello este mar nos da el regalo de un pescado riquísimo y un marisco excepcional. Y lo que más me gusta es conocer y convivir con otras gentes y apreciar su cultura y costumbres. Y ver la espléndida naturaleza que nos ofrece ese continente situado a la otra orilla del océano Atlántico, tirando hacia el sur