Estaba triste la corte. Durante el día y por el centro, sigue habiendo muchos paseantes o caminantes que se dirigen a sus ocupaciones, si aún las tienen, y se ven cantidad de compradores de oro y plata. Los efectos de la crisis se dejan sentir en toda la urbe y hay locales cerrados y negocios a los que les falta clientela para poder ser rentables. Y lo peor es que al hablar con la gente la notas como desinflada y sin ganas de afrontar un futuro que no se presenta nada prometedor.
Y los políticos continúan diciendo bobadas y mentiras, como si todavía pudiesen convencer a alguien de que no son lo que ya todo el mundo sabe. Las instituciones del país se han deteriorado ellas mismas y creo que nunca más recuperarán un mínimo prestigio para resultar creíbles y mínimamente respetadas. Y a mí me da mucha pena ver todo esto y más saber que quienes podrían arreglarlo no tienen la menor intención de hacerlo, ya que al parecer su prioridad es su propio bienestar y el mantenimiento de los muchos privilegios que en todos estos años se fueron dando a sí mismos y que no tienen la menor intención de renunciar a ninguno ni aminorarlos aunque sólo fuese por un resquicio de decencia. El poder de otros tiempos se ha resquebrajado y de aquellos fastos y oropeles tan sólo quedan esos edificios emblemáticos que otrora representaron la grandeza de una nación y que ahora dan la impresión de haber venido a menos al igual que todo el país y más que nadie sus ciudadanos de a pié, que son los que sostienen los estados, las grandezas y escriben con su sangre y su sudor la verdadera historia de los pueblos