jueves, 24 de enero de 2013

Reflexiones del barón


Estaba triste la corte. Durante el día y por el centro, sigue habiendo muchos paseantes o caminantes que se dirigen a sus ocupaciones, si aún las tienen, y se ven cantidad de compradores de oro y plata. Los efectos de la crisis se dejan sentir en toda la urbe y  hay locales cerrados y negocios a los que les falta clientela para poder ser rentables. Y lo peor es que al hablar con la gente la notas como desinflada y sin ganas de afrontar un futuro que no se presenta nada prometedor. 



Y los políticos continúan diciendo bobadas y mentiras, como si todavía pudiesen convencer a alguien de que no son lo que ya todo el mundo sabe. Las instituciones del país se han deteriorado ellas mismas y creo que nunca más recuperarán un mínimo prestigio para resultar creíbles y mínimamente respetadas. Y a mí me da mucha pena ver todo esto y más saber que quienes podrían arreglarlo no tienen la menor intención de hacerlo, ya que al parecer su prioridad es su propio bienestar y el mantenimiento de los muchos privilegios que en todos estos años se fueron dando a sí mismos y que no tienen la menor intención de renunciar a ninguno ni aminorarlos aunque sólo fuese por un resquicio de decencia. El poder de otros tiempos se ha resquebrajado y de aquellos fastos y oropeles tan sólo quedan esos edificios emblemáticos que otrora representaron la grandeza de una nación y que ahora dan la impresión de haber venido a menos al igual que todo el país y más que nadie sus ciudadanos de a pié, que son los que sostienen los estados, las grandezas y escriben con su sangre y su sudor la verdadera historia de los pueblos  

jueves, 3 de enero de 2013

Reflexiones del barón


El temor es una idea que ronda en la mente. Una sombra. Una tenaz niebla que no deja ver con claridad lo que nos rodea. Un resquemor que nos agita y desasosiega. Un estado de ánimo que nos quita el sueño y tiritando sudamos. Nadie se libra de temer ni nadie tiene el remedio contra el miedo, pues no es más que un reflejo mental a perder lo que se tiene y se aprecia. Y sobre todo lo que más se estima y se ama. Y en esto último está la propia vida y la de quienes apreciamos y especialmente el amor. Podemos temer que la pasión se enfríe y se entibie el calor de la piel que suda ahora gozoso placer; y podemos sufrir pensando que se ha de calmar el torbellino del apetito por esa carne que nos estremece y el ansia por tocar una piel que nos enajena y su roce eriza nuestros deseos   sacando el alma de nuestro cuerpo, que queda desnuda y sin defensa a merced de quien siendo otro ser ya es parte del nuestro. Si es natural temer la pérdida de lo que se desea, yo te digo que no temas por ese amor que precisas para existir, porque es la energía que tú mismo generas y entregas a quien amas y la mezclas en su alma para que vuelva a ti convertida en esa fuerza que te da vida y te alimenta. No se puede temer la separación de un mismo ser, ya que no es posible partir en dos un alma. Y lo que antes sólo era una parte, ahora ya es un todo. Y sin la otra mitad ambas partes quedarán incompletas y el cuerpo resultaría fatalmente mutilado. Y ello me hace pensar que no es lógico temer tal cosa. O al menos así lo creo yo y por eso lo digo, pues sería tanto como pensar que la ola podría existir sin el mar, o la espuma se formara sin romper contra la roca o antes de lamer la costa. Una sola gota de agua es el propio mar y sin ella no habría océano