El cielo apenas dejó ver su intenso azul, ni el sol quiso deslumbrarnos ni darnos calor en exceso, pero La Toscana se vistió con galas tan hermosas y lucía tan bella pasada la mitad del día, que no pude dejar de admirarla sin pensar en nada que pudiese distraerme, ni desear otra cosa que permanecer en ella
Y Florencia me albergó unos días y me mostró su esencia, su pasado, su gloria y la sublime expresión del arte con que asombró al mundo