sábado, 16 de octubre de 2010

Reflexiones del barón

Se forman esculturas cambiantes de agua y de sal. Son filigranas brillantes al sol o con el resplandor fluorescente que le da la luna. Es un encaje precioso que no puede engalanar más criatura que la mar donde surge. Miles de gotas danzando curiosas por ver lo que encuentran para salpicar juguetonas o aplastar sin piedad aquello que golpean. Se dice que las olas rompen contra la roca y yo creo que no es así. Son las rocas las que se rompen y no las olas. Ellas sólo se vuelven espuma para retroceder de nuevo y formar otra onda más grande y poderosa. Y si admitimos lo contrario, contra lo que rompen jamás las olvidan, pues su huella les queda para siempre. Lo mismo que nosotros no podemos dejar de recordar su belleza ni el atrayente miedo que nos causan al verlas y sentir su empuje revolcándonos y envolviéndonos en ellas

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