
martes, 27 de diciembre de 2011
Un año más

lunes, 19 de diciembre de 2011
feliz navidad y próspero año nuevo
Vuelven las reuniones en familia para desearse mutuamente felices fiestas y besarse quizás por primera y última vez en este año que camina a su último día. A ese día en que a todos nos parece que debemos alegrarnos y divertirnos a pesar de que este 2011 que nos deja haya sido un año poco afortunado para la mayoría de las economías del mundo y mucho más para la de muchas personas que sufren con más crudeza la recesión. Porque ya no hay que hablar de crisis solamente sino de una verdadera situación de retroceso económico y sobre todo social. Sin embargo, yo quiero desear a todos paz en estos días de finales de diciembre y hago votos para que de verdad el próximo año nos traiga calma y comience la prosperidad para todos y no sólo para los pocos de siempre. Quisiera ambicionar que nunca más nos dominasen la hipocresía y la codicia desmedida, pero no quiero soñar quimeras y sí os daré un fuerte abrazo deseando sinceramente a vosotros mis amigos y al mundo que seamos felices y tengamos todos un buen año 2012
viernes, 16 de diciembre de 2011
Reflexiones del barón

sábado, 10 de diciembre de 2011
Reflexiones del barón

martes, 6 de diciembre de 2011
Reflexiones del barón

sábado, 3 de diciembre de 2011
Reflexiones del barón
Unos
ojos tan verdes como el agua de ese mar me han visto esta mañana al
despertar y yo, conmovido por la ternura casi inocente de su mirada,
besé los labios que sin palabras me deseaban un buen día y me rogaban, húmedos y entreabiertos, que le diese amor y gozo a su
cuerpo, notando el disfrute del mío dentro de su carne y de su ser.
Unos ojos cristalinos y llenos de luz que no negaban la dicha de ser
mío quien los luce sin darse cuenta de la belleza de ese par de
esmeraldas de un tono claro y luminoso que atrapan la luz del día
para regalarla más bella aún. Dos gemas que me alegran y me dicen
que la vida todavía puede ser maravillosa y me trasmiten la energía
y la fuerza del mar para levantarme y dar a mi existencia otra
oportunidad para ser feliz. Quiero amar esos ojos y besar su mirada
antes de gozar el inmenso placer de sentirme dueño de su ser y
vibrar con su calor y el fuego de una pasión que deseo que nos
devore a los dos
lunes, 21 de noviembre de 2011
Reflexiones del barón
Como
una gran araña sobre nuestras cabezas nos pesa el tiempo y se cierne
una pesada bruma que nubla los pensamientos y nos hace temer el
futuro. Qué somos si estamos solos y asistimos inertes a esa
sucesión de días y noches que se juntan para formar nuestra vida?.
Cómo vas a preferir la solitaria libertad absoluta, sin la menor
traba o compromiso, al calor de la compañía de otro ser que te
cobija cuando el alma se resiente y crees que tu corazón no podrá
resistir el duro embate de la desolación. Como una mano huesuda ves
el paso de las horas esperando a que alguien rescate tu ser y lo
saque del frío olvido y la negrura de un abandono indeseado y aborrecido. Te sientes dueño de ti y dices que eso es lo que quieres y
deseas. Pero quizás cambies todo ese albedrío de ir y venir sin
cadenas por un solo beso dado con pasión y poder sentir el ardiente
fuego de la pasión más violenta sobre la piel, aunque eso haga que
prefieras esclavizar tu destino unido a otro corazón que logre que el tuyo palpite con más fuerza
sábado, 12 de noviembre de 2011
Reflexiones del barón

lunes, 7 de noviembre de 2011
Reflexiones del barón
Como
una vela sin más macha que la huella del tiempo, a veces acariciada
por la brisa o azotada con violencia por el viento, que la hincha y
preña de aire para impulsar la barca y surcar los mares. Como una
vela se iza al notar la menor presencia del aire o se arria ante la
calma chicha que no mueve ni la más leve pluma posada en la borda.
Como esa vela que desplegada se muestra orgullosa a los navegantes
para hacer notar la pericia de la diestra mano que la maneja. Como la
vela que lleva al marino a otras riberas donde encuentra la
tranquilidad y el sosiego tendido en la arena. Tal y como esa vela
curtida de sal y quemada por el sol, que suspira por ser parte de las
aguas sobre las que se desliza su embarcación, tu alma ansía ser
parte de quién te inspira los sueños y te seduce con su presencia.
Como ella tiende a confundirse con las nubes compitiendo en blancura,
tú te disuelves en ese otro elemento profundo y espeso que absorbe
tu existencia y todo tu ser para renacer en su misma esencia
viernes, 4 de noviembre de 2011
Reflexiones del barón
Sin
rectificar el rumbo marcado ajustemos la deriva y hagámonos a la mar
con más ansia de aventura y el ánimo cargado de razón para
continuar el viaje en una nueva singladura sin abandonar el bagaje
acumulado hasta ahora en otros periplos truncados de repente y sin
voluntad de no continuar la ruta ya fijada y emprendida. Pero no
volvamos la vista atrás y dejemos que la fuerza del viento y la
firmeza de la voluntad nos lleve lejos otra vez y logremos cubrir
otras etapas que con esfuerzo y tesón se irán cumpliendo sin
quebranto. Y ello reforzará y acrecentará el empeño de navegar sin
ataduras enfilando siempre la proa hacia la libertad del pensamiento
y el deseo de gozar sin herir ni lastimar a los demás
jueves, 3 de noviembre de 2011
Dedicado a tres amigos y en protesta por la sin razón de un silencio forzado
No
detengas tu camino ni pares tu viaje y sigue con ellos, animando y
alentando sus pensamientos y ansias de vivir como tu deseas. No hay
mayor libertad que la satisfacción con uno mismo y por eso los tres
sois libres aunque ellos dependan de tu voluntad y te pertenezcan sus sentidos y sentimientos. Fija el
timón de tu barco y enfila proa al horizonte donde ellos te seguirán
en sus modestas naves y yo ayudaré al viento a impulsar las velas
para surcar de nuevo el mar sin trabas ni nada que recorte o elimine
la visión de una imagen ni la libre expresión de las palabras. Sois
sinceros al seguir lo que os dicta el corazón y por tanto libres
para navegar sin miedo con rumbo al límite del mundo. Y yo os veo
zarpar y me siento bien por vuestra valiente felicidad, pero mi boca y mi mano se silencian en solidaridad contigo y con ellos dos también
sábado, 29 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Parece
un simple pedrusco en medio del agua y no es más que un viejo pontón
arruinado y dejado de lado en un baño de sal que no tiene fin. El
sol, el aire, la salitre, todos lo han ido curtiendo y se hizo algo
esencial en ese entorno que en otro tiempo vio su utilidad. Pero no
está tan solo ni es inservible, pues aún lo usan algunos seres como
los oscuros y estéticos cormoranes para reposar de sus picados de
pesca o los largos vuelos impulsados por sus costumbres ancestrales,
o instinto, si así preferimos llamarlas. Otros, bajo la superficie,
se aferran a su áspera piel de granito para mantenerse firmes y no
sucumbir al vaivén de las olas y las corrientes. Y quién no
necesita un asidero que lo ampare y proteja de los avatares de su
propia existencia. Quién no busca un cobijo en otro pecho y y desea
el calor de otros brazos. Quienes lo encuentran son dichosos y nada
puede suplir ese gozo
domingo, 23 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Hoy
me ha despertado el viento y escuché su silbante murmullo
filtrándose por la ventana. Hoy amanecí cansado y sin ganas de
nada. Puede que el aire quisiese decirme algo, pero no supe
entenderlo. O quizás sólo fueron voces traídas de otro tiempo, de
otras vidas, o de otros años ya pasados y nada más. Vivencias que
se agolpan ahora y al recordarlas de lejos varían y se mudan de
penas a tristezas olvidadas, o de alegrías a gozos soñados y
mitificados que en poco coinciden con la realidad si nos paramos en
revolver el pasado y airearlo sin miedo para desnudarlo de adornos
inciertos, aunque nos hayan sido necesarios para sentirnos mejor al
haberlos dejado crecer alimentados de engaño. Todo eso me dijo el
viento al amanecer y yo no oi más que su rumor
viernes, 21 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Que
me moje la lluvia sino lo hace el llanto. Tu llanto o el mío, pues
da igual de que ojos manen las lágrimas si las causa el placer de
sentir tu gozo como si fuera el mio. Deja que se desprendan las hojas
secas y que caigan al suelo para pisarlas juntos y olvidarlas, pues si no
las regó la savia de la pasión no merecía la pena mantenerlas como
adorno. La pena de un dolor ha de agotarse en el placer que siente el
alma al mirarnos y notar que por la piel húmeda nos escurre un
jugoso néctar que da vida. Y así te quiero yo al tenerte conmigo y
saber que ambos somos una sola ambición y delirio
martes, 18 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Me
arden los pies al caminar sobre la arena como me quema por dentro la
angustia de no verte. Huelo el mar y lo escucho y casi puedo tocarlo
aunque no lo veo. Apenas sopla una tenue brisa y sólo miro mis
propias pisadas y las ondas que va dejando el viento sobre las dunas.
Son señales inestables que pronto cambian y mudan de lugar pero no
de forma. Son marcas que parecen permanentes porque el aire las
renueva sin cesar. Y, sin embargo, no son las mismas ni nunca se
repiten de igual manera.

lunes, 17 de octubre de 2011
Reflexiones del barón

Y el poeta puso en boca de Segismundo estas palabras que pudieran ser dichas con acierto en estos momentos críticos por los que atravesamos todos:

Es verdad, pues reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Sueña el rico su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
domingo, 16 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Una
estela de luz plateada se abre ante mis ojos y me indica el camino
sin retorno que debo seguir. Dudo antes de dar el primer paso, pero
algo impreciso me empuja y me susurra que debo andar por esa senda
irreal que me llevará hasta otro universo donde todo será como yo
deseo y necesito para que mi alma pueda descansar y ser feliz. El
horizonte sólo es una sombra sin más tono que el reflejo de un sol
que empieza a salir y yo creo ver una tierra aún ignota que me
espera y me decido y comienzo el camino sin ver cuanto dejo atrás. Y
qué importa lo que hemos sido y tenido si puede que en esa otra
orilla encontremos la dicha que tanto procuramos hallar de este lado.
Quién sabe que nos aguarda en esa ribera que ahora tan sólo podemos
imaginar y creer que allí seremos lo que siempre quisimos ser. No
necesito equipaje para este viaje, ni es preciso otro atuendo que la
desnudez de mi cuerpo, porque ni siento el frío ni tampoco me quema
el calor del sol. Solamente noto en mi piel una agradable brisa que
me reanima y me sugiere el placer de una caricia cada vez más lejana
pero nunca olvidada. Y estoy seguro que frente a mí está el edén
jueves, 13 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Colgados
entre la luz y la sombra estaban estos cántaros como cuerpos
cansados tras el esfuerzo de amar y ser amados. Como seres sudorosos
que yacen inertes después de agotarse para complacer a quien tiene
la llave que abre su alma y dispara los resortes de su libido y la
pasión. Como a ellos que les dio forma un hábil alfarero, al ser
que descansa rendido por el esfuerzo y la tensión sexual también lo
han moldeado y transformado otras diestras manos que supieron manejar
la arcilla de su carne y sus sentidos para sacar de todo eso una obra
manufacturada con delirio, dolor y placer. Por eso, tal y como esas
ánforas realmente pertenecen a quien las creó, una criatura bien
gozada sólo podrá tener por dueño quien supo hacer que vibrase y
se entregase sin reservas para ser amada y disfrutase el sueño sin
límites de una entrega absoluta que jamás tendrá fin, porque esa
será la única recompensa a la que aspira su corazón y que desean
sus sentidos
miércoles, 12 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Sólo
la primera inocencia puede pintar en sus caras esa mirada temerosa y
curiosa por ver y saber que ocurre en su entorno. Todo llama su
atención y cualquier cosa puede asustarlos porque nada puede haber
más indefenso que una criatura todavía tan tierna si no está cerca
su madre. Son casi tan vulnerables como cualquiera de nosotros cuando
nos alcanza el amor y nos devora el deseo y un ansia incontenible de
sumergirnos en ese placentero dolor que nos causa una fuerte
atracción por otro cuerpo. Tanto gozamos de el sublime deleite del
éxtasis como sufrimos dichosos el delirio de la entrega sin límites,
tan sólo por satisfacer a quien se adueña de nuestro afecto y no
vemos más que por sus ojos y escuchamos por sus oídos. Sus labios y
su lengua son el exquisito manjar que nunca nos sacia y el calor de
su carne nos despierta todos los apetitos embriagándonos su olor.
Sin embargo para esas dos pequeñas bolas de ojos azules como el
cielo, que con tanta insistencia nos miran, todo esto no son más
que palabras sin ningún sentido ni jamás llegarán a saber su
significado ni el gusto de poder decirlas
lunes, 10 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Cuantas
veces habrán dicho los hombres “quién pudiera volar”. Y hoy se
puede hacerlo pero no como los pájaros. No les hace falta ningún
artilugio para remontar el vuelo y surcar el cielo. Ellos tienen
alas. Alas de verdad cubiertas de plumas. Las aves si pueden volar
por si mismas y eso nosotros, los poderosos seres que pretendemos
dominar la naturaleza, no podemos lograrlo sino usamos artefactos más
o menos sofisticados y potentes para despegar los pies del suelo. A
no ser que volemos con lo único que quizás nos haga superiores a
los demás habitantes de la tierra. Que dejemos volar la imaginación
y creemos otro universo ingrávido y sutil donde cualquier cosa es
posible y ahí sólo haya pasión y delirio. Que perdamos la nación
del tiempo y del espacio y no sintamos el peso de nuestra carne y
soltemos el lastre que nos impide ascender por encima de la nubes y
dejarnos llevar por la fuerza del viento. Que solamente nos sostengan
en el intenso azul de un cielo esplendoroso las manos de quien nos
ama y amamos con más ardor que todo lo que dejamos abajo
sábado, 8 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Hasta
la naturaleza llora cuando un sentimiento la desgarra. Una lágrima
corre despacio por la piel, camino del abismo, y queda colgada unos
instantes antes de desprenderse y caer al vacío dejando su huella en
un rostro entristecido que refleja un profundo dolor. Una pena
provoca angustia por un sufrimiento. Pero si es físico solamente,
puede resultar placentero si nos lo causa el deseo de dar placer o
gozar y se soporta mejor que ese otro que nos aflige y recome el
alma. Porque el espíritu es más frágil y se recupera peor que el
cuerpo y las lágrimas que brotan del corazón son mucho más
amargas, aunque quizás sean más hermosas y la luz las haga brillar
como gemas preciosas. Y un día vi como el rocío tomaba el aspecto
del llanto al resbalar por la superficie de una jugosa fruta que
colgaba de un peral en el huerto y me hizo pensar en las penas. Luego
estuve contemplando esa gota que relucía y me acordé de las
alegrías, pues por eso se puede llorar también y las lágrimas
entonces son dulces en lugar de saladas y gusta su sabor.
jueves, 6 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Si
he de amarrar mi barca para abrigarla y ampararla del viento y la
galerna, ha de ser entre la rada de tus piernas con una fuerte maroma
que rodee esa piel de oro que las cubre. Tu bello y firme cuerpo será
el puerto seguro donde atracaré para no naufragar huyendo de la
tormenta. Serás la fuerte bita anclada sobre el muelle que resista
la inclemencia del temporal y no permita que las olas de esa mar
brava hundan la embarcación con la que arribo a tus aguas, unas
veces tranquilas y otras turbulentas, aunque siempre más deseadas
que la apacible y cristalina superficie de un remanso tranquilo y sin
emoción. Tu eres la ensenada llena de sol en la que se mecen
serenamente mis días
lunes, 3 de octubre de 2011
Reflexiones del barón

Y frente a
esta ribera, bonita, apacible e informal, se ven las oscuras piedras
volcánicas de Lanzarote que se elevan en un risco.
Estamos en La Graciosa y su nombre tiene
mucho que ver con esta pequeña isla que sabe a sal y juega con el
agua del mar y sus olas. Aquí no hay asfalto y su costa es preciosa; y tan sólo en bañador y chancletas todos parecemos iguales
sábado, 1 de octubre de 2011
Reflexiones del barón
Ante
esa inmensa negrura rematada por un deslumbrante cielo de oro,
sientes que todo se hace pequeño y cualquier cuestión que te
obsesiona pierde importancia y la ves de pronto tan nimia que si la
caída del sol no te absorbiese y centrase tu atención, te reirías
a carcajadas de tu propia necedad por la soberbia de creerte alguien
frente a tal espectáculo inigualable. Entonces, en esos breves
momentos de contemplación, la brisa del mar te trae la calma y
apacigua tus sentidos disparando en tu interior los verdaderos
sentimientos que nos importan y te sientes parte de la creación
jueves, 22 de septiembre de 2011
Reflexiones del barón
Atrapado,
qué pensará ese insecto al verse cogido en esa fina tela que no
verla a tiempo le ha costado algo más que su libertad. Enredado en
una sutil red, tejida a su alrededor sin poder hacer nada para
impedirlo, aguarda espantado lo que todavía ni siquiera adivina.
Cómo va a saber lo que le espera, ni que será devorado despacio,
sin prisa, poco a poco, casi a pequeños mordiscos para deleitarse el
paladar su verdugo con su gusto y un sabor que tan sólo al
recordarlo segrega más hilos de tela, finísimos, que le servirán
de despensa mientras no acabe de comerse a su víctima. Y el rocío
le da la necesaria humedad para conservar más jugoso el alimento. Y
se lo tragará entero sin dejar ni las raspas. Así, tan cruel y
voraz, puede ser el amor. Y, sin embargo, su calor nos hace falta y
cuanto más abrasador nos resulte más nos atrapa y nos encadena al
ser que de tal manera atroz nos seduce
lunes, 19 de septiembre de 2011
La casa grande, Epílogo

Los árboles estaban hermosos y las flores alegraban el jardín de la casa y todo se veía limpio y en orden como cuando gobernaba todo aquello la dama del retrato. La señora de la casa. La verdadera dueña de aquel predio y de cuanto había dentro de sus muros. Esa mujer sin edad determinada, que desde el lienzo clavaba sus ojos grises en todo, pedía cuentas de lo que se hacía en su casona y, sin palabras pero con gestos, aprobaba cada cosa o cada iniciativa que se tomaba para embellecer las paredes y dependencias de la casa grande.
La señora, la matriarca doña Regina, podía descansar y no preocuparse por nada respecto a su casa, pues de alguna manera uno de sus descendientes, al que nunca conoció, se había tomado la molestia de convertirse en mi otra conciencia para atraerme a esta finca y apresarme en una misteriosa red invisible de deseos y apetencias que me amarró poco a poco manteniéndome cautivo de por vida. Y no me quejo por mi suerte, porque fue generoso el destino, o ese ser extraño que me guió por la senda que quiso marcarme, o que yo debía seguir por ser la que tenía marcada desde mi nacimiento. Sea como fuere, se cumplió mi sino de esa forma rara y encontré la parte de mi alma que me faltaba para ser feliz.
Esa mitad que necesitaba tomó la forma de una muchacho guapo, tranquilo y cariñoso al que deseé sin saberlo desde el primer momento en que lo vi. Quizás en un principio me pareció demasiado joven y no supe entenderlo e interpretar las señales que me hacía con algún gesto o incluso actitud. Pero algo ajeno a nosotros dos le hizo ver con claridad al muchacho que clase de compañero buscaba y quería; y él, más decidido que yo, fue quien tuvo que dar el paso para romper la barrera que yo estúpidamente me empañaba en mantener entre ambos. Una barrera muy débil y en la que había una puerta que comunicaba nuestros mundos y acercaba nuestros deseos. Una simple pared entre dos cuartos contiguos, ante la que Miguel hizo sonar con ansia las trompetas de Jericó para derribarla.
Y con ese sonido metálico también se fue el espíritu que me atormentaba a veces y otras me hacía sacar del alma unos sentimientos secuestrados en lo más profundo de mi ser desde siempre, que a punto estuve de olvidar que existían y dejarlos morir por falta de ilusión y alimento. Pero han revivido gracias a ese Alfredo que nunca supe bien quien fue ni por que me eligió a mí para comunicarse y contar una historia que no era suya. Ese espíritu a veces amable y otras oscuro con atisbos de íncubo o mero fantasma según la óptica del cristal conque lo mirásemos, aunque en todo momento más acertado en sus comentarios que impertinente al hacerme ver mi verdadera condición y como tenía que hacer realidad las fantasías que yo llevaba dentro. Y realmente existía este soplo de otro mundo al que quise llamarle Alfredo, o no era otra cosa que mi doble conciencia a la que pretendía dejar a un lado para llevar una vida incompleta aunque socialmente correcta?.
Ahora ya no importa, pues esa ficción o verdad cumpliera su misión y me sacó de la mediocridad en que las circunstancias y mi educación me tenían sumergido y donde me ahogaba por falta de aire fresco. Un soplo de frescor que salió por los labios de una boca joven y apasionada que yo me inventé primero y más tarde la encontré en la realidad diciéndome que me deseaba y quería hacerme feliz. Y lo consiguió y me hizo el hombre más dichoso de la tierra; y creo que correspondí a su dedicación y entrega dándome por entero sin regatearle nada que de mí dependiera. Me tiene entero y yo a él. Y nunca dejamos de ser uno solo fundiendo nuestro yo en el nosotros.
La casa grande se llenó de voces y llantos de niños que no eran nuestros sino de Sole y Castor. Pero también al resguardo de sus paredes y entre los árboles surgieron otros risas y gemidos placenteros que eran los de Miguel y los míos. Y he llegado a no entender la vida sin él, que con sólo mirarme, me dice sin pudor que soy el aire que anima sus días.

Castor disfruta con Sole, aunque según Miguel también reparte sus dones con alguna otra moza del pueblo cuando va solo para hacer recados. Pero Sole no sabe eso y por nuestra parte nunca sabrá nada. Buena es ella para tomarse con calma esas cosas!. Como dice mi chico, Sole es capaz de caparlo si se entera que Castor la mete en otro coño. Aunque inmediatamente añade: “Bueno, si no le gustase tanto esa polla, desde luego que se la cortaba por andar mariposeando en otras flores. Pero el caso es que Sole se pirra por el rabo de su macho. Y a un buen polvo es muy difícil hacerle ascos...... Verdad mi amor?”. “Desde luego”, respondo yo. Y en menos de cinco minutos ya lo estamos demostrando, aunque nos coja en la cuadra y nos vean los caballos. Por cierto, ahora tienen una yegua y muy pronto es posible que tengamos un potro. O una potra, que nos da lo mismo para montar cuando crezca y ya esté en condiciones de soportar nuestro peso sobre su grupa.

Y no queda nada más que contar de esta historia, ni secretos que airear, tanto de la casa grande como de sus habitantes. Y ahora solo resta desear a todos los posibles lectores de este relato que no vivan ocultándose a sí mismos su personalidad completa, dejando traslucir únicamente esa parte menos comprometida de acuerdo con la moral y las costumbres de una sociedad que nunca te agradecerá el sacrificio de vivir tu vida a medias y no ser plenamente feliz por guardar las apariencias.
sábado, 17 de septiembre de 2011
La casa grande XIX
Después de lo del río, la vida en la casa grande no se vio afectada en nada, ni las relaciones entre los dos muchachos parecían haber cambiado, al menos durante los primeros días. Y una tarde en que me encontraba muy melancólico, le pedí a Alfredo que me acompañase hasta la casa de Amalia, que no andaba buena por aquel tiempo y se la veía con mala cara. Aunque ella sólo lo achacaba al cambio de tiempo y a los años, el caso es que mi buena amiga estaba pachucha y lo menos que podía hacer era verla y darle compañía un rato, aunque no me ofreciese de merienda algo rico o me trajese alguna sabrosa fruta de su huerta.
Amalia estaba sentada en el corredor y me recibió con la misma alegría de siempre y nada más sentarme a su lado, me dijo: “Menos mal que has venido esta tarde...... Quizás mañana ya no me encontrarías aquí”. No sabía, o no quería interpretar sus palabras, y le pregunté: ”Es que te vas a alguna parte?”. “Sí”, me respondió lacónicamente. Y sin dejar que le pidiese más explicaciones, añadió: “Tú también tendrás que irte algún día..... Todos vamos desfilando y ninguno se queda aquí”. Miré a mi amiga preocupado y le pregunté: “Qué quieres decir?....... Con quien te marchas?”. Y mirándome fijamente a los ojos, dijo: “Con él......... Ayer me dijo que vendría a buscarme, pero no me indicó el día...... Sólo me anunció que sería muy pronto........ Al fin volvió a mí ese muchacho de ojos grises y he de irme con él”. “Te refieres a Alfredo?”, pregunté innecesariamente. “A quién si no!”, exclamó ella. Y me quedaron ganas de indagar a cual de los Alfredos se refería, pero no hizo falta porque Amalia me aclaró con la mirada que estaba hablando de su Alfredo y no del mío.

Yo me quedé perplejo y exclamé: “Acaso lo ves?......... Entonces sabes que está aquí conmigo!....... Ves como no eran invenciones mías!......... Durante tantos años no me creías y ahora puedes verlo y hasta quieres charlar con él......... Pues si ella quiere hablar contigo, tú no te calles, porque te está viendo........ Qué excusa pones ahora para no decir nada?”. Y Alfredo habló con Amalia y ella le contó muchas cosas de su tío y su madre. Y yo le pedí a mi amiga que también le hablase de sus abuelos y le aclarase quien era la dama del cuadro de quien heredaran su tío y él los ojos grises. Amalia contó despacio toda la historia de esa familia, mientras yo iba al huerto a buscar unas manzanas de color verde claro que al morderlas crujían como si estuvieses hechas de cristal.
Amalia nos dejó al día siguiente y partió con Alfredo, su Alfredo, con rumbo desconocido. Y mi Alfredo quedó muy triste al no llegar a ver de cerca a ese otro Alfredo que al parecer era su tío, del que heredara nombre, aficiones y aspecto físico. Y yo lo consolé y besé sus labios hasta hacerle olvidar su pena. Pero desde ese día Alfredo nunca más fue el mismo. A veces no tenía ganas de bromas y parecía como si de repente le entrara la cordura en la cabeza. Dejó de tener pinta de adolescente y adoptó la imagen de un hombre maduro igual que yo. Y ahora a los dos nos pintaran canas en las sienes y no nos hacíamos bromas como cuando éramos chavales. Sin embargo no faltábamos ni una tarde al río, ya fuese a caballo o andando y recordando lo vivido hasta ese día y mencionando todo aquello que nos gustaría vivir todavía, pero que manteníamos en cartera como asignatura pendiente.
En la casa grande ya no había misterios que desvelar y nosotros no éramos más que una parte de ella y de su historia. Detrás vendrían otros que la ocuparían, creyéndose sus dueños, sin saber o no darse cuenta que la única dueña de todo era ella. La dama de ojos frises, que no era otra cosa que el alma de la casa grande y su esencia. El resto únicamente éramos accesorios o marionetas necesarias, pero no imprescindibles, para que la casa se mantuviese en pie y no la derribase el paso del tiempo. Pudiera ser que después de mí les tocase esa misión a Castor y a Sol, con ayuda de Miguel o sin ella. sin embargo eso aún estaba por ver y en cualquier caso yo no tenía la intención de retirarme tan pronto y dejarles el campo libre a la pareja de tórtolos que se pasaban el tiempo muerto arrullándose.
Porque a partir de aquella tarde en el río, Castor se mostraba más obsequioso y empalagoso con su novia, como si tuviese que hacerse perdonar algo indebido. O tenía complejo de culpa por algo, o le había entrado una solitis crónica que lo hacía más vulnerable a las gracias naturales y no tan naturales de la chica; y no pensaba más que en estrujarla y besuquearla en todas partes. No sabía si entre él y Miguel hubiera alguna conversación sobre esa tarde y lo ocurrido a la orilla del río, mas aunque pareciese que nada cambiara, ni mermara su amistad, las miradas que se cruzaban no eran las mismas ni de igual intensidad por parte de Miguel hacía el otro muchacho. Y eso me daba que pensar y me tenía bastante mosca.
Pero una tarde me atreví a interrogar a Miguel y fui al establo, sabiendo que estaba solo, y lo abordé sin preámbulos. Y le pregunté: “Qué pasa entre Castor y tú?”. “Nada que no tenga remedio”, contestó el chaval. Pero yo insistí: “Es por lo que pasó en el río?....... Es algo de lo que nunca hemos hablado, pero sucedió y lo vi como te estoy viendo ahora”. “En parte sí”, respondió Miguel. “Explícate”, le exigí. Y se explicó: “Al día siguiente vino aquí cuando yo estaba cepillando los caballos y sin mediar más palabras ni explicaciones me preguntó si me había dolido mucho”. Eso significaba que supo lo que hacía y era consciente de que violaba a su amigo.
Y Miguel continuó: “Le conteste que sí. Que me había dolido en el culo, pero no en el alma. Puesto que eso era lo que deseaba desde hacía tiempo, pero no de esa forma y con tan malas maneras”. Osea, que también se dio cuenta de todo y sufrió o gozó sin restar ni una sola de las sensaciones que el otro le hizo sentir y padecer.
Guardé silencio y esperé a que Miguel hablase de nuevo y lo hizo: “Estaba avergonzado por lo que me había hecho y se justificó diciendo que de repente se vio encima de mi cuerpo y, sin saber si por rabia o por otro motivo, algo le incitó a clavármela y no reparó en hacerlo por la fuerza sin importarle si yo lo deseaba o buscaba eso al besarle en la boca”. “Joder!”, exclamé, pero me callé el resto de mi pensamiento que volvía a creer que Alfredo tuviera más intervención en todo el asunto de lo que el me aseguró ese día.
Pero recapacitando enseguida me di cuanta que tanto Castor como Miguel sabían lo que hacían; y posteriormente Castor intentó justificarse con el otro intentando arreglar las cosas. Y esa idea se reafirmaba al contarme Miguel que Castor llegó a ponerse violento otra vez queriendo convencerlo que a él sólo le gustaba Sole y no sentía inclinación alguna por él ni por cualquier otro hombre. Castor juró golpeándose el pecho que con quien le gustaba follar era con su novia y el único agujero que le tiraba para meter la polla dentro era un coño y no un culo. Es decir, un culo de macho, porque Miguel bien sabía que más de una vez ese muchacho le había dado por el culo a la chica para evitar dejarla embarazada. Así que la cosa no era de anos sino de nalgas más o menos redondas, tersas, o prietas y recias.
Y Miguel me siguió contando que a las palabras de Castor. justificando su hombría, le respondió: “No tienes por que preocuparte, ni molestarte en demostrar lo que eres, pues sé bien que contigo nunca llegaría a nada y ni siquiera permitiré que se vuelva a repetir algo parecido a lo que pasó en el río. Y con eso no me refiero a que dejemos de ser amigos como hasta ahora. Simplemente lo que ocurre es que cada uno seguirá con sus inclinaciones sin molestar e incomodarnos uno al otro. Ya sé de sobra que estás colado por Sole y que te van las mujeres solamente. Y no es necesario que me lo repitas, ni te daré ocasión para hacerlo. Y ten claro que no te guardo ningún rencor, porque en realidad me lo busqué yo mismo. Nunca debí provocarte de ese modo y te pido perdón por ello. Lo que si te digo es que con ella nunca hagas lo mismo que me hiciste a mí, porque hace mucho daño, te lo aseguro. Quizás lo que yo necesito es alguien diferente a ti, que sepa apreciar lo que le entrego y me haga sentir que para él soy el ser más importante del mundo. Y tú no puedes hacerlo, Castor”.
Al escuchar a Miguel no se me ocurrió otra cosa que preguntarle: “Y dónde crees que hallarás a ese hombre..... Esperas encontrarlo en este pueblo?”. El chaval me miró con tal fijeza que me taladró los sesos y respondió: “Sí........ Ese hombre existe y no está lejos....... Ire en su busca esta noche y lo encontraré esperándome para amarme y compartir conmigo el mismo deseo de felicidad”. “Espero que realmente lo encuentres y que ese hombre sea quien te espera”, le deseé con todo mi corazón.
Volví a la casa y no había dado dos pasos cuando a mi lado ya estaba Alfredo más triste que antes y sin ganas de hablar. Me daba lástima verlo en ese estado de melancolía y me paré junto a la gran magnolia y sujetándolo por los hombros le pregunté: “Qué coño te pasa?...... Desde que fuimos a casa de Amalia eres distinto y no te reconozco...... Dime que ha cambiado?”. Alfredo me abrazó muy fuerte y con los ojos húmedos me contestó: “Me temo que no pinto nada aquí y mi sitio ya no está en esta casa..... Esta finca precisa de otros que la disfruten y renueven su energía; y yo debo irme, lo mismo que Amalia y ese otro Alfredo al que mi madre quiso que me pareciera...... Barrunto que muy pronto no me necesitarás y solamente seré un estorbo para ti....... Has asimilado lo suficiente como para ser consciente de tu propia personalidad y cuales son tus necesidades afectivas y sexuales. Y no precisas quien te guíe e indique lo que debes hacer. Te bastas tú solo y solamente has de aceptar la compañía adecuada para compartir tu vida y mantener en pie esta casa..... La casa grande no puede quedar abandonada ni sentir que sus muros no albergan a nadie. Ella es más importante que quienes la habitan, porque nos hace reales y existimos en función de su supervivencia. Nunca lo olvides”.
Esa noche oía desde mi habitación los gozosos gemidos de Sole y los resoplidos salvajes de Castor, que, por la frecuencia e intensidad de los chirridos de su cama, se podía apreciar la pasión casi bestial del placer de la pareja. Era imposible conciliar el sueño con ese concierto de jadeos y estridencias. Y sin darme cuenta la puerta lateral de mi cuarto se abrió y en el umbral se dibujó la silueta de un joven. Y le pregunté: “Supongo que te molestan y no te dejan dormir”. Y él respondió: “No puedo dormir porque busco al hombre que necesito para realizar mi vida..... Y ellos no me molestan, ni tampoco envidio su gozo...... Yo busco el mío donde sé que puedo tenerlo y dárselo también al que me desea y me espera desde hace tiempo”. “Ya lo has encontrado?” pregunte. Y Miguel respondió: “Sí..... No tuve que ir lejos. Tan sólo tenía que abrir esta puerta y acercarme a su cama”.
Y totalmente desnudo se acostó a mi lado y sin más palabras amé de verdad por primera vez. Y desde ese mismo instante Alfredo desapareció para siempre de mi existencia. Y mi vida y mis anhelos fueron otra cosa desde entonces y no me importaba nada que no fuese la dicha de mi amante. Ni tampoco me molestaba que alguna que otra vez los ojos de Castor se posasen lascivos en el trasero de Miguel, puesto que ya era mío y nadie más tenía derecho ni oportunidad de entrar en mi santuario.
La casa grande nos atrapaba entre sus muros a dos parejas y Miguel y yo no deseábamos más que seguir juntos en ella hasta que otros ocupasen nuestro sitio, si es que la gran casa los aceptaba como inquilinos, porque ella era la que mandaba y regía los destinos de sus ocupantes.
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