lunes, 3 de octubre de 2011

Reflexiones del barón




Un mar transparente que se transforma en tonos del azul al verde. Lo mismo que el cielo que de tan azul lastima los ojos y los ciega su luz, haciendo más blancas las casas que surgen de la misma arena que forma la playa. Barcas y lanchas ponen puntos de color que se menean cadenciosamente al ritmo del viento y las olas. 

Y frente a esta ribera, bonita, apacible e informal, se ven las oscuras piedras volcánicas de Lanzarote que se elevan en un risco. 

Estamos en La Graciosa y su nombre tiene mucho que ver con esta pequeña isla que sabe a sal y juega con el agua del mar y sus olas. Aquí no hay asfalto y su costa es preciosa; y tan sólo en bañador y chancletas todos parecemos iguales

2 comentarios:

  1. Maestro me ha despertado saudades de Jeri, otro pueblo de calles de arena junto al inmenso Atlántico. Lugares a los que su sencillez les otorga una dignidad y una belleza que no se puede comprar.
    Besos

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  2. Son lugares privilegiados que aún mantienen una inocencia digna de ser respetada y conservarlos tal y como la naturaleza los creó. Besos

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