viernes, 11 de junio de 2010

Reflexiones del barón

El bronce quiso reflejar la brillantez de tu plumaje, pero nada puede igualar tu hermosura natural. Me recuerdas a otra criatura que lucía atuendos perfectos para destacar su figura. Y, sin embargo, no había mejor traje para su cuerpo que su propia piel expuesta a la brisa del mar y dorada por el sol. Su belleza era más elegante que cualquier otra envoltura. Su olor y su tacto eran fantasías imposibles de copiar por ningún perfume o tela, por sutiles que pudieran ser. Era nada menos que el ser amado

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