viernes, 19 de febrero de 2010

Capítulo II

Como ya anticipé en el capítulo anterior, el trío se ha mantenido en armonía durante estos años, pero eso no quiere decir en absoluto que este tinglado que me monté en su día haya sido fácil, ni mucho menos apacible y tranquilo. Nos lo hemos pasado en grande, vivido intensamente y amado sin medida, mas tuvimos también nuestros momentos de crisis, que por fortuna quisimos solventarlos superando las dificultades creadas por nuestros propios egoísmos y diferencias.

Mentiría si dijese que el balance al cabo de esta década no fue positivo y que cualquier renuncia o concesión no haya merecido el sacrificio; si es que se le puede llamar así a algo que tenga relación con el amor. Mis dos amantes siempre han sido perfectos para mí; y puedo decir, no sin cierto orgullo, que ya rondando casi los treinta están mejor que nunca. Gonzalo (que ya es ingeniero desde hace unos años y trabaja en una gran empresa de la cual mi hermano es consejero) continúa con su afición al deporte; por lo que mantiene un físico de antología, el muy maricón. Como dice Cris, no sin cierta envidia, se lo comen por los pies las putas pequeñas. Y las no tan pequeñas también. El jodido tiene más éxito que la telefonía móvil o el Internet. No hay mariquita de menos de veinticinco añitos que no se humedezca con sólo verlo. Carlos siempre le tiene al corriente de cuanta mirada lasciva va provocando por esos bares de nuestros pecados. ¡Y eso es lo que le hace falta a él, que le den más cuerda todavía!. Ya que, por si éramos pocos, el tío ha ido desarrollando las mismas aficiones depredadoras que yo siempre tuve más o menos dormidas según las distintas épocas de mi vida. Y cada vez que anda solo por esos mundos por motivos laborales, con tanta zorra como hay por ahí suelta, se larga unos casquetes que tumba el misterio. Por supuesto a la vuelta nos los cuenta a Paco y a mí. A Paco en versión desnatada y a mí entera.

Para ser sincero, confieso que si yo no participo en sus aventuras, tales conquistas me hacen muy poca gracia aunque me aguante estoicamente. Desde luego a Paco este tipo de cosas le gustan menos aún y aguanta lo justo para que no arda Troya. De ahí que ciertas cosillas se las contemos bajas en calorías. ¡Este muchacho es absolutamente distinto a nosotros!. Él no concibe el sexo fuera del triángulo formado por los tres; ya sea con los otros dos vértices al unísono o con uno de ellos solamente. Pero en cualquier caso con nosotros exclusivamente. Ni por asomo se le puede ocurrir la idea de introducir algún nuevo elemento en su vida sexual por esporádico o pasajero que sea. Hasta cierto punto admite que a nosotros nos apetezca echar un polvete con otros; pero no acaba de comprenderlo del todo. Y menos tratándose de Gonzalo, cuyos devaneos en solitario le molestan más que cuando soy yo el casquivano. Eso es algo que nos tiene intrigados a Gonzalo y a mí y cuyo motivo nunca ha sabido o querido explicarnos con claridad el bueno de Paco.

Pero lo cierto es que muchos de nuestros tiberios vienen precisamente por eso. A mí no tanto, pero a Gonzalo de entrada se la monta. Y luego, gracias a mi intervención casi siempre, va amainando la bronca. A mi modo de ver, el misterio se reduce a que sabe a ciencia cierta, al menos de momento, que yo no estaría dispuesto a cambiarlos por nadie, mientras que en el caso de Gonzalo no está completamente seguro de que no escape de nuestro lado y se vaya con algún pendón. Y también sabe que yo necesito a Gonzalo tanto como a él.

En el plano erótico, Paco sólo nos precisa a nosotros dos; y hasta la fecha nunca quiso ni buscó a nadie más. No tendríamos por que ocultarle nuestros escarceos, ya que las condiciones por las que se iba a regir nuestra relación quedaron claras desde el principio; pero consideramos justo no herirle el corazón gratuitamente y se los contamos con mucho tacto. Incluso minimizándolos para restarles importancia y reduciéndolos a lo imprescindible. De todas formas, por nuestra parte siempre procuramos que la peripecia no pase de una anécdota cachonda sin mayor trascendencia. No tenemos secretos con él; pero, sin embargo, solamente Gonzalo y yo nos contamos todo sin olvidar pelos y señales. ¡Hasta el último detalle!. Nos decimos lo que hicimos, lo que no hicimos y lo que quisimos hacer y no pudimos. ¡Todo!. Absolutamente todo sin limitación alguna, tal y como si estuviese sucediendo ante los ojos del que está de oyente en esa ocasión. Y la mayor parte de la veces nos pasamos por la piedra a la criatura los dos al tiempo. Ni que decir tiene que si Gonzalo y yo salimos de copas y no está Paco con nosotros, o el ligue acepta a los dos o se va solito a ligar a otra parte. Estando juntos sólo vamos de trío. Y si al tercero le conviene, bien. Y si no, puerta y a otra cosa. La noche es larga y está llena de oportunidades. Simplemente hay que cargar los depósitos para seguir la marcha; y nunca faltan agujeros dispuestos a dejarse tapar por dos respetables corchos para que no se les escape el gas como a la sidra.

Normalmente Paco no suele dispararse demasiado a causa de estos deslices, pero en alguna ocasión llegó a ponerse muy fea la cosa.

La mayor tensión se produjo hace seis años en la víspera del día de reyes. Gonzalo había ido a cenar con sus padres, por eso de los regalos, y Paco y yo, como de costumbre, fuimos esa noche a casa de mi madre para disfrutar de la velada acompañados del resto de mi familia.

Durante la cena todo había sido perfecto y Paco estaba emocionado por todo y, en especial, por el trato dispensado por mi madre que siempre lo acogió como un hijo más.

Ya de madrugada, cuando nos dirigíamos a casa, se le ocurrió que fuésemos a tomar una copa, porque tenía tantas ganas de hacer el amor que creía que no sería capaz de contenerse antes de que llegase Gonzalo. Quería que los tres juntos y desnudos nos entregásemos los regalos y nos amásemos hasta caer dormidos por el cansancio; y, viendo lo tierno que se mostraba, no pude negarme a satisfacer tan inocente y romántico capricho. ¡Y en mala hora tuvo aquella feliz idea Paquito!. Como él no suele salir demasiado entre semana y casi nunca solo, fui yo quien eligió el sitio y entramos en un local de copas con película porno y cabinas con apariencia de retretes en las que precisamente lo único que no se hace es algún tipo de necesidad escatológica; o al menos eso es lo que se supone. En el antro había bastante gente y nos colocamos en la esquina de la barra sin prestar demasiada atención a la clientela congregada en el tugurio de autos, a excepción por mi parte de un negrazo de puta madre con un culo que a cualquiera podría nublarle el sentido. En fin, un maravilloso ejemplar lleno de virtudes físicas, incluidas otras no tan notorias y abultadas como su magnífico trasero. Y cuando apenas habíamos comenzado a libar la copichuela, Paco se puso tenso intentando escudriñar la parte más oscura del bar y sin decir palabra siguió con la mirada a una pareja que se dirigía a la zona de cabinas. Como una exhalación fue tras ellos pero no pudo alcanzarlos antes de que se los tragase uno de los supuestos retretes. Volvió hacia mí como una exhalación y dejándome todavía más atónito me espetó con muy malos modos:

"¡Puta!. ¡Qué sois un par de putas los dos!. Y la culpa es tuya porque eres el peor y has conseguido malear a ese otro idiota".
"¿Pero se puede saber qué pasa?". Protesté yo.
"¿Qué pasa?. ¿Es qué acaso no le has visto?".
"¿A quién?". Dije yo haciéndome el inocente puesto que ya me imaginaba lo peor.
"Al vicio con patas en que has convertido a Gonzalito. ¡Cerdos!. Estoy hasta el culo de los dos. ¡A la mierda!. ¡Os vais a la puta mierda con vuestras mariconas!".

Y sin más se largó furioso como una hidra echando fuego por los ojos. Salí corriendo tras él pero no logré encontrarlo. De pronto me sentí desesperadamente solo y sin saber que hacer ante tal situación. Aquella noche que prometía ser maravillosa se venía abajo desplomándose con ella todo mi mundo.

Regresé al local, y a duras penas aguanté a que apareciese Gonza acompañado por un gracioso jovencito, plenamente satisfecho por los servicios que acababan de prestarle. Me acerqué cargado de ira contra mí mismo y le solté a la cara:

"¡Cretino!. Eres un solemne cretino y acabas de armarla, majo".
"¿Me ha visto Paco?".
"¡Sí!. Te vio Paco y la hemos cagado los dos... No busques porque se ha marchado. ¡Y no sé a donde, además!. Quise impedirlo pero no fue posible. Y esta vez si que está furioso con nosotros. ¡So puta!"
"¡La leche que me han dao!. ¿Y qué hacemos ahora?"
"Jodernos. ¡Qué coño quieres hacer!"
"Al menos vamos a buscarlo. ¿No?"
"¿Y adonde se te ocurre, majete?. ¿O prefieres que pongamos un anuncio?..... Por ejemplo: Dos putas abandonadas buscan chulo desesperadamente. Se gratificará su entrega con un buen polvo gratis, por supuesto. ¿ Te parece bien así, ángel mío?"
"¡No digas estupideces y haz algo, Adrián!. ¡Haz algo por favor!". Dijo Gonzalo al borde del llanto más sincero del que un hombre puede ser capaz.
"¡No llores que te doy dos hostias!. ¿Dónde tienes el coche?".
"Aparcado por ahí. Está cerca, pero es mejor ir en uno los dos. ¿No?"
"¿Y luego que pasa?. Vienes a buscarlo y de paso te follas a otra imberbe monada. ¿No?"
"¡Vete a la mierda, joder!".

Y también se largó del club totalmente cabreado.

¡Ya se había arreglado del todo la fiesta!. Y ahora tenía a los dos a la piedra perdida por la ciudad. Salí del garito con ganas de asesinar al primero que se me pusiese delante, y caminé un rato antes de coger el coche y pensar que coño hacía ante el pastelón que tenía servido para comérmelo yo solito.
Recorrer bares y discotecas no iba a llevarme a ningún lado. Y haciendo un esfuerzo para razonar con toda la lucidez y serenidad que pude reunir en aquellos momentos, decidí volver a casa y esperar acontecimientos. Iba a resultar difícil si no se producían rápidamente, pero, por el momento, no quedaban otros cojones que sufrir la espera y aguantar el choque de tres locomotoras descontroladas; si es que eso llegaba a producirse.

Al abrir la puerta me topé con Gonzalo echo un mar de lágrimas que venía a ver si era Paco quien llegaba a casa.

"¿Lo encontraste?". Preguntó.
"No". Respondí.
"Tráelo a casa, por favor... ¡No volveré a follar!. ¡Lo juro!".
"Bueno, cálmate que ya volverá. Paco no es de los que se largan sin más por tan poca cosa".
"Esta vez tiene razón, Adrián, porque nos pasamos mogollón. Las cosa como son, tío. ¡Y tú el primero!... ¡Es qué somos mucho, joder!".
"Vale, vale. Pero tampoco desvaríes ahora. ¡Eh!. Tomemos la cosa con calma y no saquemos conclusiones anticipadas. Vamos a la cama, anda"
"¿Me dejas dormir contigo toda la noche?"
"¡Claro!. No es precisamente la noche ideal para estar solos. Sí Gonza, duerme conmigo. ¡Quizás el problema esté en que necesitamos dormir juntos más a menudo!".
"Abrázame Adrián. ¿Todavía me quieres como al principio?"
"¡Más que al principio, idiota!"
"¿Y te sigo atrayendo lo mismo?"
"¡Más que nunca, so jodido!. Más que cualquiera de los que andan por ahí. Te lo puedo jurar"
"Entonces, ¿por qué andamos en busca de líos si comparado con lo que tenemos en casa todo es una mierda?"
"Es posible que ligando con otros nos creamos inmunes al paso del tiempo. Y, sobre todo, porque somos dos solemnes putones y no tenemos solución, mi querido niño. ¡Nacimos más putas que las gallinas y tenemos difícil arreglo!."
"Te prometo que a partir de hoy no buscaré más ligues. Y tú tienes que prometer lo mismo"
"¡Muchacho!... Nunca prometas lo que no puedas cumplir. Nosotros no los buscamos. Simplemente nos vienen a las manos y la mayor parte de las veces ni siquiera lo pretendemos, pero nos tientan y caemos como bobalicones ante las engañosas artes de tanta experimentada meretriz dispuesta a cazar pardillos como nosotros".
"No es momento de cachondeos, Adrián"
"Los momentos trágicos de la vida hay que trivializarlos un poco, ya que después el recuerdo siempre será menos terrible"
"Adrián, por mucho que te pongas cínico sabes que a mí no me engañas. Si decir chorradas te consuela, dilas; pero yo sé de sobra lo que estás pasando en estos momentos". Me dijo Gonzalo.

Y lo sabía. ¡Vaya si lo sabía!. Pero tenía que recurrir a la ironía para soportar aquello sin lanzar alaridos. Y seguí:

"¡Cómo dice Carlos cargado de razón, estas pequeñas cada vez son más putas y se las saben todas!. Y ante la tentación no podemos dominarnos. ¡Así somos de temperamentales!. Y Paco lo sabe. Lo que pasa es que esta noche le cayó mal verte con otro. No estoy justificando lo que hiciste, pero tengo que comprenderte a ti y a él; ya que si en algo tiene razón Paco, es precisamente en que si eres de ese modo es por mi culpa. Es posible que haya pervertido tu inocente espíritu. Ciertamente antes no eras así, pero ahora no sólo imitas sino que superas mis mañas y este es el resultado. ¡Más golfa que la Charito!.
"¿Y quien era la Charito?". Preguntó Gonzalo.
"Era una profesional del amor cutre, que de joven había sido muy guapa, y se la beneficiaba un conservero amigo de mi abuelo Humberto". Contesté. "¡Y por cierto, tiene un nieto que está para chuparse los dedos después de metérselos en el culo!". Añadí.
"¡Serás cerdo!... ¿Ese es el arrepentimiento que tenemos?". Dijo Gonzalo escandalizado.
"¡Oye!. ¡Quién tiene que arrepentirse eres tú, que yo no fui a meterla en ningún agujero extraño!".
"Porque no te dejó Paco solo ni un rato, que si no habría que verlo. ¡Te faltaría tiempo para ir a metérsela al primero que pillaras dispuesto a ello!". Me soltó en tono altamente acusatorio.
"¡Tampoco estoy tan necesitado como para eso!. No soy tan joven como tú, pero sigo teniendo mi público"
"¡Demasiado público, quizá!. ¡Estás bueno que té pasas, cabrón!. ¡Cabronazo, más que cabronazo!. ¿Por qué no me besas y dejas de decir bobadas?". Casi me ordenó Gonzalo.

Y se acurrucó más entre mis brazos y cumplí su deseo hasta dormirlo ungido de mimos.

Dejé la puerta entreabierta para oír la llegada de Paco, pero las horas pasaban y él no volvía. Me era imposible dormir con la preocupación de no saber ni donde estaba ni lo que hacía; y casi al amanecer oí girar la llave en la cerradura y a continuación el golpe seco de un tropezón con un mueble que vaticinaba un soberano golpetazo.

Me faltó tiempo para levantarme y acudir a la entrada de la casa para averiguar que ocurría, y allí, tirado en el suelo, estaba Paco totalmente borracho. Fue la primera y única vez que lo vi de esa guisa. Me agaché a su lado y comprobé que no estaba físicamente herido. Después, con mucha delicadeza, cargué con él al hombro y lo posé suavemente sobre su cama. No sé si era consciente de lo que estaba pasando, pero le besé la frente y fui despojándolo de la ropa percatándome por millonésima vez de la extraordinaria belleza de su cuerpo, que incluso borracho me incitaba a poseerlo aunque tuviera que utilizar la fuerza. Contuve mi instinto animal y permanecí tendido a su lado sin poder apartar mis ojos de él.

Un cuarto de hora más tarde se despertó mareado y tuve que llevarlo corriendo al baño para que vomitase todo el alcohol y el dolor que llevaba dentro en aquel amanecer de un día de reyes. Cuando regresé con él a la cama ambos estábamos agotados y nos quedamos dormidos sin mediar palabra.

Debía pasar de la una de la tarde cuando entró Gonzalo en el dormitorio de Paco y me despertó suavemente preguntándome que tal estaba el chaval.

"¡Al menos tranquilo!". Le dije.
"¿Qué dijo cuando llegó?". Preguntó él.
"Nada. No abrió la boca. Simplemente se desmayó a causa de la trompa monumental que traía".
"¿Venía borracho?"
"Sí. ¡Cómo una cuba!"
"¡Pero si casi no bebe!"
"Ya. Pero ayer lo hizo a conciencia y se pilló una fuerte moña. Posiblemente no bebió mucho, pero al no estar acostumbrado se le subió a la azotea enseguida... Pero no te preocupes que en cuanto echó todo quedó dormido como un ángel. ¡Ahora esperemos a ver de que humor se levanta!... ¿Te apetece desayunar?"
"Sí"
"Venga... ¡Seguro que ya se le ha pasado!... Dejemos que duerma". Y salimos de la habitación cerrando la puerta tras nosotros.

Todavía tuvieron que transcurrir más de cinco horas para que Paco despertase del estado de catalepsia que mantenía desde la madrugada anterior. Tan sólo con ver su cara podía intuirse fácilmente que el chico no estaba para muchos ruidos, pero me atreví a preguntarle como se encontraba y si deseaba tomar alguna cosa. El chaval me miró, guardó silencio unos segundos, y con una voz bastante patética me dirigió unos sonidos que, aunque podían significar cualquier cosa, quise interpretarlos en el sentido más favorable para iniciar una estrategia de acercamiento y pacificación que paliase los acontecimientos de la pasada noche.

Gonzalo ni osaba hacer el menor ruido y permanecía callado esperando tanto el merecido castigo como el generoso perdón según le pareciese a Paco, que por un momento le miró a la cara para volver a desviar otra vez la mirada hacia un punto no demasiado bien delimitado. Aquel fue el momento que consideré oportuno para intervenir e insinué a Paco que se diese una buena ducha y mientras Gonza y yo le prepararíamos algo de comer. No contestó, pero se dirigió otra vez a su dormitorio y enseguida oímos la caída del agua en la ducha.

Aquello nos dio moral y nos pusimos con la máxima diligencia y esmero a prepararle un café bien cargadito, acompañado de tostadas, zumo, huevos revueltos y otras fruslerías por el estilo. He de reconocer que la mayor parte la hizo Gonzalo, pero yo preparé la mesa; y cuando Paco regresó ya estaba todo servido e incluso colocamos un jarroncito con flores, que es un detalle que siempre emociona y mucho más a todo gay que se precie de serlo.
Paco, aún sin decir palabra, se sentó a la mesa, se sirvió, y mirando las flores dijo:

"¿Y a quién debo agradecerle la mariconadita?"
"A los dos". Contesté. "¿Te molestan?". Añadí.
"No. Pero tampoco van a arreglar nada esta vez"
"¿Todavía sigues enfadado?"
"Prefiero no mencionar el tema... O sea que déjame comer en paz"

La expresión de Gonzalo en esos momentos era todo un poema, pero procuré que no metiese baza y continuase calladito y quieto en su rincón.

"¿Te apetece otra cosa?". Le pregunté como si no hubiese dicho nada.
"Con esto está bien, gracias"

Y nos quedamos los tres en silencio mientras Paco se despachaba aquel refrigerio sin tan siquiera mirarnos de refilón.

Gonzalo se descomponía por momentos y nada peor que eso para conseguir que Paco amainase el sórdido cabreo que todavía llevaba incrustado en el hígado.

"¿Quieres ver tu regalo de reyes?". Le pregunté a Paco.
"Métetelo en el culo". Me contestó.
"¿No crees que té estas pasando?".

Le dije poniéndome lo suficientemente serio como para darle a entender que mi paciencia ya se estaba agotando. Y continué:

"Comprendo que lo de ayer te haya sentado mal y por la parte de culpa que me toca te pido disculpas, pero creo sinceramente que estas sacando las cosas de quicio. Lo que tengas contra Gonzalo díselo a la cara, pero no te consiento que mantengas esta actitud. ¿Está claro?"
"¿Pero qué pretendéis vosotros dos?. ¿Creéis que voy a soportar vuestros puteríos eternamente?. ¡No!. ¡Estoy harto de todas esas zorras!. ¡Aunque para putas vosotros dos, claro!".
"Paco, tranquilízate qué la historia no fue para tanto. Y, sobre todo, nunca debes olvidar que a quien queremos es a ti. Al resto podemos joderlos; pero el amor sólo lo hacemos contigo. Cualquier aventura que podamos tener es por puro morbo, pero ninguna tiene la menor transcendencia e importancia para ninguno de los dos. Un deseo y una pasión irresistibles solamente pueden darse entre nosotros tres. ¿O es qué todavía lo dudas?". Dije.
"Paco, te juro que lo siento de veras y que no fue con mala intención. Fue una de esas cosas que si la piensas dos veces no la haces. Puedo asegurarte que ni siquiera me apetecía y ni me corrí. En realidad fue una solemne estupidez... ¿Me perdonas?". Suplicó Gonzalo poniendo ojitos de niño arrepentido.
"Tienes una jeta y un morro que te lo pisas, tío". Le contestó Paco. Y continuó recriminándole: "¡Por supuesto que la intención no era mala!. ¡Al contrario!. Esas cosas siempre llevan la mejor de las intenciones. ¡Follar como un burro!. ¿Si tantas ganas tenías de follar, por qué no nos llamaste a casa de Isabel?. ¡O también pudiste venir a casa derechito y no entretenerte por el camino jugueteando con la primera puerca que se te puso delante!. ¡Y si no te corriste, por mí como si revientas!. Te vas a tu habitación y te la pelas o te la machacas con un martillo. ¡Tú y él!. Concluyó señalándome con el dedo.
"Paco, te estás poniendo histérico y creo que sacas las cosas de quicio". Dije secamente.
"¿Por qué no os vais a la puta mierda?". Gritó Paco.
"¿Prefieres un beso o una bofetada?". Dije dirigiéndome a él con aire amenazador.
"¡Atrévete!". Me soltó desafiante.

Y me atreví.

Sin más le mandé un sonoro bofetón y acto seguido lo agarré por el pelo y le besé la boca sacando de sus entrañas aquella ponzoña que envenenaba su corazón. Gonzalo se quedó de piedra y no se atrevió ni a respirar. Pero Paco fue aflojando su tensión y de las airadas protestas pasó a débiles gemidos vacíos de cualquier intención de rebeldía.

"¡Cabrón!... ¡Cerdo!. ¡Ya sólo te hacía falta pegar hostias para ser un perfecto chulo de putas!".

Dijo poniendo en la voz más pasión que ánimo de insultarme.

"¡Con que cabrón y chulo!. ¿Yo chulo?. ¿Quieres que te muestre lo chulo y cabrón que puedo ser si me dejase llevar por mis impulsos?. ¡Te voy a dar a ti chulerías!. ¡Y a ti también Gonzalito!. Creo que últimamente los tres nos estamos separando demasiado. Venir aquí que solamente hay un amanera de arreglar estas situaciones. ¡Os voy a enseñar a los dos lo que vale un peine!".

Y arrastré a Paco hasta donde se hallaba Gonzalo, obligándoles a juntar sus labios y sus cuerpos fundiéndolos entre mis brazos. Y mientras Paco se vengaba del otro comiéndolo a besos, yo, de forma sucesiva, les fui trabajando el culo con la lengua y luego les hice agacharse indicándoles que me lamiesen el rabo al mismo tiempo. Luego, poco a poco, fui dirigiendo la brega preparando ya el final de la faena con el primero de la tarde. Lo que en términos taurinos se conoce como el momento de la verdad. Primero le tocó el turno a Paco, porque en aquella ocasión se lo merecía, y, poniéndolo en posición de cúbito supino mientras casi se ahogaba con la tranca de Gonzalo, clavé mi verga en él trajinándomelo largo rato. Cachondos los tres a más no poder, cambiamos las tornas y entonces el enculado fue Gonzalo que jugaba con la polla de Paco en su boca. ¡Darle por el culo a Gonza siempre me pone ciego y le aticé unos zurriagazos de la hostia!. ¡Y además esta vez sin duda se lo merecía!. Con el segundo también redondeé la faena y la corrida fue de esas que se recuerdan de por vida. Y, arreglados nuestros asuntos de celos y continuando desnudos, vinieron los regalos y las risas y los te quiero y demás ñoñerías propias de enamorados.

Entonces no era momento para que Gonzalo me contase su inoportuna aventura; pero si lo hizo a media mañana cuando salimos los dos solos con la excusa de comprar un roscón de reyes para el desayuno.
Por lo que yo pude ver, el chico parecía mono y, según Gonzalo, de cuerpo tenía más que un pase; pero lo mejor era el culo.

"¿Y merecía la pena?". Pregunté yo.
"Se las traga dobladas, tanto por delante como por detrás. En cuanto saqué el instrumental se agachó y la engulló hasta los huevos. ¡Joder como mama!. Y después de repasarme bien los bajos, se dio la vuelta, inclinándose todo lo que pudo, y abriéndose las cachas con las dos manos se acopló el solito a mi verga de tal modo que si no pongo las manos en la pared me voy entero para dentro. ¡Menudo agujero y menudo polvazo le metí!. ¡Fue la hostia!. ¡Ya viste que salí sudando como un pollo!"
"¡Ya vimos, ya!. No faltó detalle para poner la cosa más jodida". Puntualicé y pregunté: "¿Quedaste con él para otro día?"
"Me dio el teléfono y dijo que le encantaría repetir". Me informó Gonzalo.
"¿Crees que se lo montaría con los dos?". Inquirí relamiéndome de gusto sólo de pensar en echar un buen polvo con Gonzalo y el chico.
"¡Naturalmente!. Le hablé de ti y quedó interesadísimo en conocer personalmente tus atributos. Además, según me contó, le gustan los tríos, o lo que se tercie. ¡Perece muy completito el chaval!. Ya le dije que cuando caiga en nuestras manos, va a tener que ponerse compresas frías para la irritación y un tapón, tamaño garrafón, para evitar que se le llene la barriga de aire"
"¡Qué jodido cabronazo eres Gonza!... ¿Y cuándo nos lo ventilamos?"
"Cuando dispongamos de tiempo, porque a ese hay que darle estopa a fondo. ¡El cabrón manda cojones!. ¡Te advierto!"
"¡Me encanta que sean putas!. ¡Y cuanto más jóvenes más zorras!. ¡Somos un par de castrones que no tenemos desperdicio!. Pero tenemos que dejar pasar unos días hasta que se le pase el berrinche a Paco"
"¡Hombre ya!. ¡Si te parece quedamos hoy y lo menos que nos hace es caparnos!. ¡Pues si que está el horno para bollos!". Dijo Gonza.
"Lo bueno que tiene Paco es que estas cosas se le pasan pronto". Añadí yo.
"Sí. ¡Pero mientras le dura es una pesadilla!. ¡Se pone hecho una fiera, el jodido!"
"¿Y no crees que tiene un poco de razón?". Insinué.
"¡Sí, joder!. Pero, como tú dices, no podemos evitarlo. Te juro Adrián que más de una vez hago lo indecible por no claudicar e incluso alguna vez lo conseguí. Pocas, pero hubo ocasiones en que logré rechazar un ligue"
"¡No valdría mucho!. Me temo". Sugerí.
"¡Hostias!. Tampoco es cuestión de que me quites mérito. Bueno; quizás no eran de lo mejor que encontré en mi vida, pero tampoco estaban como para despreciarlos. Como tú bien dices, la mayor parte de los jovencitos tienen un polvo, por lo menos"
"¡Tampoco tienes que tomar mis teorías a pies juntillas!. Cierto que los chavales cada vez son más guapos y con mejor cuerpo, pero también los hay que no valen un pedo"
"¡En general todos tienen algo aprovechable!". Afirmó Gonzalo.
"Desde luego eres más putón que yo; qué ya es decir. ¡Dentro de poco superas al mismísimo Cris!"
"Como dice Paco, la culpa es sólo tuya"
"¡Los cojones!. ¡Pues no tenías tú buena disposición que digamos!. ¡Yo te habré enseñado algo, pero poco. ¡El resto es obra tuya, majete!"
"¡Yo era absolutamente inocente hasta que te conocí!"
"¡Sí!. San Luís Gonzaga a tu lado un aprendiz, Gonzalito"
"Pero a ti te gusto así. Golfo. ¿O no?"
"Sí. Claro que me gustas así. Puta, diría yo. Y cada día más... ¡Te vas a enterar después del desayuno!. ¡Ya verás!"
"¡Se me está empinando, como dice Germán, y no precisamente con el calor del sol!. ¿No se te pone tiesa a ti también?.
"Se va poniendo por momentos". Confesé.
"¿Y por qué no lo hacemos antes de desayunar?". Sugirió Gonzalo.
"Por mí cuando quieras; pero es posible que Paco tenga hambre y quiera comer algo primero".
"A Paco déjamelo a mí, que primero le quito el hambre con este chorizo y acto seguido se lo enchufo donde tú sabes. ¡Lo voy a sondar hasta que se le calmen los nervios!. El polvo de ayer no me llegó a un diente y le tengo unas ganas que no veo"
"¡Macho!. ¡Pues jodimos hasta quedar tontos!"
"Adrián, cuanto más follamos los tres, más me apetece volver a hacerlo. Cada vez disfruto más rompiéndole el culo al jodido Paco. Y también a ti, que te quede claro"
"¿Y que te lo rompa yo no te gusta?"
"¡Eso también!. Quizá más que nada"
"¿Cómo dices?". Insistí.
"No tengo que repetírtelo porque ya lo sabes demasiado. ¡Me enloquece que me lo destroces, sobre todo mientras yo me ventilo a Paco!. ¡Me da un morbo que no puedo resistirlo!. ¡Te lo juro!"
"¡Eres un vicioso, pequeño!"
"¡Somos unos viciosos, papá!". Dijo Gonzalo.

Y charlando y charlando llegamos a casa; y mientras subíamos en el ascensor le baje por detrás el pantalón del chándal, me escupí en los dedos de la mano derecha pasándoselos por el ano para lubricarlo a mi gusto, y, poniéndolo de espaldas, se la hinqué apretándolo con mis riñones contra el espejo para enchufársela bien y pegarle mis cojones al culo. Gonzalo pulsó el botón de stop, deteniendo el elevador entre dos pisos, y girando su cabeza hacia atrás buscó mi boca, tan ansiosa como la suya por saciarse de los húmedos besos prendidos en nuestras lenguas. Cerró los párpados, privándome del brillo esmeralda de esos ojos que me fascinan por su claridad y belleza, y recostó la nuca sobre mi hombro dejándose ir acunado por mi dulce vaivén. Apreté su pecho contra mí cuanto pude, logrando elevar sus pies del suelo, y su propio peso me incrustó más en él notando sobre mis muslos la envergadura de su cuerpo de atleta. Sin embargo, aquello solamente podía ser un preludio y por tanto no llegamos al final del acto. El amor completo tenía que ser unos minutos más tarde, contando también con Paco, y esto sólo sería un aperitivo sin llegar al final; pero nos puso a los dos como una moto. Y nada más abrir la puerta de la casa nos dirigimos al cuarto de Paco lanzándonos sobre él sin darle tiempo de articular palabra. Minutos más tarde ya tenía empalado otra vez a Gonzalo, y éste a Paco; y lo demás no hace falta contarlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario