martes, 23 de febrero de 2010

Capítulo V

Quise dedicar el capítulo anterior a la peña de amigos que tenemos en Madrid. Y ahora me toca hablar de uno muy especial que conocimos en Fontboi siendo él muy joven y a quien los tres tenemos un particular cariño. Me refiero a Germán, el chaval que se hizo nuestro amigo jugando en el río cercano al pazo de mi apellido, cuando tan sólo contaba dieciséis años y unas ganas de vivir que le salía por todos los poros de su rubia piel. Entonces era un típico mocito gallego, robusto y rubicundo, como tallado en una sola pieza de madera de boj. Vivaracho, inocente y simpático, hablaba sin decir palabra con sólo leer en sus ojos, claros y redondos, de mirada destelleante de alegría y abiertos al mundo que constituía su entorno. Yo lo encontraba la mar de gracioso con sus mejillas pecosas flanqueando una nariz pequeña y de punta redonda que le daba un aire más infantil del que correspondería a su edad.

Hoy día ese muchacho ya tiene más de un cuarto de siglo, y sin embargo, en lo fundamental sigue siendo el mismo chaval que conquistó nuestro corazón en aquel entonces. Germán es sencillamente especial y siempre lo hemos considerado un hermano menor al que queremos casi como si fuese el fruto de nuestro triple matrimonio; y desde luego él nos quiere a los tres como si talmente así fuese.

Es normal que ya no sea tan inocente como en aquellos tiempos; mas en el fondo es tan buena persona que sería incapaz de hacer mal a nadie. Es mucho más vulnerable de lo que él mismo se imagina y por eso todavía nos da miedo dejarlo totalmente a su aire sin darle los consejos oportunos en cada ocasión. La primera vez que vino a Madrid parecíamos las típicas cluecas preocupadas por si le ocurría algún mal a su polluelo. No lo dejamos ni a sol ni a sombra; y mucho menos en los antros de perdición que le ofrecía la noche madrileña. Es bien cierto que cuanto más golfos somos más miedo tenemos por los jovencitos que no nos son ajenos. Pero es ley de vida, ya que nunca usamos la misma vara para medir lo nuestro y lo de los demás.
Efectivamente, tal y como anuncié en la primera parte, nada más alcanzar la mayoría de edad lo invitamos a venir a Madrid y pasó el resto del otoño con nosotros. Esa es una de las temporadas más prolijas en acontecimientos sociales y grandes eventos culturales en la villa y corte, y Germán quedó deslumbrado por la frenética actividad de la gran ciudad. Llegó por la mañana en el tren procedente de Galicia, y fui yo a recogerlo a la estación, ya que ni Paco ni Gonzalo disponían de tiempo para ello. Saltó del vagón nada más detenerse el convoy y la agitación se le traslucía en la cara, mezclándose con una nerviosa sonrisa de alegría y expectación. En cuanto me atisbó en el anden aceleró el paso y se lanzó a mi cuello plantándome un par de besos, y lo retuve unos instantes abrazado por la cintura dándole luego, como de costumbre, una palmada cariñosa en el trasero. El chaval no había desayunado y tenía hambre, pero preferimos ir directamente a casa para dejar el equipaje y poder salir un rato por la ciudad después de que Charo, nuestra eficiente cocinera, le preparase algo para mitigar su apetito.

Germán no le prestó gran atención a la suntuosidad de nuestra morada, pero sí a las viandas servidas por Román (cuyo oficio en la casa no me atrevo a calificar como de mayordomo), y mientras comía con unas ganas envidiables, yo me interesé por lo que pudiera haberle sucedido desde la última vez que habíamos estado en el pazo a finales del verano. En líneas generales no le había ocurrido nada digno de mención, dado que la vida en el pueblo no es lo que se dice demasiado sorpresiva, pero me dejó sin respiración cuando de sopetón, sin previo aviso y estando desprevenido, me dijo:

"¡Ah!. Lo que ya perdí es la virginidad"
"¿Qué?". Exclamé atónito.
"Eso. Que ya no soy virgen"
"¿Y eso cómo fue?". Seguí diciendo yo, totalmente descolocado.
"Pues, no sé"
"¡Pues si tú no lo sabes, haber quien lo va a saber!". Le interrumpí un poco molesto por el inesperado notición.
"Bueno..... Como todo el mundo, supongo". Contestó.
"Ya.... Me imagino lo que hiciste. Pero cómo y con quién es lo que te pregunto yo"
"Pues fue con un chaval del pueblo"
"Quién". Inquirí.
"Un hijo del Alcalde"
"¿Del Alcalde?"
"Sí.... El más joven de los tres"
"¿Pero no es muy joven?"
"Más o menos como yo. Cumple dieciocho en primavera"
"¡Mira!. Nació con las flores. ¿Y cómo se llama la prenda?"
"Jacinto"
"¡Lo dicho!. Tiene nombre de flor el muchacho. ¿Y quién desfloró a quien?". Volví a preguntar.
"No entiendo lo que dices"
"Sí lo entiendes. Sabes de sobra lo que te pregunto. ¿Quién de los dos fue el causante del jolgorio?"
"Los dos". Respondió sin vacilar.
"¿Y cuando fue?"
"Unos días después de que os vinieseis a Madrid"
"¿Ya os conocíais?"
"¡Hombre!. En el pueblo todos nos conocemos, pero hasta entonces no era amigo mío"
"¿Osea que ahora sí sois amigos?"
"¡Claro!.... ¡Me gustó mucho lo que hicimos!. Y a él también"
"¿Y cómo fue la cosa?". Pregunté algo más repuesto del primer impacto.
"Pues, estaba yo en una de las huertas de mi padre, que lindan con el camino que va al río, y pasó Jacinto en bañador, montado en bicicleta, y me miró; y yo también lo miré. Y él, volviendo la cabeza, me miró varias veces hasta que dobló un recodo y ya no pude verle. Al mirarlo y ver que él también me miraba, se me empinó la picha y no pude resistir la tentación de ir al río para volver a verlo"
"¿Y esta vez no fue sólo con el sol?". Comenté sonriendo.
"No.... Bueno, cuando os conocí a vosotros tampoco era sólo con el sol"
"Ya lo sé. Pero ya ves que esas cosas resultan normales en casos como el nuestro". Le aclaré yo. "Pero sigue contando. ¿Qué pasó luego?". Insistí.
"Pues que me fui al río y allí estaba él"
"Solo, claro"
"Claro.... ¿Con quién iba a estar?"
"¡No sé!. ¿Acaso no tiene amigos?"
"Sí. Pero ese día iba solo al río". Me aclaró Germán.
"¿Y qué más?". Seguí insistiendo en conocer la historia del primer polvo de Germán.
"Pues me acerqué hasta donde estaba tumbado y le saludé como si fuésemos amigos desde niños"
"¡Qué directo!. ¿Y él que hizo?"
"Me saludó también"
"Bueno. Al fin y al cabo os conocéis desde que erais pequeños"
"Sí. Pero nunca nos habíamos hablado antes"
"Bueno, es igual.... Al grano. ¿Cómo se lió el asunto?". Corté yo impaciente por conocer los detalles.

"Me senté a su lado y empezamos a hablar. Primero de cosas del pueblo y así. Después hablamos de lo que nos gustaba y lo que sentíamos a veces cuando estamos con otra gente. Y también solos, claro. Luego nos quedamos callados y solamente nos miramos. Entonces, él bajo la vista y yo miré sus piernas; y ya tenía otra vez el rabo tieso formando un pico en mi pantalón. Jacinto se dio cuenta y también se le puso dura. Pero a él con el bañador se le notaba más. Levantó la cara y me sonrió; y yo le dije que iba a desnudarme y a meterme en el río. Y así lo hice. Me quité la ropa y corrí hasta el agua con la polla hinchada como una bota"
"¿Y él?"
"Se levantó y también se echó al agua"
"¿Desnudo o con el bañador?"
"Desnudo". Contestó Germán.
"¿Y después?"
"Nadamos y también jugamos como cuando voy al río con vosotros. Me gustó mucho cogerlo dentro del agua y abrazarlo con todas mis fuerzas. En una de las veces le di un beso en los labios y él me dio otro más largo, metiéndome la lengua en la boca, y yo creí morir, porque el estómago se me encogía y no podía pensar en otra cosa que no fuese tocar y besar a Jacinto en todas partes, como tú haces con Paco y Gonzalo"
"¿Y cómo sabes lo que yo hago con Paco y Gonzalo?". Le dije haciéndome de nuevas.
"Porque os vi un día antes de hacernos amigos"
"¡Ah sí!. ¿Y qué viste?". Le pregunté fingiendo sorpresa.
"Todo"
"¿Todo, todo?"
"Todo"
"Vale..... Sigue."
"Salimos del agua, y corrimos hasta donde estaba la toalla de Jacinto tirándonos los dos sobre ella boca abajo. Apoyamos las caras mirándonos el uno al otro y nos besamos despacito, rozándonos suavemente la boca, y yo continué por las orejas y el cuello hasta cubrirlo de besos desde la cabeza a los pies. También le abrí el culo y le di con la lengua como hiciste tu aquel día con Paco y Gonzalo"
"¡Ya veo que saliste un buen alumno!. ¿Y qué más?"
"Luego, él se dio la vuelta y me recostó viendo para arriba, besándome también por todas partes; y, sobre todo, alrededor del pito y los huevos. Me hacía cosquillas, pero me subía una cosa por dentro que no puedo explicar. Me daban escalofríos por la espalda; pero me encantaba aquella sensación al notar sus labios cerca de mi polla. No pude aguantar más y le cogí la cabeza con una mano, mientras que con la otra se la metía en la boca deseando que me la mamase. Jacinto se quedó quieto con ella dentro, y, después de unos segundos, comenzó a chuparla despacito, sacándola unos instantes para lamerla con la punta de la lengua, y se fue animando hasta apretarla con los labios succionando como si quisiese sacarme toda la leche acumulada en mis cojones. No pude resistir mucho tiempo y se la saqué de la boca cuando ya me corría; y sin poder evitarlo le salpiqué toda la cara. Me dio corte aquello y le pedí perdón, pero él me dijo que no le importaba. Y la verdad era que él también se había corrido al ver que yo lo hacía en su cara"
"¡Qué fuerte el chico para ser primerizo!". Comenté. "¿Y eso fue todo?"
"No"
"¿Hubo más?"
"Sí. Después de eso volvimos a bañarnos, y luego nos tiramos sobre la hierba hablando de lo que habíamos hecho y de aquellas otras cosas que soñábamos hacer cuando nos masturbábamos. Yo le dije que no pensaba nada en particular, sino que deseaba estar desnudo con otros hombres para tocarlos y besarlos y que ellos me acariciasen y besasen también. Y le pregunté que le gustaba a él, y me dijo que lo que habíamos hecho le había gustado mucho. Pero lo que más deseaba era que se la metiesen por el culo. Siempre que se masturbaba se imaginaba que un tío lo follaba y se corría sólo con pensarlo. Entonces me preguntó si a mí me apetecería hacerle eso y le dije que sí. Que eso era lo que más me gustaría hacer con él. Volvimos a abrazarnos, besándonos otra vez, y comencé a recorrer su espalda con mis dedos como le hacías tú a Gonzalo con la lengua"
"¡Joder!. No perdiste detalle". Comenté yo.
"Luego empecé de nuevo otra vez, pero con los labios, y al llegar al culo se lo abrí y le metí la punta de la lengua en el agujero, lamiéndoselo después como si fuésemos perros y él tuviese una herida allí. Jacinto abrió más las piernas, moviéndose hacía los lados, gimiendo y pidiéndome que siguiese haciéndole aquello, pero le escupí dos o tres veces en el ojo del culo, untando bien los bordes, y ascendí por su espalda hasta colocar la polla en la misma entrada. Dio un respingo y, aplastándolo con mi cuerpo, calqué inmediatamente hacia dentro hasta notar como se la iba clavando. Jacinto dio un grito apretando los puños y yo la saqué rápidamente creyendo que le había hecho daño. Le pregunté si le había dolido y contestó que sí. Mucho, me dijo. Me quité de encima, pero él me pidió que volviese a intentarlo más despacio. Le lamí más el culo y lo intenté de nuevo. Y esta vez presioné más despacio; y al segundo intento el pito se metió todo entero como por arte de magia. Jacinto se quejó menos que la primera vez, pero aún le dolía. Sin embargo, en cuanto la moví un poco noté que le gustaba; y yo comencé a sentir un hormigueo hasta la nuca que me estremecía pero que deseaba que no cesase nunca. Lo malo es que no duró mucho. En cuanto empecé a hacérselo rápido nos corrimos enseguida los dos"
"Y todo eso sin preservativo". Le recriminé al muchacho.
"No teníamos. ¡Pero además ni él ni yo lo habíamos hecho nunca!"
"Eso no importa. No debes hacerlo jamás sin una goma. ¿Y si te engañó y no era la primera vez que ponía el culo?. ¿Cómo sabes que era realmente virgen?"
"Porque me lo dijo. Y además no tenía porque engañarme"
"¡Qué inocente eres chaval!. ¡Aquí ni se te ocurra hacer lo mismo con nadie!. ¿Me oyes?. ¡Desde luego no será por las veces que te lo hemos dicho!"
"Ya lo sé. Pero con Jacinto es distinto. Él era virgen y lo tenía muy pequeño. ¡Apenas le entraba un dedo!. ¡Y le dolió mogollón cuando se la endilgué!. ¡Y en eso no mentía!. ¡Si lo sabré yo!"
"¡Allá tú!. ¡Tú verás lo que haces!"
"Te prometo que no vuelvo a follar sin condón. ¿Vale?"
"Ni con Jacinto"
"Bueno. Aunque Jacinto me prometió que no follaría con nadie más que yo"
"¿Ya con promesas en el primer polvo?"
"En el primero no"
"¿Entonces hubo más?. ¡Eres una máquina tío!. ¿Te lo volviste a trajinar otra vez?"
"Sí"
"A pesar de lo que le había dolido?"
"Hombre ya se le había pasado el dolor"
"¡Qué rapidez de recuperación!. En total, ¿cuántos fueron aquel día?"
"¡Sólo uno!. El que te conté"
"¡Ah!. ¡Osea que os volvisteis a ver otro día!. ¿También en el río?"
"En el río y en otros sitios"
"Entonces no fueron dos veces, fueron más"
"Sí. Varios hasta que me vine aquí. Ayer echamos los últimos cuando nos despedimos. Y entonces me dijo que sólo follaría conmigo y que estaba enamorado de mí"
"Primero déjame cerrar la boca y ahora dime, ¿cuánto tiempo estuviste beneficiándote al niño del Alcalde?"
"Pues dos o tres veces al día desde que ligamos y hasta ayer por la tarde que fue el último"
"¡Chingasteis como descosidos!. ¡Joder que cabrones!. ¡Menudo aguante tiene la pequeña del Alcalde!. ¡Y eso que era virgen!. ¡Y a ti ya te llega, macho!. Aquí ya puedes ir moderándote, o terminamos llevándote a La Paz para que te recuperes del desgaste. ¡Joroba con Germancito!. Te van a llamar el pollón de oro, guapo. ¡Cómo se entere Carlos!. Te secuestra y no te volvemos a ver. De lo que me has contado ni una palabra a nadie. Excepto a Paco y Gonzalo, claro"
"Yo sólo os lo cuento a vosotros, pero a los demás no tengo por que decirles nada. Y Jacinto no es ninguna niña. Es todo un tío. Y además tiene un aire contigo. Y yo creo que también estoy enamorado de él"

¡Y cómo no va a tener un aire conmigo, si a la bisabuela de su padre se la pasaba por la piedra mi bisabuelo!. Y además, según dicen los viejos del lugar, todos los hijos de la buena señora eran de mi ilustre antecesor y no de su marido, que era su administrador. ¡Normal que Jacinto tenga un aire de familia!. Si a más de un barón le hubiesen hecho un lazo en el pito, habría mucha menos densidad demográfica en los alrededores de Fontboi. Me dije a mi mismo, aunque sólo pronunciase lo siguiente restando importancia a la posible semejanza física que podría haber entre Jacinto y yo:

"Sí. Es posible que se parezca algo a mi familia. Puede que haya un parentesco lejano..... ¿Y por qué crees que estas enamorado de él?"
"No sé. Porque le quiero y me gusta; y a todas horas deseaba estar con él. No sólo follando sino hablando, o simplemente a su lado sin decirnos nada"
"¿Te daba morbo hacerlo con él?"
"No sé. ¿Qué quieres decir?"
"Que si sentías una sensación distinta aparte del gustirrinín que te daba echar el quiqui"
"¡Yo qué sé!. No sé como explicarlo. Podría estar todo el día dale que dale sin cansarme.
"¡Eso no es morbo!. ¡Eso es ser un obseso!. ¡Un auténtico salido mental!. ¿Pero además de eso no notabas una excitación irresistible como consecuencia de la situación, o hacia un gesto determinado o postura concreta?. ¿O quizás que al hacerle algo especial hayas sentido una mayor atracción que antes?". Insistí yo.
"Sí, claro..... Me ponían caliente sus miradas y que me dijese que se la metiese más. También me pongo como un burro al separar las piernas y abrirse las cachas para que le coma el agujero. Y con lo que más se me levanta es cuando vamos al cine y me dice al oído que no puede aguantar más sin tenerme dentro; y con la misma, se afloja el pantalón para que introduzca mi mano por detrás y le meta un dedo en el culo después de habérmelo chupado. Es como si te hiciesen unas cosquillas de esas que no puedes aguantar pero quieres que te las sigan haciendo porque te estás cagando de gusto con ellas"
"Podría valer el símil. Pero sin descojonarte de risa como cuando te hacen cosquillas, claro". Comenté.
"Hombre, algunas veces también nos reíamos metiéndonos mano y revolcándonos por el suelo. Ya te digo que me gusta estar con él aunque no hagamos nada especial. Habla muy bien. Así cómo tú. Y me agrada mucho que me cuente lo que lee. Hay cosas que no entiendo bien, pero él me las explica y a mí me gusta escucharlo"
"¿Y no te dio pena dejarlo y venirte a Madrid?". Pregunté.
"Sí. Claro que me da pena no verlo y no poder estar con él. Pero también tenía ganas de estar con vosotros y conocer Madrid. No se pueda tener todo. Digo yo"
"¿Te gustaría que también viniese él?"
"¡Naturalmente!. Pero no puede porque tiene que estudiar. Y además sus padres no le dejarían venir con alguien a quien no conocen de nada"
"A mí si me conocen"
"Pero no creo que dejasen al hijo venir a tu casa"
"¿Por qué?"
"Porque en el pueblo hablan de vosotros y dicen cosas que no a todo el mundo le gusta oír"
"¿Dicen que somos maricones?"
"Algo así"
"¿Y a ti no te da vergüenza que todos sepan que eres amigo nuestro?"
"No. ¿Por qué iba a darme vergüenza?. Yo soy igual que vosotros y también me gustan los tíos. Además a mis padres no le importa que sea así. Osea que yo también soy maricón; y a mucha honra. Y tampoco me importaría que todos se enterasen que quiero a Jacinto. Si no le hiciese daño a él lo pregonaría por todo el pueblo"
"En el fondo es mejor que lo sepan. Así cuando vayamos allí no tendremos que andar con ninguna clase de miramientos. Paco será para todos mi consorte y la verdadera baronesa de Idem; y Gonzalo el amante de los dos. ¡El trío perfecto Germán!. ¡El trío perfecto!. Te lo aseguro yo. ¡Ojalá seas tan feliz con Jacinto como lo soy yo con los dos!". Dije hablando más para mí mismo que para el muchacho, y añadí dirigiéndome a él: "De todas formas es pronto para que puedas saber si de verdad estás enamorado de Jacinto"
"¿Y cuanto tiempo hace falta para saber eso?"
"No es cuestión de tiempo"
"¿Entonces hace falta follar más veces para saberlo?"
"¡No!. ¡Tampoco es cosa de follar mucho o poco!. La cosa no es nada fácil, no creas. Y todavía tienes mucho tiempo para complicarte con eso. Espera un tiempo; y si sigues sintiendo lo mismo por él, entonces tendrás que meditarlo más seriamente. Ahora procura divertirte en Madrid. ¡Pero con tiento y sin perder los estribos!. ¿De acuerdo?"
"Sí. Me divertiré, pero me parece que voy a seguir queriendo a Jacinto más que a nadie. Lo que me pidió es que lo llame por teléfono o le escriba una postal por lo menos. Mañana le llamo. ¿Me dejas, verdad?"
"Si quieres llámalo ahora, o cuando tú quieras. Y las veces que te dé la gana. Ya sabes que estas en tu casa y no tienes necesidad de pedir nada. Lo coges y punto"
"Gracias. Entonces lo llamo ahora, que seguramente está en su casa"

Y salió de la habitación disparado al teléfono para hablar con su amado Jacinto. ¿Hay algo más bello que el primer amor entre dos adolescentes?. Me alegraría por los dos si este fuese su primer y único amor para toda su vida. ¡Pero es tan difícil superar el paso del tiempo!. La cotidianidad provoca el tedio, y el tedio elimina el deseo. Y la ausencia del deseo enfría el amor. ¿Y cómo mantener ese deseo que avive el amor?. Evitando la rutina y desterrando toda obligación o derecho carnal en la pareja. La práctica del sexo ha de ser apetecida y deseada sin condición o coacción alguna, o lo contrario es opositar al fracaso. Entre seres inteligentes no cabe el derecho de pernada ni la férrea posesión del ser amado.

Todavía hubo de pasar un rato para que Germán apareciese nuevamente con una beatífica sonrisa que le iluminaba la cara de oreja a oreja.

"¿Te echa de menos?". Le pregunté.
"Sí. Mucho, me dijo. Y yo a él"
"Venga chaval, que pronto volverás a estar con él"
"No porque se va a Santiago y hasta que vuelva de vacaciones no puedo verlo"
"Si vas tú a Santiago sí"
"Mi padre no me da tanto dinero como par ir y venir a mi antojo cada dos por tres"
"¿Para ir algún fin de semana tendrás?. ¡Vamos, digo yo!"
"Sí. Para ir de vez en cuando sí. Pero sólo muy de vez en cuando"
"Bueno. Dejemos eso ahora. Anda vamos a dar un paseo antes de que vuelvan Paco y Gonzalo. Venga... Alegra esa cara. Si tanto te quiere sabrá comprenderlo. Y cuando tengas muchas ganas de estar con él y no tengas cuartos, me llamas. Yo te prestó el dinero. ¿De acuerdo?"
"Tu no tienes que dejarme nada"
"Yo dejo lo que quiero a quien me da la gana. ¿Te parece bien?"
"Sí. Pero si me lo dejas no te preocupes que te lo devuelvo en cuanto pueda"
"¡Por descuidado!. ¡Eso ni se me ocurre ponerlo en duda!. Osea que tranquilo que todo está arreglado. ¿Hace?"
"¡Hace tío!. Eres un tío cojonudo, Adrián. Bueno los tres sois cojonudos.
"¡Y muy guapos!. ¿O no?".
"Sí. Sobre todo Paco". Me dijo Germán.
¡Otro puñetero al que le comió el coco Paquito con sus prendas y gracias!.
"¡Gracias por lo que nos toca a los demás!". Protesté yo.
"¡Hombre Gonzalo también está muy bien!". Añadió.
"¡Lo acabas de arreglar!. ¿Y yo qué?. ¿No valgo nada?"
"Tú eres distinto"
"¡Más viejo!"
"¡No!. Más hombre. Muy elegante y muy interesante, como dicen las mujeres cuando le gusta un tío de tu edad"
"¡Oye qué no soy tan mayor!". Dije yo rebotándome.
"¡Bueno no es eso!. Ya me entiendes lo que quiero decir"
"Bueno, a ti te lo permito. ¡Pero a otro le hubiese dado una hostia en los morros!. ¡Venga, cabroncete chigandor, sal por la puerta"

¡Me encanta esa rústica franqueza tan cándida que tiene Germán!.
Y salimos a la calle y a mí me parecía más oportuno ir hasta Serrano, pero al chico le atrajo más el Retiro y allá nos fuimos a pasear por el parque, bordeando luego el estanque con el permiso de don Alfonso, cuyo monumento impresionó a Germán. Pero el que más llamó su atención fue el del "ángel caído". Y mucho más cuando le expliqué que era la única estatua dedicada al demonio que existe en el mundo; al menos que yo sepa. Según sus palabras: "¡Menudo cuelgue que debía tener el que la puso ahí!. ¡Para flipar dando órdago a la grande sin un puto rey!". Si hay algo que le apasione a Germán es el mus. Y aunque el paseo fue largo, aún tuvimos tiempo de acercarnos hasta Goya y regresar a casa por el Paseo de Recoletos, donde tomamos el aperitivo sentados en una terraza. Germán miraba a cuanto muchacho pasaba por la acera; pero luego, sus únicos comentarios eran para constatar que Jacinto los superaba a todos en toda clase de virtudes. El muchacho daba síntomas de estar plenamente colado por el niño menor del Alcalde del pueblo. Y todo hacía prever que su estancia en Madrid no iba a ser tan lujuriosa como cabría esperar en un chaval de dieciocho años que visita por primera vez la gran ciudad para disfrutar de su vida nocturna yendo de bar en bar hasta recorrer todos sus antros de ambiente y vicio. Por un momento me dieron ganas de facturarlo para el pueblo, preservándolo así de cualquier posibilidad de menoscabar su integridad moral. Era una lástima que aquel alma inocente llegase a corromperse con esa libidinosa lujuria que apesta a tabaco mezclado con alcohol, porros, poppers y retrete.

Cuando llegamos a casa, Paco nos esperaba en el salón y todo estaba dispuesto para sentarnos a la mesa en cuanto llegase Gonzalo. Germán le dio dos sonoros besos a Paco, que a su vez lo abrazó fuertemente, y como una ametralladora contó nuestro paseo, casi paso a paso y sin omitir ningún lujo de detalles. En esto llegó Gonzalo, y el chaval se interrumpió para abrazarle con la misma efusión con que lo harían dos inseparables colegas que se reuniesen para pasar unas vacaciones juntos. Repitió otra vez la parte de la caminata que Gonza no había oído, y nuestro atípico mayordomo nos indicó que ya podíamos pasar al comedor.

Nada más dar comienzo a la comida, consideré que era el momento de hacer partícipes a Paco y Gonzalo del notición y sin más preámbulos les dije:

"¿Sabéis que el niño se nos ha enamorado?"
"¿Cómo dices?". Soltó Gonzalo.
"Lo que oyes. Germán está enamorado de Jacinto"
"¿Y quién es Jacinto?". Preguntó Paco.
"El hijo menor del Alcalde de su pueblo. Bueno. De su pueblo y el mío"
"¡Será cabrón el mocoso!". Grito Gonzalo riéndose y tirándole la servilleta a la cara.
"De mocoso nada que ya es mayor de edad". Dije yo.
"¿Y el otro?". Volvió a preguntar Paco.
"Lo será muy pronto". Contesté yo.
"¿Pero por qué no dejas que se explique el chico?". Intervino Gonzalo.
"¡Pues que os cuente, que os cuente!. ¡Veréis como quedáis boquiabiertos con las habilidades del muchachito!. ¡Menudo elemento nos salió el niñato!. ¡Hala Germán, cuéntales tu odisea en el río!"

Y Germán se la contó y se quedaron patidifusos con su aventura. Bueno, de aventura nada, porque cada vez que la cuenta la cosa parece que va más en serio. Paco también le chilló por no usar preservativo; pero teniendo en cuenta las circunstancias tampoco era cuestión de hacerle un drama por ello, y nos juró que no volvería a follar a pelo a no ser que estuviese seguro que Jacinto solamente lo hacía con él.

"Y aún así con precaución". Le advertí yo. Como es habitual, la más puta siempre es la primera en dar sensatos y virtuosos consejos que muchas veces también es la primera en no seguir. Aunque eso del preservativo siempre lo cumplo a rajatabla y me cuido muy mucho en que también lo haga Gonzalo. A Paco no hace falta decirle nada porque no anda follando con otros por ahí. Ella es "Santa Paca de Idem", patrona de las sufridas víctimas de los cónyuges pendonazos.

El resto de la primera jornada de Germán en Madrid fue bastante tranquila, hasta que por la noche nos tocó cena con algunos de la peña. Y, posteriormente, las consabidas copas por los lugares de moda para que el chico fuese tomando contacto con la marcha nocturna de la gran villa. Y su primera experiencia noctámbula marcó una profunda huella en él.

Como es lógico, tanto en la cena como durante las primeras copas, Germán fue el centro de atención de todas las miradas y conversaciones, pero no pusimos a nadie al corriente de lo de Jacinto. Por el momento era mejor no menear el asunto, sin dar a entender tampoco que Germán viniese o dejase de venir a desfogarse a Madrid. Carlos, que quiso tomarle el pelo con su ironía acostumbrada (aunque sin sarcasmos, puesto que eso con el chaval jamás se lo hubiese permitido), se quedó un tanto sorprendido y frustrado en su intento, dado que Germán, con su típica retranca gallega, no es fácil que se deje tomar el pelo. E incluso muchas veces es él quien te lo toma a ti. Aprendió de su abuelo y de su padre esa particular filosofía del campesino cuya lógica aplastante es irrefutable de puro obvia que nos resulta. Germán no tiene muchos estudios, pero es vivo como una ardilla y listo como un ajo, como suele decirse en el pueblo. Nunca es posible enredarlo, porque le irá dando las vueltas que sean necesarias al asunto hasta enredarte él a ti.

Al llegar al restaurante, Germán quedó un tanto alucinado con los monísimos camareros del local, pero pronto debió hacer mentalmente su composición de lugar y puso cara de haber llegado a la conclusión que tampoco éstos eran mejores que su Jacinto. Desde luego, estaba resultando todo un hombre con ideas claras y firmes. Le encantó el sitio y la cena, aunque al principio le pareció algo rara. Todos nuestros amiguetes estuvieron encantadores con Germán; y en particular Raúl, que no sé por qué me da que en cuanto puede se la pega a Enrique. Sin embargo, el temible depredador, Cris, estuvo sorprendentemente comedido. Al parecer no andaban bien las cosas con Juan José, y tan pronto terminamos de cenar se fue a su casa a esperar la visita del susodicho, de conformidad con el programa sexual preconcebido por ambos. Raúl y Enrique también se fueron, porque no sé que tenía que hacer Enrique al día siguiente, y el resto fuimos a un par de cafés, donde la caída de miradas sobre el muchacho empezó a acentuarse. ¡La carne nueva atrae a las fieras, está claro!. Germán apenas se percataba de la atracción que causaba entre el personal, y Carlos se empeñaba en hacérselo notar, enumerándole todos los gestos, miradas y comentarios a que daba pie con su presencia. Yo por lo bajo le decía: "No le hagas caso que son cosas de Carlos para tomarte el pelo". Pero llegó un momento en que el chico ya no se lo creía, puesto que los hay bastante descarados cuando están ansiosos por ligar a un bonito cervatillo. Y sobre todo a un pavito de dieciocho añitos con un letrero en la frente que casi dice: "a estrenar". Lo gordo vino en los bares poco iluminados cuando descubrió el cuarto oscuro. Quedó perplejo y Carlos y Ricardo le invitaron a entrar. Yo ya le había advertido a Ricardo, que en principio era el más peligroso dada la edad de Germán, que ni se le ocurriese tocar al chaval, porque lo capaba con dos piedras. Pero tanto él como Carlos se pusieron pesados y metieron al chico en las tinieblas del folladero. Paco empezó a poner mala cara y Gonzalo estaba nervioso; y en cuanto a mí no hace falta decir lo que estaba pasando por lo que pudiera ocurrirle a Germán. Pero no tuvimos que sufrir mucho. A los cinco minutos salió como una exhalación, rojo de calor y asombro, y vino hacia nosotros con los ojos abiertos como platos y llenos de incredulidad. Le habían metido mano por todas partes, sin saber quien lo hacía. Y lo peor, en su opinión, era que en aquella tiniebla y en medio de un mogollón informe se oyese como follaban un número indeterminado de sombras sudorosas.

"¡Qué asco!". Exclamaba Germán. "¿Y todos son así?". Preguntaba sin dar crédito a lo que había no visto del todo pero sí sentido y oído. "¡Me puedo morir si alguien me vuelve a tocar!". Seguía diciendo. "Para esto prefiero quedarme en casa jugando al mus". Concluyó el joven galleguiño desvelando su envidiable inocencia.
"No todo es así, ni todos hacen lo mismo". Le aclaró Gonzalo.
"Germán, resérvate para Jacinto que ganarás mucho más". Le aconsejó Paco.
"Esta vez tiene razón Paco, chaval". Le dije yo. "Si tanto le quieres, piensa en él y no hagas nada que luego lamentes" Añadí, haciendo gala de una sensatez que ya quisiera aplicar siempre en mis actos. Y Gonzalo también; porque es otro mamón como yo.

Carlos y Ricardo surgieron más tarde de la penumbra, el primero muerto de risa y el otro con el atuendo descolocado, y Germán los miró como si fuesen bichos raros venidos de otro planeta. Carlos nos contó que el chaval casi se lía a leches allí dentro, y que venía descojonándose porque uno de los que estaba con los pantalones a media asta, poniendo el culo en pompa, era Guillermo, el cotilla oficial del reino gay.

"¿Y se dio cuenta que lo conociste?". Pregunté.
"¡Por descontado que sí!. Le llamé puta... Y mi voz la conoce hasta dormido". Contestó Carlos.
"¡Y tú parece que vienes un poco descalabrado!". Le dijo Gonzalo a Ricardo. "¿Qué estuviste haciendo, golfa?". Le preguntó.
"¿Esta cerda?. Lo de siempre. Morrearse con una cosa que no se sabía bien a que especie podía pertenecer. Tanto podía ser escarabajo, cucaracha, o bicho sin clasificar. Uno de esos híbridos indeterminados que le gustan a esta zorra vieja. ¡Qué no es lo mismo que vieja zorra!". Se apresuró a decir Carlos, con la sana intención de zaherir a Ricardo.
"La cara no se la vi bien, pero al tacto estaba muy bueno el chaval. ¡La envidia que te corroe porque no ligas ni con el más feo!. ¡Vieja gorda!". Alegó Ricardo.
"Solamente rellenita, mona. Y lo de mona es por la especie animal, que quede claro". Atacó Carlos.

Y en ese momento salió del cuarto oscuro una cosa blandengue, flaca y horrorosa, que iba de falsa pequeña pero que ya no cumplía los treinta, y a Carlos le faltó tiempo para decir casi a gritos: "¡Mira tu ligue adolescente!. ¡Menudo caldo de gallina se hacía con él!. Caldo solamente, porque a ese ya no hay quien le meta el diente de correoso que está. ¡Ja!. Encima de puta, ciega, y sin tacto. ¡Vamos, ni en la O.N.C.E. te quieren!. ¡Con tal de que estén medio tísicas, ya te valen!. ¡Y por si no lo sabes, hay pequeñas que también están rellenitas como yo!. ¡Últimamente te vas con cualquier cosa, mona!". Dijo Carlos para machacarle más.

Y después del éxito, Germán quiso que nos fuésemos a casa; no tanto por la decepción sufrida como por el simple hecho de que estaba cansado al no haber sobado bien la noche anterior debido al viaje; y lógicamente necesitaba dormir. Y con la misma, dejamos a Carlos y a Ricardo en el tugurio, dando por concluido el primer contacto de Germán con la noche frívola de Madrid. Permaneció un mes con nosotros, pero aunque se divirtió a sus anchas no olvidó a Jacinto, con quien hablaba todos los días, y permaneció fiel a su amor, soñando a todas horas con volver a estar junto a él. Es de suponer que debió dejársela pelada de tanto meneársela; mas follar con otros no folló.

En su segunda visita a Madrid vino acompañado por Jacinto; pero de eso hablaremos más adelante.


No hay comentarios:

Publicar un comentario