lunes, 3 de enero de 2011

Reflexiones del barón

Se cansó de jugar en el agua deslizándose sobre las olas y corrió por la orilla haciendo alguna cabriola, hasta que con un salto quedó cabeza abajo apuntando al cielo con los pies, muy estirado en perfecta vertical y apoyado tan solo en una mano. El resplandor del sol sobre el agua le cagaba los ojos y una sombra alargada alivió esa ceguera y le permitió ver unos pies desnudos delante de su cara. Perdió el equilibrio y cayó sobre la arena mojada. Y al levantar la vista vio el resto de esa figura que le hacía sombre y lo protegía del sol. De buena estatura y cuerpo atlético, con la piel más clara que la suya, fijó los ojos en él y unos relámpagos verdosos se clavaron en los suyos. Aquella mirada lo prendó y le atravesó el cerebro y, sin pronunciar ni una palabra, entendió lo que quería decirle. Le tendió una mano y él se aferró a ella y de un tirón enérgico lo alzo del suelo, pero, aunque su gesto fuese amable, le obligó a bajar la cabeza y mirar al suelo. Se dio la vuelta y comenzó a caminar y él siguió sus huellas como un perro sin mirar hacia arriba por respeto y miedo a manchar con el deseo aquella espalda perfecta. Y cuando se detuvieron, él ya no era más que la sombra que la otra figura proyectaba sobre el suelo. Supo que le pertenecía y siempre sería lo que quisiera hacer de él. Y perdió la libertad, pero conoció la pasión y ganó ese amor que lo abrasó por dentro

2 comentarios:

  1. Voy a pasar por la playa mas seguido!
    Besos
    ELi

    ResponderEliminar
  2. Dicen que quien la sigue la consigue, aunque a mi ese refrán nunca me dio resultado. Besos

    ResponderEliminar