domingo, 23 de enero de 2011

Reflexiones del barón

Se dice que una imagen vale más que mil palabras. Y yo no sé si eso es del todo cierto, porque lo que muestra la imagen lo ves y en la mayor parte de los casos deja poco a imaginar más allá de lo que enseña. Pero la palabra dicha o escrita induce a pensar e imaginar y explorar otras realidades y mundos a penas soñados por quien escucha o lee. Más teme el tirano a la palabra que a cualquier arma convencional, pues esa solo pueden matar y el verbo no muere ya que se trasmite de unos a otros y se propaga más rápido que el viento, modificándose y ensalzándose cuanto más la persiguen hasta convertirse en mito para muchas generaciones. Cualquier expresión de la inteligencia son las joyas de las que puede estar orgullosa nuestra especie. Mas, de todas ellas, quizás la palabra es la más sublime porque nos aporta la clave para idear y reflexionar sobre todo cuanto existe y también respecto a lo admitido como cierto sin estar probado. Nada escapa a la mente si se transcribe y se da a conocer de forma escrita, puesto que, por mucho que se empeñen las mentes más conservadoras o retrógradas, es difícil destruirla e impedir su difusión y que de boca en boca se conozca lo que ha pretendido decir el cerebro de su autor. La imagen es la pura expresión de la vista, como la música es del oído. Y, por supuesto, nutren la mente y se subliman en la imaginación y aumenta su belleza el deseo de algo que evoquen. Y la palabra es todo eso y más, ya que tras de los signos que leemos formando frases, se construyen en nuestras cabezas aquello que aparentemente no se dice pero se intuye o sospecha, o simplemente que queremos entender. Y de la misma manera pasa al oír la voz que nos habla de ideas que avivan los sentimientos, pues necesitamos a veces que nos los digan para sacarlos del fondo de nuestro ser 

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