domingo, 28 de agosto de 2011

La casa grande XIV


Una extraña sensación me inquietaba y se acrecentaba a cada metro que recorría para acercarme más a la casa grande. No estaba nervioso ni me dominaba el miedo o tan sólo un temor a encontrarme con algo inesperado, si es que tratándose de esa casa pudiese haber alguna cosa que me sorprendiese. Y al dar la última curva del camino, la vi, enseñoreándose del entorno como una aristocrática dama contagia el aire al abanicarse con elegante sensualidad. Me pareció la misma sin cambios aparentes ni en su fachada ni en el jardín que la rodeaba. Y, sin embargo, al apearme del coche y mirarla desde las verjas del portalón, me di cuenta que no estaba tan deslucida como entonces y los cristales de las ventanas y balcones no estaban quebrados ni estallados y hasta lucían limpios al darles la luz mortecina del final de la tarde.
Me quedé quieto sin intentar entrar empujando la puerta ni comprobar si estaba abierta o cerrada. Y un crujido de pasos me sacó de la estúpida parálisis en que me dejara el hecho de reencontrarme con esa mansión. Era un mozo de aspecto joven y sano, vestido con un peto de faena, que, al no llevar puesta una camisa, enseñaba a medias su torso y la fortaleza de unos brazos curtidos y acostumbrados a las labores del campo. No me sobrepasaba en estatura y al llegar junto a la puerta de hierro, me miró con sus ojos pardos, grandes y bien defendidos por largas pestañas; y lo único que se me ocurrió pensar al verlo fue que nunca había reparado en que los chicos de pueblo, aun con esos atuendos poco favorecedores, fuesen tan guapos como los niños pijos y bien acicalados que se ven en la ciudad.Y este lo era y mucho, además. 
El veinteañero me saludó sonriente y me preguntó, dándolo ya por hecho, si yo era el nuevo dueño de la mansión. Y afirmé con un movimiento de cabeza sin pronunciar todavía ninguna palabra. Y sin darme tiempo, él se adelantó y me dijo que se llamaba Castor. Y no le dije mi nombre puesto que me lo anticipó el chico, diciéndome que el anterior dueño le había informado de la venta y que tuviese preparada la casa y la finca para cuando yo llegase a ella. Y realmente, al fijarme más en todo, aquel jardín no era la selva que yo esperaba encontrar, ni la tierra estaba descuidada o los arbustos desmadrados y medio secos. El parque de la casa grande parecía otro del que yo conociera y el chaval sin duda se enorgullecía de ello a tenor de su mirada y la seguridad conque me recibía en la que ya era mi casa. 
Y abrió las dos hojas de la gran puerta de lanzas de hierro, ahora pintadas de verde oscuro en lugar de oxidadas como antes, y me preguntó si quería que él entrase el coche y lo llevase a una cochera que se había tomado la libertad de habilitar en un viejo galpón entre la casa y las cuadras. Accedí con otro movimiento de cabeza y entré en mi propiedad sin volver la vista atrás ni recapacitar en lo que me estaba pasando con cada paso que andaba para ir hacia la puerta de la casona. Castor llevó el coche y seguí mi camino para entrar en la casa después de tanto tiempo sin atreverme a volver a esa construcción, que por un instante me dio la impresión de tener vida propia.
Empujé la puerta y entré al distribuidor principal de la planta baja y me asombró que nada hubiese cambiado en tanto tiempo y que si entonces había suciedad por todas partes y telas de araña disputando el espacio a la mugre, ahora los muebles y objetos relucían y hasta las tapicerías y cortinas estaban como si fuesen nuevas. Sería acaso obra de Castor toda esa limpieza y orden?. Si era así, el chico era una joya y de inmediato me dio lástima que todos sus esfuerzos se fuesen al traste en cuanto le prendiese fuego a la casa con todo lo que había dentro. Mi intención era no salvar nada ni dejar algo que pudiera alimentar la memoria de quienes viesen en el futuro un sucio montón de escombros calcinados. Por quemar, quemaría hasta los árboles y todas las plantas, pero ya me daba mucha pena que todo el trabajo de ese voluntarioso joven se perdiese convertido en humo. 
Y estando en estas consideraciones y dudas, porque ya tenía serias dudas sobre lo que decidiera antes de llegar a la casa, oí a mi espalda la voz del chico que me preguntaba con un ilusionado tono de voz si encontraba todo a mi gusto. Y cómo iba a decirle que mi gusto era verla completamente abrasada. Yo esperaba que la casa estuviese en un estado contrario de como él la tenía. Deseaba ver una ruina para que mi labor de destrucción fuese menos drástica. Y no esperé más para preguntarle si el anterior dueño le mandara cuidar tan bien la propiedad y mantenerla en tan buen estado. Y di por supuesto que, además, le había proporcionado dinero para ello, dejándome de una pieza el muchacho al aclararme que todo lo hacía por su cuenta, a cambio del permiso del otro propietario para instalar un invernadero en el que cultivaba flores y plantas medicinales y también ornamentales. Con las ganancias de ese pequeño negocio se mantenía e iba poniendo parches en la casa para hacerla habitable. Porque él se alojaba en la mansión, usando uno de los antiguos cuartos del servicio. Me dijo que al ser más pequeño costaba menos mantenerlo caliente en invierno y para él y su novia no necesitaban una habitación tan grande como las del piso principal. 
Porque era la novia quien le ayudaba en la limpieza y con todo ese lío de tener las cosas de una casa en su sitio y preocuparse de la comida y otras faenas para las que a él no le quedaba tiempo si quería que todo aquello fuese arriba y no se perdiese todo su esfuerzo. Y antes de que yo le preguntase más sobre su relación con ella, me aclaró que, aunque Sole, que así la llamaron sus padres desde el nacimiento, vivía en el pueblo con su familia, a veces se quedaba en la casa; y lógicamente compartían la misma cama y habitación. Eso hizo que me acordase de mi mujer y de los años tan felices que vivimos al principio de nuestra relación. Y deseé sinceramente que estos dos chavales, tan jóvenes todavía, disfrutasen de sus ganas de vivir el gozo de amarse. La chica no estaba en la casa porque acababa de irse al pueblo y sentí un deseo enorme de conocerla y ver si era tan guapa como para hacer una buena pareja con ese novio que me estaba cayendo estupendamente.
Ese chaval me estaba gustando por su decisión y ansias de aprovechar la vida aclimatándose al entorno, pero amoldándolo a sus necesidades y aficiones de la mejor manera que sabía. Y para ser sincero he de decir que desde ese mismo momento entendí y vi claro que su tesón merecía al menos un respeto a su labor y no deshacer para acallar mis miedos y cismas todo lo conseguido con su esfuerzo. Y le pregunté: “Y vosotros dos habéis hecho todo esto?”. Castor bajó la vista al suelo y con una voz menos segura me respondió que no. Que en la finca estaba otro joven que les ayudaba en todo, aunque últimamente donde más tiempo pasaba era en los establos. “Acaso también hay caballos?”, le pregunté con tono de asombro. Y me pareció que el mozo dudaba en contestarme, pero al insistir respondió: “Todavía no....... Pero él me asegura que el nuevo dueño comprará un par de caballos de raza. Y por eso ha dejado las cuadras como un jaspe y se pasa la mayor parte del tiempo allí”. 
Algo me hizo pensar en lo que no deseaba, pero ya no era tiempo de eludir la verdad. Y le pregunté: “Y cómo es ese otro muchacho?”. Y Castor se apresuró a responderme: “Muy majo, señor. Y muy trabajador. Si no fuese por él no estaría la casa en estas condiciones. Fue quien pintó las rejas y ventanas, repuso los cristales de las ventanas y también limpió la piedra y repasó el tejado........ No se cansa de trabajar y tiene que ver como están de bonitas esas cuadras...... Porque no las ha visto todavía. O ya las conoce?”. “Las conozco. Estuve en ellas una vez, pero de esto hace muchos años. Tantos o más de los que tú tienes ahora”, contesté yo. Y añadí: “Y está allí ese chaval. Porque imagino que también es un chico como tú”. 
Me daba la impresión que Castor estaba deseando hablarme del chaval y comenzó a explicarse: “Sí. Debe tener la misma edad que yo .... Si quiere conocerlo iré a buscarlo y lo traigo para que lo vea. Es algo tímido y quizás se azore al ver a un hombre que todavía es un extraño para él. Pero le aseguro que es un tío de ley y muy cariñoso también. Mi novia a veces siente celos de él y me dice que ese chico es tan amable y agradable conmigo porque le gusto. Pero son cosas que se le ocurren a Sole, porque si un defecto tiene es el ser bastante celosa. A mi me gustan las mujeres y a Miguel supongo que también. Pero la verdad es que nunca va al pueblo ni menciona si tuvo novia o si alguna chica le gusta. Pero tampoco habla de si antes de venir aquí tenía amigos o familia. Apareció un día por la mañana, ya hace un año, y me pidió si podía darle agua y descansar un rato al pie de esa magnolia. Lo vi tan cansado y sucio que me dio lástima y le dije si quería lavarse. Y al verlo limpio y recuperado de la fatiga, me pareció un chaval muy agradable e incluso atractivo. Y sobre todo con cara de buena persona. E indagué de donde venía y cuales eran sus planes. Me respondió que venía de otro país y sus proyectos eran encontrar un trabajo y quedarse en un lugar tranquilo donde poder vivir sin más aspiraciones que estar bien y tener un lugar donde dormir. Y le ofrecí quedarse conmigo para que me ayudase a mantener la casa y repartir las labores con las plantas. Y aquí se quedó. Pero hace un par de meses que está raro y hace cosas que no me las explico. Pero él sabrá el por qué y yo me fío de él, pues hasta ahora no me dio motivos para dudar de su amistad y buenas intenciones, tanto conmigo como con mi novia; a pesar de las tonterías que se le meten a ella en la cabeza...... Usted creé que un hombre puede enamorarse de otro?”.  
Dude para darle una respuesta coherente con mis pensamientos al muchacho, pero no me devané demasiado los sesos y respondí: “Bueno. En este mundo hay de todo. Y desde muy antiguo hubo hombres enamorados de otros, que se han amado con tanta fuerza e intensidad como puede hacerlo un hombre y una mujer. Sin embargo, no debe afirmarse sin más que el afecto entre dos muchachos o hombres adultos tenga que ser necesariamente un amor acompañado de un deseo carnal de uno hacia el otro”. Creo que me pasé usando términos tan académicos, pero eso debió convencer a Castor, o al menos puso cara de estar de acuerdo conmigo. Y me volvió a preguntar: “Voy a buscar a Miguel?”. Y como un ramalazo que me espabilase de repente, dije: “No..... Deja...... No te molestes en traerlo........ Iré yo a la cuadra y hablaré con él. Seguramente estará ocupado con algo y es mejor no distraerlo. Aunque sea algo tímido y aunque lo coja desprevenido, no creo que se esconda de mí...... Quizá le de una sorpresa, pero estoy seguro que él y yo vamos a ser buenos amigos”.
Y Castor insistió de nuevo relatándome las virtudes de Miguel: “Lo que más le gusta es ir a bañarse al río. Pero si vamos solos los dos. Cuando está mi novia y quiere acompañarnos él busca un motivo para no venir y quedarse en la casa. Eso es lo que me desconcierta de Miguel. Que no le guste que los tres pasemos un buen rato desfogándonos en el río. Es como si para esos juegos en el agua sólo me quisiese a mí y a nadie más. La verdad es que cuando vamos solos lo pasamos estupendamente, porque nos tiramos al agua a lo bruto y nos damos caladas y hacemos carreras. Y, además no nos importa estar en bolas y tomar el sol tumbados como lagartos sintiendo el calor en todo el cuerpo. Cuando estamos solos parece otro y siento que es muy feliz al verme a su lado...... Y yo también lo soy, que conste. Me gusta estar con él y me siento más libre para decir y hacer lo que me de la gana. Es distinto a estar con Sole. Pero ella me atrae de otra manera y además está lo del sexo. Ahí si que gana ella a Miguel!. Es muy guapa, ya la verá mañana. Y creo que está muy enamorada de mí. Tanto como yo de ella. Esa es la verdad”.
Ya tenía ganas de conocer a ese Miguel y también a Sole. Pero dónde quedaban mis planes destructivos?. Mi pensamiento era acabar con la casa grande esa misma tarde. Pero, al ver la cara de Castor y el entusiasmo del chico con todo lo que había levantado en ella, mi ánimo comenzó a claudicar y aceptar la idea de demorar la ejecución de la sentencia que yo mismo había dictado contra la gran casona. O mejor dicho, contra Alfredo y contra mi mismo, realmente. Además, por el momento este fantasma de mis recuerdos no se había manifestado todavía, como en el fondo yo esperaba nada más pisar el suelo de la casa grande. Y eso era un factor positivo a tener en cuenta para suspender por unas horas o días el cumplimiento de mis designios de destrucción. Pero tuvo que volver a hablar Castor del otro chico y se me pusieron los huevos de corbata. 
Y dijo: “Lo que pasa es que, como ya le dije, de un tiempo a esta parte está muy raro. Y coincide con esa manía que le entró por los caballos. Se pasa horas en la cuadra como si ya estuviesen los animales en ella. Y creo que algunas noches ha dormido allí en lugar de hacerlo en su cuarto. Que además cambió de habitación, también, y le dio por dormir en una de arriba, que me parece que era la del hijo de los antiguos dueños de esta casa, que se llamaba Alfredo y le gustaban mucho los caballos. Parece ser que se mató montando uno que no estaba domado del todo. Casualidades de la vida, no cree?”. Y tanto que hay casualidades en la vida y vaya si debía creerlo!. Que me iba a contar ese chaval de los Alfredos!. O del único Alfredo si es que el mío era el mismo que el de Amalia, lo que todavía no tenía claro ni me atrevía a conjeturar nada al respecto. Y Castor añadió, por si fuera poca la leña que ya alimentaba el fuego: “Será que le contagió esa afición dormir en el mismo cuarto y lo poseyó el espíritu de ese Alfredo?....... Yo no creo que existan fantasmas....Porque usted no creerá en fantasmas, verdad?..... No existen. A que no?”.
Así como escuchaba a Castor me iba quedando rígido y sin aliento. Y con un temblor en las manos que me delataba, sólo pude gritar:”Voy al establo a ver a ese chaval...... De que color son sus ojos?”. Castor hizo un gesto de incomprensión ante mi reacción y pregunta, pero respondió: “Pardos como los míos, creo”. “No estás seguro?”, pregunté. Castor lo pensó unos segundos y dijo: “Sí. Pero como ya le dije anda raro y a veces al mirarme me parecen que cambian de color y parecen..... No sé. Puede que sólo sean figuraciones mías y no le pase nada raro a Miguel”. “De que color te parecen sus ojos?”, le interrogué casi gritando. El chico hasta se asustó al verme tan agitado y con una voz apagada me contestó: “Creo que se parecen a los de la señora del retrato de la sala. El que está sobre la chimenea...... Pero él los tiene pardos, señor. Son como los míos y no grises. Así que debe ser por efecto de la luz que algunas veces se los veo de ese color....... Y suele ser cuando estamos solos y me mira a los ojos, o si me habla de los putos caballos de los cojones, que solamente están en su mente y no en la cuadra..... Al oírlo se me pone la piel de gallina de tan real como ve a esos animales que todavía no existen. Parece como si ya los tuviese delante y pudiese tocarlos y montarlos........ Un día se puso tan pesado con ese tema que llegó a asustarme. Pero Miguel nunca ha hecho nada para que le tenga miedo porque le gusten tanto los caballos y me mire con unos ojos brillantes como luceros en una noche de luna llena”. “Y su sonrisa es fascinante”, añadí yo. “Sí”, contestó Castor. Y el chico se encogió de hombros sin entender del todo mi deseo de ir a ver al chico en lugar de que él viniese a presentarse al nuevo amo de la casa grande.

4 comentarios:

  1. Alfredo es un demonio o un ángel de la seducción. Parece que no solo es posible que un hombre se enamore de otro, también se puede enamorar de un fantasma...
    La historia cada vez más atrapante.
    Besos Maestro

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  2. Creo que toda criatura tiene algo de ángel y demonio. Y en esa doble condición radica el encanto que pueda tener. Tú mismo sin duda eres las dos cosas y ambas son igualmente atractivas y seductoras. Y en mi opinión uno se enamora de una persona, sin que su sexo o realidad importe más que el atractivo que ejerza sobre esa otra persona. Me alegra que esta historia te guste y logre entretener a quien la lea. Besos, querido stephan

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  3. A veces las cosas no salen como uno las piensa porq los sentimientos son mas fuertes que nuestra razon... veremos q sucede...
    Besotessss Maestro!
    Eli

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  4. Tienes mucha razón, amiga mía. La razón nos dice lo correcto, o lo que creemos acertado, pero el corazón manda y nos impulsa donde considera que está Lo que nos hará felices, aunque en realidad nos empuje al desastre. Pero siempre es preferible eso a lamentar no haber vivido conforme a nuestros deseos. Besos

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