Al verla reflejada en el Salzach y oyendo los sublimes compases que un día compuso Mozart, crees que el tiempo se detuvo y te invade una dulce sensación de tranquilidad y confort. Y nunca llegas a saber desde que ángulo resulta más hermosa ni por que lado te parece más bella. Sólo podrás decir que Salzburgo es incomparable y para ser espléndida no precisa ser la capital de un imperio
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