domingo, 3 de abril de 2011

Reflexiones del barón


El tiempo está muy cambiante estos días y se acusa más en la mar, que se agita y encrespa teñida de gris plomizo al igual que las nubes que encapotan el cielo. Vemos algunos destellos de sol que pinta de luz dorada el agua y el aire. Somos poca cosa comparados con los elementos de esa naturaleza que nos cobija y alimenta con nuestro esfuerzo y también a veces a nuestro pesar, pues la forzamos en exceso para exprimir lo más posible su jugo; pero ahí está para soportar incluso nuestro poco sentido y paliar con su grandeza nuestra falta de conciencia al abusar de los frutos que nos da y el regalo que nos hace con su existencia. El tiempo anda revuelto, suele decirse por aquí. Y también se añade que todo anda de cabeza en los últimos tiempos con eso del calentamiento de la atmósfera, la crisis económica y las revueltas en otros países, que nos parecen lejanos, pero están a la vuelta de la esquina y sus altibajos y problemas nos afectan y se hacen nuestros en cuanto nos damos la vuelta para evadirnos de ello con nuestro mundo aparentemente más cómodo y seguro. Nada está aislado en esta sociedad de consumo generalizado, que parece más fino llamarle de economía global. Y todo es general y común al ocurrir en cualquier parte de la tierra si somos sinceros y aceptamos que más pronto que tarde también nos alcanzará ese tsunami sin grandes olas saladas, pero de graves repercusiones sociales, que todo lo arrastra y no deja títere con cabeza. 

Las ideologías flaquean y se consumen en sus propias contradicciones, sin destellos de luz ni resplandor solar, y todo lo inmutable se modifica y se vuelve en contra de lo establecido hasta hace escasos días. Quizás sea un nuevo avance en la historia del mundo, o puede que ya no sirvan las viejas verdades que sólo aprovecharon a unos cuantos privilegiados que todavía siguen cortando el bacalao para llevarse las mejores raciones y comerlas en sus opulentas mesas cual señorones. Puede que llegara el momento crucial en que tengamos que ver las cosas bajo otros prismas y plantearse con honradez a donde queremos ir y llevar tras nosotros a las futuras generaciones. No es fácil. Lo admito. Pero es necesario planteárselo en serio y no eludir la responsabilidad que tenemos entre las manos para hacer que este concierto mal orquestado suene con armonía y afinadamente, tal y como debe ser y corresponde a la sinfonía que se fue creando desde el principio infinito del universo     

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