domingo, 11 de septiembre de 2011

La casa grande XVIII

Llegué al río acalorado, siguiendo el paso acelerado de Alfredo, y al ver a los dos chavales tendidos sobre la hierba, retozando como cachorros, me oculté tras un matojo y quise ver donde pararía aquel juego que los tenía enzarzados a los dos. Se reían, pero daba la impresión que era una pelea típica de críos lo que estaba ocurriendo allí. Vi que se detenían y se miraban fijamente a los ojos por unos segundos. Y entonces vino lo que yo esperaba sin desearlo. Miguel pegó su boca a la de Castor y lo besó. Y como si un rayo le cayese sobre la cabeza al otro muchacho, se apartó de Miguel; y sin reponerse de la sorpresa que le causara con ese beso, le arreó un puñetazo que lo tumbó de nuevo, pero ahora dolorido y sangrando por un labio.
Debí intervenir de inmediato para evitar que las cosas subiesen de tono, pero no lo hice y esperé que se desarrollasen por si mismos los acontecimientos. Y no se hizo esperar mucho la respuesta de Miguel y le devolvió el golpe a su compañero con más fuerza de la que lo había recibido él. Castor acusó el puñetazo y cayó de bruces y no le dio tiempo a responder con otro, porque su atacante se levantó y echó a correr hacia donde Alfredo y yo nos ocultábamos. Y Alfredo me gritó: “No dejes que se marche y deje así a Castor!. Oblígalo a volver junto a él y que le pida perdón y consiga hacer las paces con su amigo..... Venga!. No seas timorato y páralo!”. Y lo detuve saliéndole al paso y lo agarré por un brazo y con voz autoritaria, tal como me hablaba a mí Alfredo, le ordené que pidiese perdón a Castor, aunque yo no tenía claro cual de los dos debía hacerse perdonar por el otro. 
Miguel solamente había expresado el deseo que Castor le provocaba con sus bonitos ojos pardos y su cara de macho, tan joven y atractivo, que en realidad a todos los de la casa nos dejaba sin aliento al mirarnos. Y supongo que al estar tan cerca de él y oler la virilidad de su cuerpo, el chico no pudo resistirse a besar esos labios carnosos y tan frescos que le sonreían. Castor se dejó llevar por un sentimiento de macho mal entendido, quizás, y rechazó violentamente lo que tan sólo era una muestra de afecto y de aprecio tan sincero y ardiente como el amor que Sole le profesaba. Y al sentirse herido y rechazado de ese modo, Miguel sacó su vena de hombría y le pagó el desprecio a su amigo con la misma moneda. Pero él atizó empujado por la rabia de no ser comprendido por el hombre que tanto ansiaba tener en sus brazos para amarlo con todo su ser.
Y no sé bien si fueron mis palabras o el propio deseo del chaval por ir de nuevo junto al amigo, el caso es que Miguel dio la vuelta y se fue al lado de Castor, que todavía estaba tendido en el suelo. Se arrodilló junto a él y casi llorando al verlo abatido y sangrando por la boca le pidió perdón y prometió que nunca jamás haría nada parecido. Realmente el asunto no era como para rasgarse las vestiduras, pues tan sólo había un beso entre los dos; y mal dado, por cierto. Sin embargo, la cara de Castor parecía distinta y no supe interpretar su gesto. Ya me había visto, porque salí de mi escondite, pero parecía que no yo no estuviese con ellos. Y, sin pronunciar palabra, Castor puso una mano detrás de la nuca de Miguel y atrajo su cabeza hacia la suya, besándolo con una pasión y una intensidad que seguramente ni a Sole la besara nunca de ese modo. 
Ahora si que estaba desconcertado viendo aquello. Y no quedó ahí la cosa, porque Castor se abalanzó sobre Miguel, aprisionando su cuerpo bajo el suyo, y, sin parar de morrearlo como un loco, le fue dando la vuelta para sobarle las nalgas y buscar con sus dedos el redondel que pretendía traspasar. Miguel no se resistía y yo alucinaba sin entender nada y le pregunté a Alfredo que coño estaba pasando. Pero Alfredo no me respondió ni lo vi a mi lado. Y no hizo falta saber nada más para maliciar lo que sucedía en realidad. No podía verle los ojos a Castor, pero tampoco me hacía falta verlos para saber que ya no eran pardos sino grises. Y Miguel estaba siendo usado otra vez, creyéndose que era su apetecido amigo quien lo gozaba. 
Estuve por interrumpir aquella escena, que me parecía indigna y fraudulenta, pero quedé paralizado y no pude apartar la vista de sus cuerpos enlazados buscándose y palpándose  con un ansia desaforada. Y llegó el punto álgido del juego y ocurrió lo que seguramente nunca había previsto Miguel. Castor, mejor dicho Alfredo a mi entender, logró ponerlo boca abajo y sujetarlo inapelablemente con el peso de su propio cuerpo. Con las piernas separó las del otro chico; y como si una fuerza imparable guiase su pene al punto donde otro quiso dirigirlo, lo penetró casi de golpe y lo violó sin que Miguel pudiese impedir la invasión de su cuerpo. Debió dolerle mucho y seguramente sintió que su carne se partía y sus entrañas se rasgaban, pero no pudo gritar y apenas se oyeron unos gemidos ahogados por la fuerte mano de Castor que le tapaba la boca. No duró mucho, pero Castor, más que jadear sobre el cuerpo de Miguel, emitía bramidos más propios de una fiera que de un hombre. Luego se detuvo y ya no movió su cuerpo sobre el del otro chaval. Y así, uno sobre el otro, se quedaron agotados sobre la hierba a la orilla del río y ante mis ojos asombrados y mi mente alborotada por lo que que acababa de presenciar.
Los dos muchachos no se movían y a mi lado Alfredo me decía: “Ya está. Al fin Miguel tuvo lo que tanto quería. Deseaba a Castor y logró tenerlo entre sus brazos. Buscaba un rato de placer con él y lo tuvo. Y ahora supongo que todos contentos”. “Cómo dices eso!...... Tú lo has violado usando a Castor!..... Y qué pasará ahora entre los dos?”, exclamé con angustia imaginando que pensamientos estarían royendo el alma de Miguel, puesto que daba por hecho que el otro no se había enterado de nada y únicamente actuara de instrumento para que Alfredo llevase a cabo lo que se había propuesto al apoderarse de su voluntad. Me dolía ver a esos dos chavales desnudos y tirados sobre la hierba húmeda, todavía ensartados y aplastado Miguel bajo el peso de Castor, pero no me atrevía a ir hacia ellos ni hacer ningún ruido para no despertar de nuevo otro ataque de rabia de uno hacia el otro a causa de lo sucedido.
Y fue Miguel quien se movió primero y se giró bruscamente derribando a su opresor. Lo miró un instante y se levantó sin advertir mi presencia y se lanzó al agua como si ella no sólo pudiese lavarlo sino también borrar los restos de huellas dejados por su amigo Castor sobre su piel. Castor aún tardó algo más en incorporarse. Y al hacerlo buscó con la vista a su amigo y se fue al agua y nadó hasta la orilla opuesta como si quisiese huir del escenario donde tuviera un mal sueño. Yo estaba desolado y no sabía que hacer para remediar de alguna forma el desaguisado creado por Alfredo. Y le eché en cara esos métodos espantosos que tenía de usar a la gente según su capricho y con el sólo fin de hacer su voluntad. Le llamé retorcido y casi llegué a decirle que me espantaba su proceder sólo propio de un monstruo. 
Sí, le llamé monstruo y estaba a punto de decirle que no quería volver a verlo ni a compartir nada con él, pero Alfredo me calló la boca con un beso y agarrándome fuertemente me gritó: “No digas lo que vas a lamentar antes de que llegues a pronunciar la última sílaba!. Bien sabes que Miguel está loco por ese otro chaval y cada noche desea estar con él en la cama y sentir su calor para entregarse a él con toda el ansia de que es capaz un joven lleno de pasión y ganas de vivir. Si algo deseaba ese chico era sentirse unido a su amigo en el mayor abrazo que dos hombres pueden darse. Verse compenetrados hasta confundir sus cuerpos y los latidos de sus corazones al amarse y fundirse en uno solo lo que antes eran dos. Igual que tú y yo lo hemos deseado entonces y ahora sólo podemos lograrlo usando a esos muchachos. Piensa si realmente Miguel ha sufrido o por el contrario gozó con toda la intensidad que siempre soñó sentir”. Pero no quise escuchar su palabrería y quise largarme de allí para no saber que ocurría al salir los dos rapaces del agua.
No me dio tiempo. Y cuando iba a darme la vuelta para marcharme, oí la voz de Miguel que me llamaba al tiempo que ya salía del agua. Solamente giré la cabeza y lo vi venir corriendo hacia mí y no pude por menos que esperar y escucharlo. Y el chico me pidió que no me fuese y me bañase con ellos en el río. Ni sentía vergüenza por haber sido violado delante mía, ni daba la impresión que el escozor doloroso en el culo le impidiese mirarme con una sonrisa invitándome a jugar con Castor y él dentro del agua. Busqué a Alfredo a mi alrededor y el muy cretino estaba muerto de risa apoyado en un arbusto y meneando la cabeza indicándome con ese gesto que yo era un pringado por tomarme esas cosas del sexo de un modo tan trágico y tremendo. Como él me decía a veces, hacer esto es lo más normal y es lo mejor para pasar el tiempo cuando no hay nada que te preocupe. Y si lo hay, aún se necesita más una compañía agradable con la que puedas pasar un buen rato olvidando todo los problemas y relajando la ansiedad que nos perturba. 
Es posible que Alfredo con su filosofía acomodada a sus apetencias tuviese algo de razón. Mas a mi me seguía pareciendo demasiado transcendente eso del sexo. Y mucho más si se llegaba a culminar el acto con otra persona como hicieran esos chavales. Para mí follar era más importante de lo que decía Alfredo. Y no niego que probablemente él fuese más feliz y tuviese la conciencia tranquila con sus planteamientos al respecto, si es que aún le quedaba conciencia a ese truhán, y no tuviese reparos en usar a otros para complacer sus instintos y sus necesidades de afecto y gozo. Sin embargo, a mi todavía me faltaba recorrer un buen trecho para alcanzar ese grado de frialdad y cinismo para ver las cosas desde esa perspectiva y a través del prisma mental de Alfredo.    
Le dije a Miguel que fuese al agua con el otro, que yo iría enseguida, y agarré a Alfredo por las muñecas y le interrogué: “A cual de los dos poseíste?...... Con cual de ellos gozaste ese polvo, cabrón?”. Estabas dentro de Castor y violaste a Miguel, o fue dentro de ese chaval donde te ocultaste para disfrutar como una puta con el otro macho?”. Y Alfredo me miró muy sereno y me preguntó a su vez: “Me estás preguntando o son reproches motivados por los celos?..... Y si son celos, de quién estás celoso?....  De mí, de Miguel, o de Castor?..... Qué papel te hubiera gustado desempeñar en esa comedia?..... Porque en parte no fue más que eso. Una comedia en la que cada cual eligió el rol que más le apetecía interpretar”. “No te entiendo”, alegué con cara de duda. “Pues deja que te lo aclaré, so tonto!..... Que eres más inocente que un higo. Y ni siquiera chumbo que tienen espinas y pican si los coges mal”, me fijo Alfredo riéndose otra vez. Y ya me estaba poniendo enfermo con tanta risa y estuve a un tris de darle un puñetazo igual que el recibido por Castor y tan bien dado como se lo atizó Miguel.
“Vamos, muchacho!”, exclamó Alfredo con tono de suficiencia que me repateó todavía más. Y continuó hablando: “No voy a negar que me metí en Castor para enfriar sus ánimos y romper el hielo entre los dos chavales....... Y el inició del beso que le dio a Miguel fue cosa mía. Pero ahí se acabó mi intervención........ Bueno, le soplé a Castor un par de cosillas, pues le falta experiencia en eso de perforar otros agujeros que no sean en la vagina de una mujer, pero nada más que simples sugerencias sin demasiada importancia, aunque esenciales para introducirla por donde debía hacerlo....... Y a partir de ese momento ni siquiera hice de apuntador....... Me limité a observar como hiciste tú...... Y nada más, puedes creerme..... La representación corrió a cargo de ellos solitos y sin mi ayuda para nada más........ Sí. Y no pongas esa cara de idiota que te están esperando para bañarse contigo. Vete con ellos y cuidado que Castor no te viole a ti también. Me temo que le va a coger afición a eso de entrarle por detrás a otro tío que tenga un culo prieto y recio. Y tú todavía lo tienes muy duro”. !Calla la boca, cabrón!”, dije con un exabrupto. 
Si eso era cierto, lo que estaba pasando me superaba. Castor fuera consciente de lo que le hacía a Miguel y ahora o disimulaba aparentando que no pasara nada entre ellos, o se lo estaba tomando con una naturalidad y un cuajo que no me imaginaba eso de acuerdo con la manera de ser de ese muchacho. Y por otro lado, Miguel sólo habría soportado y sufrido el agresivo ataque sexual del otro, o lo disfrutara verdaderamente, como insinuaba Alfredo, e incluso se regodeaba sintiendo el picor y las molestias que le dejara en el ano su compañero?. Me estaba haciendo un puto lío y cuantas más vueltas le daba menos entendía aquel asunto. A ver si iba a resultar que a partir de ese día Sole quedase relegada a un segundo plano en las apetencias sexuales de su novio?. Me costaba  creerlo viendo como babeaba el chico al mirarla y más cuando ella lo encelaba con sus pechos y moviendo las caderas al trajinar por la casa o antes de decirle que le apetecía dormir la siesta un rato; y los demás sabíamos a que se refería la chica con eso de disfrutar la siesta, aunque la dormida fuese nula o se limitase a un rato muy corto. En fin!. Era mejor esperar acontecimientos y dejar a un lado tales quebraderos de cabeza. Por el momento tocaba baño y juegos con los dos chicos y a ver como se portaban el uno con el otro tanto dentro del agua como una vez que saliésemos y nos tumbásemos sobre la hierva para secarnos al sol. Habría malas caras o gestos desabridos?. O por el contrario se mirarían con cierto recelo, o buscándose de nuevo para volver a gozarse mutuamente los dos?. Eso sólo el paso de los segundos y minutos, o quizás horas, lo resolvería. A no ser que Alfredo me mintiera y ninguno de los dos se enterase de nada, o al menos Castor, lo cual no sería extraño en él.

4 comentarios:

  1. Andreas, me has hecho meditar, por qué a veces follando solo me interesa obtener mi placer ignorándo por completo al otro? otras veces me preocupa por sobre todo buscar la forma de darle el gusto, y por último otras en la que me siento formando parte de una máquina que entra a funcionar acelerándose hasta el orgasmo. Esto último es lo más placentero, y resulta que se dá en todas las oportunidades que montamos con mis chicos nuestras sesiones especiales, tú me entiendes a lo que me refiero. La adrenalina y las endorfimas hacen lo suyo y me remontan por encima de lo normal.
    Soy de hecho el que posee, pero no me impide sentir al mismo tiempo y por ráfagas las sensaciones de mis poseídos.

    La escena que tan bien cuentas con el "íncubo Alfredo", me ha provocado esta reflexión.

    Un muy fuerte abrazo.

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  2. Me satisface tu reflexión, porque en todo este relato no hice otra cosa que reflexionar sobre esos mismo que apuntas. A veces es cierto que sólo buscamos nuestro placer y no solamente lo hacen los que poseen, porque también los poseídos algunas veces únicamente les preocupa el gozo que el otro le pueda dar. Y es verdad que casi siempre, una vez que se dispara la lujuria y la adrenalina nos provoca un vértigo desenfrenado, el placer alcanza cotas insospechadas y podríamos dejar toda nuestra energía sin querer acabar o seguir disfrutando con esos otros seres especiales que logran encelar y encelarse ellos también. Alfredo, el incubo, como le llamas, a veces pienso si no será solamente esa parte del subconsciente que llevamos centro y no nos atrevemos a dejar salir. Este salió por sí mismo y no pidió permiso a nadie para hacer notar y manejar a su antojo a los demás. Un fuerte abrazo.

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  3. Lo sumaran a Pedro a los juegos?, como se combinara la historia?, y la querida Amelia?
    Preguntas, preguntas ansiosas... si ya lo se Maestro que tengo que tener paciencia que la historia se desarrolla a su ritmo.
    Segundo: Comparto la opinión del Sr. Germán y suya Maestro Andreas, es justo lo que yo también siento, en como uno a veces se entrega a su placer, a veces busca complacer al otro y a veces logra fusionarse en un momento exquisito y creo que no es algo que pueda forzarse, me ha sucedido con mi Amo que me dice que me suelte y me entregue y muchas veces logro esa conexión que te hace vibrar y otras veces no, no quiere decir eso que no sienta placer, dolor, excitación y felicidad solo que a veces la conexión se hace mas profunda y es como si fuéramos uno con el otro.
    Besos a los dos caballeros!
    Eli

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  4. Todavía no sé bien si quien suma a sus juegos es Pedro o a todos los mete en la danza Alfredo. Y es verdad que esos pequeños o grandes egoísmos, conscientes o no, son parte de la naturaleza humana y muy difíciles de dominar o evitar. Y por eso, cuanto mayor sea el grado de fusión que se logre, más gozaremos. Pero si consiguiésemos siempre eso seríamos perfectos y entonces no seríamos humanos. Besos

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