domingo, 23 de febrero de 2014

Reflexiones del barón

Quien pretenda ser perpetuo no será más que un pobre trozo de piedra que con el paso del tiempo la devora la naturaleza. El musgo trepa y se instala en su piel, mientras que otras raíces hieren el granito y penetran despacio hasta separar la estructura y demoler lentamente la orgullosa fábrica que mostraba antaño. Esa construcción que apenas se sostiene, aún conserva un aire de dignidad como si envolviese voces que conjuran penas murmurando rezos o escuchase de nuevo cánticos y alabanzas rogando una eterna salvación. Y tan sólo es el aire quien habita su desolación y la nada asiste a su paulatina ruina sin estridencia ni más consuelo que la absoluta soledad de su misma existencia que se apaga como la luz sol al llegar su ocaso. Y me atrevo a decir que quizás esa columna en ruinas sea ahora más bellas que lo fue en su anterior esplendor

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