lunes, 30 de agosto de 2010

Reflexiones del barón

Son las nueve y media de la noche y en estas latitudes la luz del día comienza a declinar y el cielo toma una luz amarillenta que da paso a un añil intenso. En la plaza ya no hay las sombras alargadas y los rostros su nublan y entremezclan formando una sola masa con las sillas, las mesas, la piedra de suelo y las fachadas de las viejas casas del barrio antiguo de la ciudad. Sin embargo, todavía distingo cuerpos jóvenes ligeros de ropa que dejan entrever sus muslos e insinúan generosos y recios glúteos que te encienden la ilusión ya perdida de otros años y otras situaciones. Siento calor y huele a mar y es como una brisa que refresca sin notarla ni apreciar su humedad Quizás sea fruto de dos cervezas, pero cuanto más se va la luz del sol y brillan las farolas me doy cuenta que lo único irreal soy yo  

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