Los que vivimos mirando al amar, creamos en nosotros una dependencia vital que nos une por siempre con su elemento. No podemos acostumbrarnos a no sentir la brisa húmeda ni a no percibir el olor a sal. Nos gusta su inmensidad, aunque pueda matarnos envueltos en una ola o golpearnos contra una roca. Pero nos fascina saber que bajo la superficie vive un mundo sumergido al que no podemos ponerle límites. Su inquieta piel azul, o a veces esmeralda, nos hace soñar aventuras y pensar en viajes que quizás nunca emprenderemos viernes, 24 de septiembre de 2010
Reflexiones del barón
Los que vivimos mirando al amar, creamos en nosotros una dependencia vital que nos une por siempre con su elemento. No podemos acostumbrarnos a no sentir la brisa húmeda ni a no percibir el olor a sal. Nos gusta su inmensidad, aunque pueda matarnos envueltos en una ola o golpearnos contra una roca. Pero nos fascina saber que bajo la superficie vive un mundo sumergido al que no podemos ponerle límites. Su inquieta piel azul, o a veces esmeralda, nos hace soñar aventuras y pensar en viajes que quizás nunca emprenderemos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

Vivo en una ciudad costera y tus pensamientos reflejan los mios. Saludos!
ResponderEliminarPuede que sea su grandeza o su aire salobre, pero los que nacimos a la ribera del mar nos señala con su estigma para siempre
ResponderEliminar