Casi no se percibe la brisa, porque al atardecer, en las tardes del final del verano, el viento no quiere molestarnos y nos deja admirar la tranquila hermosura del mar cuando la luz baja del cielo para bañarse en sus aguas. Todo reluce y nos quedamos mudos y apenas pensamos en nada. Sólo, sentados en un cómodo sillón de mimbre, miramos y nos parece que el tiempo se ha detenido o al menos pasa más lento para alargar esa paz que disfrutamos hasta el ocaso, antes de envolvernos las sombras de la noche. Así juega mi tierra con su sol y su océano
Adoro esos momentos en los que nos embruja.
ResponderEliminarCiertamente parece mayor el encanto cuando declina el sol, pero también es especial ver el mar al amanecer
ResponderEliminar