martes, 12 de octubre de 2010

Reflexiones del barón

La grandeza asombra, la fuerza estremece, la furia sobrecoge. Y su belleza es tan apabullante como su inmensidad. Uno hasta tiembla el verlo colérico o al menos un tanto agitado. Y, sin embargo, nos cautiva y nos atrae como un potente imán. Podemos contemplarlo horas enteras y el tiempo se pasa sin darnos cuenta. Siempre cambiante. Nunca igual. Jamás parece el mismo. Y siempre es nuestro mar y nuestra vida, esa verdosa y gruesa masa de agua que nos fascina. Olemos y respiramos la humedad de la sal y el viento nos lo recuerda aún sin verlo, porque lo llevamos en las venas y vivifica nuestro espíritu presentir su cercanía. Nos sentimos suyos y la mar es nuestra

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