Un trozo de madera, desgajada del tronco de un árbol, me recuerda, al ver tirado en la arena de la playa ese tocho cortado por alguna mano que luego lo abandonó a la ribera de la desembocadura del río, el lastre que vamos dejando a lo largo del camino que recorremos a veces despacio, otras deprisa, pero siempre avanzando hacía un final que inconscientemente rechazamos para seguir adelante sin desesperación ni dar pábulo al desanimo y el desaliento. Quizás somos lo que nosotros mismos vamos construyendo y deshaciendo, ya sea solos o con intervención de quienes nos rodean e influyen en las decisiones trascendentes que tomamos. Y el mundo exterior puede que nos ignore, pero también podría ser que nos mirase como a esa parte de un tocón, ya seco por el sol y el aire salado que llega desde el mar, y piensen que estamos solos y dejados de la mano de la fortuna. Pero puede que se equivoquen y sólo estemos descansando para seguir el viaje y alcanzar nuestro último destino
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