jueves, 7 de octubre de 2010

Reflexiones del barón

Desde que yo era niño todo ha cambiado. En general para bien, pero recuerdo algunas cosas que me gustaban más como eran antes. Y al ver ahora una panorámica de mi ciudad, veo cambios en su fisonomía y no todos mejoran la estética que yo recuerdo. Ahora la veo de frente, desde el mar o paseando por un espigón que antes no existía, y no veo el antiguo mercado de hierro y cristal sobre las piedras que mucho antes fueron lamidas por el mar. Tampoco veo detrás las torres neoclásicas de la colegiata, que antes eran dos gemelas marcando silueta contra el cielo, y lo que las tapa es una pared rectangular sin gracia y enlosada de abajo arriba, que ocupa lo que antes fue el mercado. Me encuentro con el mismo edificio náutico, semejante a un barco varado, en el que pasé muchas horas siendo adolescente y que ya no es crema sino blanco, pero que por fortuna todavía está ahí. Y también siguen en su sitio los barcos de vela y las lanchas motoras. Menos mal que de los dos hoteles antiguos y preciosos, todavía queda uno; ahora con un sombrero verde, pero también sigue en su sitio. La torre del Ayuntamiento no estaba antes, pero no me molesta verla ahora. Pero, de todos modos, ya no hay cosas que me parecían muy bonitas y es una pena no verlas ahora  

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