martes, 27 de julio de 2010

Reflexiones del barón

En esa plaza, que es un pequeño parque, pasaba las tardes jugando cuando era niño. Unas veces al pie de esa estatua que representa a un almirante famoso como héroe local y nacional, pero que para mí sólo era un señor de bronce que no se movía, y otras veces jugábamos cerca de una hiena de piedra que me gustaba muy poco. Había otras estatuas y flores y árboles con magnolias y también una fuente de adorno y un chafariz donde bebíamos agua fresca entre juego y juego. Pero lo que no había era álamos a pesar que en mi ciudad a ese lugar siempre se le llamó la alameda. Así son las cosas a veces y les ponemos nombres que no tienen nada que ver con el asunto. Como cuando al sexo se le llama hacer el amor y no hay amor ni lo hubo nunca.

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