Me
arden los pies al caminar sobre la arena como me quema por dentro la
angustia de no verte. Huelo el mar y lo escucho y casi puedo tocarlo
aunque no lo veo. Apenas sopla una tenue brisa y sólo miro mis
propias pisadas y las ondas que va dejando el viento sobre las dunas.
Son señales inestables que pronto cambian y mudan de lugar pero no
de forma. Son marcas que parecen permanentes porque el aire las
renueva sin cesar. Y, sin embargo, no son las mismas ni nunca se
repiten de igual manera.
Los arañazos que tú me dejaste son más
hondos que ese rastro y cambian también para hacerse más grandes en
alguna noche que las estrellas me traen algunos recuerdos, o para
suavizarse y mitigar su escozor cuando el sol me deja ver la sombra
de tu imagen. A plena luz todo adquiere otra dimensión y nada es lo
mismo que a la luz de la luna. Y al amanecer se puede ver que hasta
las rosas lloran de noche
No hay comentarios:
Publicar un comentario