Colgados
entre la luz y la sombra estaban estos cántaros como cuerpos
cansados tras el esfuerzo de amar y ser amados. Como seres sudorosos
que yacen inertes después de agotarse para complacer a quien tiene
la llave que abre su alma y dispara los resortes de su libido y la
pasión. Como a ellos que les dio forma un hábil alfarero, al ser
que descansa rendido por el esfuerzo y la tensión sexual también lo
han moldeado y transformado otras diestras manos que supieron manejar
la arcilla de su carne y sus sentidos para sacar de todo eso una obra
manufacturada con delirio, dolor y placer. Por eso, tal y como esas
ánforas realmente pertenecen a quien las creó, una criatura bien
gozada sólo podrá tener por dueño quien supo hacer que vibrase y
se entregase sin reservas para ser amada y disfrutase el sueño sin
límites de una entrega absoluta que jamás tendrá fin, porque esa
será la única recompensa a la que aspira su corazón y que desean
sus sentidos
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