jueves, 9 de diciembre de 2010

Reflexiones del barón


El limonero pierde sus hojas y le caen algunos frutos manchando el suelo al rededor del pozo, posiblemente ya seco. Hay una calma en el aire y una paz en todo lo que existe en ese patio tranquilo circundado de arcos milenarios de bella factura, que el ánimo se eleva y se alza de la tierra para imaginar cuanto desea de bueno y de hermoso. Pero, esos arcos que vemos sustentados por columnas de piedra, labradas magistralmente, guardan otras arcadas que solo albergan tumbas y olvido. Restos de lo que otros fueron y en ellas se sepultan sus vidas y sus sueños. No son menos hermosos ni están menos adornados que los que se asoman al exterior y ven el cielo y les da la luz del sol. Pero si pensamos lo que custodian, nos sobrecogen y nos infunden un misterioso respeto imponiéndonos el silencio de nuestras voces y risas. Nos hacen pensar en otras cosas y quizás no nos resulten divertidas, pero, sin embargo, son más reales y predecibles que cualquier ilusión que tengamos cuando entramos en ese recoleto claustro que escuchó rezos y cantos ensalzando los cielos y ahora sólo guarda silencio 

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