miércoles, 8 de junio de 2011

Reflexiones del barón


Ellas no riñen ni pelean sino que juegan las dos y al divertirse juntas sienten una mutua atracción no sólo por empatía de carácter y sexo, sino también física. Corren y una persigue sin descanso a la otra pero sin intención de atraparla ni mucho menos causarle daño. 





Solamente lo hacen por el placer de gastar las muchas energías que tienen y darse el gusto de retozar juntas pasando bastante del macho que aparentemente ni las mira y se empeña en mordisquear un palo seco, sin sustancia ni gracia alguna. 


Y digo que tan sólo disimula pues, aunque no dé muestras de ello, el perro anda nervioso, quizás porque su hembra no le hace puñetero caso desde que apareció en escena la otra. 


Y dirá para sí "déjalas, porque las dos únicamente son unas simples perras". Mas no es eso lo que siente y teme que pasen de él y sigan jugando sin hacerle el menor caso.





Las dos bailan, pero al final van junto al macho y lo que desean de ese perro solamente es el palo que hasta ese momento mordía con cierta rabia para no ladrar y hacer notar su presencia. 



El muy bobo no se da cuenta que ellas le están tirando del temperamento para espabilarle las ganas de compartir con las dos el juego; o irse con una de ellas para gozar otros placeres, que también son un tipo de juego que deleita mucha más a quienes lo juegan con los cinco sentidos puestos en lo que deben hacer para que ambos jugadores gocen lo mismo y no solo una parte lo pase de dulce y la otra sufra o padezca las consecuencias sin sentir ese placer que convierte ese acto carnal en algo sublime    
                                                                                                                    

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