
Me tiembla el alma al ver tales escenas de trágicas consecuencias y quiero imaginar el dolor y la frustración de un pueblo brutalmente herido y castigado por la enérgica convulsión de esta esfera que llamamos tierra y sobre la que levantamos los pies del suelo y perdiendo la noción de nuestra propia realidad solemos creernos alguien. Y solamente somos unos mamíferos más erguidos que los monos, más sobrados de vanidad que los pavos reales y con menos paciencia para aguantarnos unos a otros que una avispa dentro de un avispero que no es el suyo. Y al ver la tragedia ajena temblamos y querríamos proteger y evitarles males a esas víctimas infelices que lo pierden todo, pero qué pronto se nos olvidan sus pesares en cuanto pasan unos días y la vida nos vuelve a meter en su rueda incesante de nuevos acontecimientos, sean faustos o infastuos de otra vez, que casi es lo corriente.
Pero quizás sea así la verdadera condición humana y se defienda acorazando los sentimientos contra las penas, simplemente para poder sobrellevar la carga diaria de la existencia en si misma. Aunque, de todos modos, a mí me gustaría que esa preocupación por lo ajeno durase algo más de lo que la noticia ocupa la cabecera de los diarios informativos, que nos la meten por lo ojos a pesar de que los tengamos cerrados
Andreas, la naturaleza con sus violentas lecciones nos recuerda que lugar ocupamos en el universo. Lástima que lo olvidemos tan facilmente.
ResponderEliminarAl margen es un gusto navegar por su página.
Besos
Gracias Dama y te aseguro que el gusto es navegar con vosotros mis amigos, tanto en este blog como en los vuestros. Besos
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