Hay poetas que dicen y cantan que están sin rumbo en la vida, pero yo digo que eso suena bien pero no es cierto casi nunca. Todos tenemos un rumbo prefijado por nosotros mismos, sin perjuicio de que cambiemos la deriva si no nos seduce el destino marcado. Y si no lo señalamos nosotros en la carta, será otro o varios los que a lo largo de la vida vayan determinando las etapas de nuestro viaje. Lo haremos con más o menos bagaje de experiencias y recuerdos, pero iremos recorriendo los estadios necesarios para llegar a esa meta que nos han establecido o que nuestro libre albedrío eligió un buen día. Aunque de todos modos creo que la amenidad del camino depende en gran parte de nosotros mismos y de como nos preparemos y pertrechemos para hacerlo, puede ser un paseo agradable o una carrera con esfuerzo y sudando a mares; o simplemente el recorrido pausado de una ruta siempre con altibajos y partes difíciles de solventar sin ayuda de otros caminantes mejor provistos que nosotros para ese viaje. Y quizás hoy, que a todas partes llegamos en menos tiempo, no tardemos menos sino más en llegar al destino; y aunque nos coma la prisa para todo, incluso para lo intranscendente, para acabar de andar este complicado sendero nadie tiene prisa alguna; y nos gustaría que fuese infinito y sin término ni próximo ni lejano.

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