lunes, 21 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Hay poetas que dicen y cantan que están sin rumbo en la vida, pero yo digo que eso suena bien pero no es cierto casi nunca. Todos tenemos un rumbo prefijado por nosotros mismos, sin perjuicio de que cambiemos la deriva si no nos seduce el destino marcado. Y si no lo señalamos nosotros en la carta, será otro o varios los que a lo largo de la vida vayan determinando las etapas de nuestro viaje. Lo haremos con más o menos bagaje de experiencias y recuerdos, pero iremos recorriendo los estadios necesarios para llegar a esa meta que nos han establecido o que nuestro libre albedrío eligió un buen día. Aunque de todos modos creo que la amenidad del camino depende en gran parte de nosotros mismos y de como nos preparemos y pertrechemos para hacerlo, puede ser un paseo agradable o una carrera con esfuerzo y sudando a mares; o simplemente el recorrido pausado de una ruta siempre con altibajos y partes difíciles de solventar sin ayuda de otros caminantes mejor provistos que nosotros para ese viaje. Y quizás hoy, que a todas partes llegamos en menos tiempo, no tardemos menos sino más en llegar al destino; y aunque nos coma la prisa para todo, incluso para lo intranscendente, para acabar de andar este complicado sendero nadie tiene prisa alguna; y nos gustaría que fuese infinito y sin término ni próximo ni lejano. 

Puede parecer una paradoja pero nada más lejos de ello, pues precisamente nuestras prisas y afanes de andar corriendo por todo se debe a un intento de asegurar el recorrido más largo posible a este viaje esencial. Como si fuese posible invertir los términos de un contrato de cláusula desconocidas de ante mano, formalizado tácitamente por la vida sin contar con nuestra aprobación ni opinión sobre la duración y contenido del mismo, que sólo conoceremos en el instante de entregarnos el finiquito con la consiguiente liquidación de haberes, deberes y obligaciones, puesto que derechos, lo que se dice derechos, eso sólo es para unos pocos que de entrada ya lo tienen todo o lo adquieren a costa del resto y sin pararse en barras ni contemplaciones metafísicas o hasta cierto punto morales; y no me refiero al concepto de moral que defiende la burguesía más acomodada, sino a otra idea que tiende más a la libertad plena sin causar mal ni daño al prójimo ni coartar sus deseos o preferencias de vida y conducta personal poniendo un exquisito respeto por las individualidades y diferencias ajenas

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