sábado, 22 de enero de 2011

Reflexiones del barón

Y te preguntarás: qué puede ya turbarme sino es el recuerdo de aquellas noches en que compartías mi cama y el sueño a mi lado, después de gozar hasta hartarnos y sudar por todos los poros como si en lugar de un lecho para disfrutar del sexo y el amor estuviésemos en el gimnasio quemando calorías a base de esfuerzo físico. Crees que nada puede ya alterar mi mente y mi deseo?. Pues te equivocas porque para apetecer y querer nunca hay un tiempo concreto ni determinado de antemano. Esa chispa surge donde menos lo esperas y cuando más despistado estás. Y puede que ni siquiera la busques y venga de repente a buscarte en la oscuridad de la noche o a plena luz del día deslumbrándote como el sol. Pero no es bueno ese deslumbre, pues puedes no ver justamente lo que tienes delante y tomar como óptimo lo que tan sólo está pasable. Siempre nos parece que la buena fruta es la fresca y lozana, pero ha de estar madura para ser más dulce y saborearla en su verdadera sazón. Y no por ser demasiado temprana va a saciarte más ni mejor, ya que todo tiene que formarse y alcanzar la plenitud para ser lo que debe y satisfacer totalmente a quien la coge para probarla y sobre todo al que la come. Es cierto que todo es relativo y está sometido a un punto de vista subjetivo y parcial. Pero, aunque así sea, lo importante es sentirse vivo y tener ganas de amar aún viendo en otros unas virtudes que exageras para convencerte que por ese amor merece la pena vivir. Y ten por seguro que sólo la ilusión te mantiene el alma fecunda para que no se agoste como la cosecha que sufre las inclemencias de un tiempo adverso

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