sábado, 8 de enero de 2011

Reflexiones del barón


Hincan sus rodillas la ijada del potro y cabalga alocado hollando la hierba a su paso, como un brutal guerrero de antaño con prisa por conquistar los restos maltrechos de un caduco imperio. No piensa las consecuencias de sus actos ni tampoco ve el peligro que lo acecha, pero sigue su carrera desenfrenada hacia la gloria o la perdición. Es la viva imagen del ansia y la desesperación al mismo tiempo y su rostro no refleja más que ambición desmedida por alcanzar ese fin incierto que atormenta sus sueños. De niño era tranquilo y el mundo sencillo en su entrono no inquietaba su plácida vida de cuidados y mimos, mas eso fue entonces y ahora, cuando todo es diferente y complicado, no encuentra ese remanso de paz que inconscientemente busca. El amor pasó por su lado sin quedarse mucho tiempo, ni tampoco le acompañaron en exceso la fama ni el triunfo. Y, sin embargo, puso de su parte cuanto pudo y supo hacer por lograr el reconocimiento ajeno y hacerse un lugar entre los inmortales. A cuántas personas pudieran aplicarse estas palabras. Y la verdad es que no se han dado cuenta a lo largo de su existencia que todo eso es tan banal como el humo que sale de una hoguera que ya se apaga. El único mérito consiste en no causar daño a nadie y librar tus batallas sin sangre ni víctimas mortales, porque el triunfo no es más que vivir y dejar vivir al resto sin censuras ni prejuicios

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