domingo, 24 de abril de 2011

Reflexiones del barón

Entonces era aún muy joven y fui a un famoso café de Madrid donde se reunían intelectuales y artistas de todo tipo. Fui a tomar un café, como hacía con alguna frecuencia por las tardes, y leer un rato acompañado por todas aquellas personas interesantes que entonces acudían a ese local, bajo la atenta mirada de la dueña, que desde un lugar al extremo de la barra no se perdía detalle de lo que pasaba en su negocio. Pero ese día llevaba un lapicero y se me dio por dibujar en unas servilletas de papel. Y en la mesa vecina, sentado también en el banco corrido adosado a la pared de uno de los laterales, estaba un hombre de mediana edad, con cabello desordenado y la barba y el bigote entreverado de canas, que le llamó la atención que estuviese garabateando en las servilletas. Y sin más me preguntó si me gustaba el dibujo y yo le dije que sí, mucho además, añadí. Y aquel hombre me dijo que soltase más la mano y no apretase ni pretendiese hacer una raya continua perfilando la silueta. Y entonce, sacando él su propio lápiz y unas cartulinas de pequeño tamaño me hizo un dibujo que me dejó asombrado por la facilidad y el arte que ese hombre tenía para plasmar con cuatro trazos lo que deseaba expresar. Y me lo regaló sin firmarlo. Yo se lo agradecí y él volvió a manejar su lápiz sobre otra cartulina e hizo este otro dibujo que acompaño a esta pequeña anécdota. Me lo enseñó y me dijo “así es como yo te veo”. Y también me lo dio sin decirme ni siquiera su nombre. Guardé esos dos dibujos durante años y ahora sólo encontré perdido en un cajón el que me dedicó a mí. El otro debió perderse, pero recuerdo que representaba a un hombre parecido a él. Lamento no encontrarlo también y más lamento no saber quien era aquel hombre tan amable, que además de regalarme dos dibujos me enseñó como se debe dibujar para que lo que hagas resulte natural y aceptable. Seguramente ese hombre era un verdadero artista y yo tomé un café con un genio del dibujo y la pintura sin saberlo. Pero aunque él ya no esté en este mundo, yo nunca olvidaré a ese hombre que tuvo la amabilidad de hablar y mostrarle algo de sus conocimientos a un joven estudiante que solía tomar café por las tardes entre personas de mucha valía. Este dibujo me fascinó al volverlo a ver


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