miércoles, 25 de abril de 2012





 Unidades en sí mismas, eternas como la energía que las mueve y transforma y le da estado a su materia. Astros con luz propia o meros cuerpos apagados que resplandecen por la influencia de quienes los iluminan con la incandescencia de sus radiaciones. Sin principio ni fin. Sin antes ni después. Sin medida ni tiempo. Inmensidad, oscuridad integral y fulgor que ciega al mortal que osa elevar su mirada a ese universo en el que no puede competir con las estrellas. Bolas suspendidas en la nada que gravitan atraídas por otras de mayor potencia y masa en un intrincado tejido cósmico

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