lunes, 22 de febrero de 2010

Capítulo IV

No mentiría demasiado si asegurase que la vida me sonrió muy especialmente en estos años y que todo fue aconteciendo tal y como mi voluntad iba deseando. Nunca tuve motivo de queja con mi suerte; pero mucho menos a lo largo de mi década de los treinta. ¿Qué más se puede pedir si uno consigue una vida sentimental plena, una actividad profesional satisfactoria y sus amigos le siguen siendo fieles e incondicionales?. Si a todo eso le añadimos unas inmejorables relaciones familiares, sólo cabe exclamar: ¡Teta!. ¡De cine tío!. El dinero siempre ayuda; pero como solemos decir aquellos a los que nos sobra, tampoco lo es todo en esta vida. Aunque yo todavía estoy por conocer a quien esté dispuesto a regalar todo lo que tiene para comprobar si el dicho es cierto. Lo normal es que procuren amasar más por sí acaso. Y los hay que siempre se pasan, como ocurre con todas las cosas.

Como también es propio en mí, seguí cultivando la amistad no sólo con quienes ya eran mis amigos, sino también con los de Gonzalo y los que ha ido conociendo Paco durante este tiempo. Enrique y Raúl son de los habituales en nuestra casa y nosotros en la de ellos, porque desde hace unos años también viven juntos como el más tradicional de los matrimonios. Siempre tuve ganas de saber que hacen en sus momentos de intimidad y a que tipo de fantasías sexuales se entregan esos dos. Pero como ni Enrique ni el otro sueltan prenda, no es posible sonsacarles nada al respecto. ¡Joder!. Deberían ser todos igual que Crispulito, que le falta tiempo para pasarte la proyección de lo que hace. Y no es metáfora, porque no es la primera vez que filma sus hazañas, sabiéndolo o no el contrario, y luego ya está loco por invitarte a una sesión de cine porno, cuyo orgulloso director y principal protagonista es él. El otro es un elemento simplemente necesario para el objeto del filme.

Precisamente no hace mucho fuimos a cenar a su casa y nos sorprendió con una de sus últimas creaciones. El vídeo había sido grabado hacía unos meses en su casa con uno de sus ligues de cita casi fija por la tarde, ya que su apareamiento con Juan José terminó por irse al traste. Porque, por mucho que Cris dijese lo contrario, eso no era otra cosa que un apareamiento, previamente programado, que tenía lugar normalmente por la noche, dos o tres días por semana, según se terciase. Con lo cual lleva tiempo sin ningún compromiso medianamente serio. ¡Tiemble la tierra porque la picha brava está en plena efervescencia!. Es necesario crear una asociación internacional para poner a la defensiva a las probables víctimas y que se extienda por todo el mundo bajo el siguiente eslogan: "Marcaditos unidos contra la agresión del cipote del Críspulo".

Siguiendo con lo del vídeo, la trama de la cinta era bastante simple, y en las distintas secuencias se veían escenas de lo más habitual dentro de los mil numeritos que pueden montar dos tíos en una cama. El guión empezaba estando ya los protagonistas desnudos en la cama, e inmediatamente el otro se ponía loco mamando la tranca de la estrella principal, es decir Críspulo. Y después de un breve morreo, se daba la vuelta abriéndose de piernas, y zaca. Para dentro sin prisa pero sin pausa. Luego, el triqui, triqui de rigor, con aspavientos, gemidos, y un monólogo del sodomizado, algo monótono, diciendo: "¡Qué polla!. ¡Qué polla!". Etcétera, etcétera. Y el del héroe tampoco era mucho más brillante: "¡Toma cabrón!. ¡Toma por culo!. ¡Toma!. ¡Toma!". También etcétera, etcétera. El diálogo no era fruto de una gran imaginación precisamente. Es un problema al que se expone cualquier director de cine, ya que la película puede quedar en nada por culpa de un mal diálogo. De todas formas es justo señalar que el actor secundario estaba muy bien de cuerpo en general y de cachas en particular. Raro, si se tienen en cuanta los gustos del director - productor, que es más dado a curvas menos protuberantes. Supongo que en esa fecha tendría un día tonto de esos que todos tenemos a partir de los quince y hasta los no sé cuantos, como dice Carlos.

Terminada la sesión, cada cual se fue donde mejor le pareció; y nosotros nos largamos para casa porque era un día de semana y había que madrugar al día siguiente. Evidentemente, eso no impidió un polvete cachondo antes de dormir plácidamente cada cual en su camita. Que es lo más cómodo si sólo se pretende dormir, aunque sea muchísimo más agradable, sin duda, notar la presencia física de tu amor pegada a tu piel. Sentir como duerme su vida a tu lado, sabiendo que nada más despertar deseará ser enteramente tuyo otra vez. Desde luego es mucho mejor que dormir con un osito de peluche. Que molesta lo mismo y por vueltas que le des no te hace nada de nada. Y aunque le hagas un agujero en el sitio justo tampoco es lo mismo. No deja de ser un trozo de trapo sin vida ni calor, como un ligue que tuve hace tiempo (mucho antes de conocer a mis dos maromos) y que ni me acuerdo del nombre, que, como los muñecos de trapo, ni sentía ni padecía. Era un perfecto muermo el tío. No sé si ese día no le habían dado cuerda o si le faltaban las pilas, pero la verdad es que un títere de madera hubiera tenido mucho más encanto que aquel valdrán. ¡Qué los hados nos libren de tales noches de frenética pasión!.
Con quienes también estamos frecuentemente, es con Alberto y Miguel, que sin comer perdices son igualmente felices desde que viven juntos y se miran a los ojos enternecidos por tanto amor y pasión. Por cierto que Miguel ahora es mucho más atractivo que hace diez años; y es un gran Médico. Y lo más importante es que el tío adora a Alberto. ¡Qué también mejoró lo suyo!. Porque si bien nunca fue feo, últimamente el amor le ha dado un aire de serenidad y aplomo, que nunca tuvo, y le queda francamente bien al tío. Va a entrar en los cuarenta con mucha dignidad y donosura, que dirían los antiguos. Lo que no era tan previsible, dado el carácter de éste último, es que en pareja fuese tan sutilmente dominante y mangonease al otro a su antojo. Miguel hace lo que Albertito quiere, creyéndose que éste solamente se deja llevar por donde él dispone. ¡Mentira!. Es Alberto quien dispone; y con una envidiable habilidad consigue que Miguel crea que quien decide es él. ¡Qué gran político se ha perdido este país!. Pero ellos se entienden bien. Y tanto Alberto como Miguel no pueden vivir el uno sin el otro. Da gusto verlos tan enamorados.
Los que ya no lo están son Juan y Alfredo, que rompieron hace tres años porque se metió por medio un ejecutivo de una multinacional, alucinando a Juanito con su poderío y su don de gentes, y sin más se lo calzó birlándoselo al otro. Alfredo lo paso fatal; pero afortunadamente ya tiene otro a su medida para llenar el hueco que le dejó Juan. Me refiero en su vida; porque, según dicen algunos, a Alfredo le gusta dar y lo hace estupendamente. Desde luego al actual, que es muy moreno y risueño y tiene por nombre Justo, parece que le gusta que se lo llenen bien, y Juan siempre ha preferido lo mismo; y también tiene su lógica si tenemos en cuenta el buen culo que tiene y que busca un sustituto de su papá, con todas las consecuencias; incluso que le imponga respeto y hasta le riña cada dos por tres; pero sobre todo que sepa tratarlo bien y le dé por el culo como es debido. Y tampoco debe ser manco para eso el ejecutivo, que se llama Roberto y tiene más de cincuenta y cinco años, aunque se quite alguno para coquetear. Tiene sus años y bien cumplidos. ¡Vamos, que no disimula ni uno por mucho que se empeñe en mazarse en el gimnasio!. Ahí fue donde lo conoció Juanito; y cuatro días más tarde el tal ya se lo había llevado al catre, dejándolo obnubilado con sus encantos y su estresada vida de alto directivo de empresa importante. Que es la vida que tiene más estrés, según dicen los afectados. ¡Allá ellos!. ¡Mientras eso no les recorte la vida ni las ganas de follar!. Yo personalmente prefiero vivir con más sosiego; y por eso jamás podré agradecer suficientemente al destino mi suerte permitiéndome vivir prácticamente de mis rentas, sin sobresaltos ni mayores preocupaciones que la vida diaria. Mis amantes y yo tenemos más que de sobra; y teniendo en cuenta la edad que vamos teniendo, creo que será mejor empezar a gastarlo con más alegría, puesto que de aquí no nos lo podemos llevar y a mis sobrinos también les llega lo que ya tienen.

Al que no hay medio de casar es a Carlos. No hay manera de que asiente el culo con alguien. De entrada todos le encantan, pero al poco tiempo ninguno le parece bien. Enseguida se le calienta la sesera bajo sus oscuros ricitos ya canosos, se cansa y no los aguanta ni medio minuto más. Él dice que su destino es ser la típica solterona. La tía Carla. Esa mujer madura y un poco rellenita, sin llegar a ser gorda, a quien se acude para pedirle consejo sobre todo aquello que, precisamente por su soltería, no conoce ni a este paso conocerá nunca. Compartir su vida con otro, no huyendo de la soledad sino por amor a esa persona por la que estás dispuesto a perder tu intimidad si ello es preciso. Su pertinaz individualismo no ha conseguido amargarle demasiado la vida; y, por tanto, no pierde su humor por tan poca cosa. Al contrario. Cada vez que sufre un revés amoroso se le agudiza su vena irónica y se ríe hasta de su sombra. Seguramente esa es su forma de reaccionar. Hace sonreir a los demás intentando evitar que su corazón sangre. En una ocasión, hace unos cinco años, todos creímos que al fin se había enamorado; mas no fue así.
Se trataba de un chaval de Salamanca de veinticinco años, realmente guapo y muy formado físicamente, que además, según decía el propio Carlos, tocaba la formidable gaita que tenía con tal maestría que era digno de tocar como solista en la banda de un regimiento. Por lo visto, llegó a echarle un polvo a la romana. Osea, se la metió por la noche y se la sacó por la mañana. Claro que luego tuvo que ponerse cubos de hielo en el ojete par calmar la irritación. Como siempre recuerda Carlos: "¡Aquel si que era todo un machote que resistía follando lo que hubiere menester!".

El chico, de nombre Isidro y como diminutivo Chiri, estuvo con Carlos unos quince días, aproximadamente. Durante esos días, había que ver la cara de satisfacción que lucía Carlos. Continuaba siendo simpático, pero en absoluto sarcástico; e incluso a veces hasta era bondadoso con las simplezas del prójimo. Entonces, Chiri era un muchacho tranquilo, sin nada de pluma y de aspecto compacto, de constitución fuerte como si fuera un peón de la construcción en versión universitaria, y ligeramente más alto que Carlos aunque menos que yo, con el pelo castaño y unos ojos marrones muy expresivos; y, sobre todo, un contundente paquete que, aún sin pretenderlo, insinuaba mil y una noches de fuerte pasión carnal. A donde íbamos con él, todas se quedaban mirando la entrepierna del chico. ¡Y ya os podéis imaginar cómo se ponía Carlitos!. ¡Cómo una hiena a punto de lanzarse a por la carroña!. Casi estoy por asegurar que el rollo se vino abajo precisamente por los celos mal controlados de Carlos. En vez de enfadarse con los mirones, o pasar de todo, que es lo que debería haber hecho, la tomaba con el muchacho como si él tuviese la culpa de tener semejante cosa colgada entre las dos piernas. ¡Si precisamente eso era lo que más le gustaba a Carlos!. Desde luego, si en lugar de aquella morcilla llega a tener un pitorrito, como el de un botijo de barro, a buenas horas le habría hecho caso al chaval. En lo primero que se fija Carlos es en la dotación con que cuenta el personal; y pasado el examen selectivo, comienza a repasar el resto del armazón. Y si la cosa promete, entonces empieza a sondear que hay por dentro. Naturalmente, sin olvidar en su investigación las aficiones eróticas que el tipo le ofrece. Siempre despliega el mismo plan de ataque; y si el sujeto no pasa con suficiencia la prueba, lo manda directamente a tomar por saco sin más trámite. Nunca le visto irse con alguien que no le satisfaga realmente. Hay que reconocer que en eso Carlos no se casa con nadie. Y nunca mejor dicho lo de casarse en este caso. Ya que hablando de casorio, el asunto no llegó a fructificar entre Carlos y Chiri. Y repito. No creo que fuese tanto por culpa del otro como de Carlos. Durante los primeros días el chico le aguantaba los cabreos sin decir ni esta boca es mía, pero era natural que no estuviese dispuesto a callarse siempre y soportar estoicamente el chaparrón. El pobre se deshacía en arrumacos hacia Carlos, pero éste se revolvía como una gata recién parida a la que intentasen quitarle las crías. Se ponía verdaderamente desagradable. Y cuanto más le decíamos era peor. ¡No había cristiano que lo soportase!. ¡Si cada vez que tiene un lío con un chaval que resulte atractivo también para otros se va a poner de ese modo, es preferible que permanezca soltero!. Es mucho más rentable para todos, empezando por él mismo. Durante la segunda mitad de aquella quincena se le agrió el carácter y no era el mismo de siempre. Y fue una pena, porque el chico lo quería; y posiblemente habría sido feliz con él si los celos no se lo hubiese impedido. ¡Qué le vamos a hacer!. A ver si tiene más suerte la próxima vez. Porque habrá una próxima vez, estoy completamente seguro. Un mes después de que rompiesen, estuve por ir a Salamanca y traer a Chiri por una oreja para que hiciesen las paces. Pero me lo pensé mejor, recapacité despacio, y mantuve mi opinión de que nadie debe meterse en líos ajenos mientras los interesados no se lo pidan. Y si en los líos andan metidos los genitales, mejor no meterse aunque los interesados te rueguen que lo hagas. Al final el más cabrón siempre serás tú; y en eso también mis dos amantes estuvieron de acuerdo.

Sin embargo, Pedro tuvo más suerte y poco a poco se fue enredando con Ramiro, que ya le había acompañado a la primera fiesta que dimos Paco, Gonzalo y yo en Fontboi (maravillosamente organizada por Paco), y que en aquel entonces, según palabras de Pedro, no había nada serio entre los dos; pero que unos meses después olía ya a seria relación de pareja como mandan los cánones. Y continúan casados y bien cazados, pero contentos. Pedro es un tío genial; y Ramiro, que tiene cinco años más que yo y está de muy buen ver, también es muy amable y educado. No es diplomático como Pedro, pero casi, porque es relaciones públicas de un grupo de empresas dedicadas a la confección y venta de ropa de vestir. Estar con ellos es encantador, ya que te da la impresión de moverte en un salón del diecinueve y que en cualquier momento abrirá el baile el mismísimo emperador. En torno a ellos todo es corrección y finura. En fin. Siempre conviene tocar distintos ambientes para enriquecer tu personalidad.

Ricardo, al igual que Carlos, sigue a su aire; pero en este tiempo se le dio por ligar niñatos, casi recién salidos del huevo, que todavía huelen a leche fresca de puro tiernos que son. Lógicamente con el paso de los años, y que nunca tuvo un físico alucinante ni ha sido demasiado guapito, va costándole cada vez más engatusarlos para beneficiárselos en la cama; pero él sigue al pie del cañón, con menos éxitos que moral, desde luego, pero sigue impertérrito con su afición por la caza menor. No quiero decir que los chicos sean menores de edad. Nada de eso. Alcanzan los dieciocho, aunque de diecinueve no pasan. El mayor problema es que, en cualquier caso, siempre le durarían poco. Un par de años como mucho, ya que al cumplir los veinte se acabó el invento y a por otro. Y es una pena porque precisamente es a partir de los veinte cuando empiezan a estar mejor. En términos culinarios se diría que ya casi están en comida. Cuando yo conocí a mis amantes, uno ya pasaba de esa edad y al otro le quedaban unos meses para hacerlo; y puedo jurar que desde entonces cada día se han ido poniendo más a tono. Con el tiempo han madurado y están carnosos y jugosos como esas ciruelas doradas que de tanta pulpa se desprenden del árbol espachurrándose contra el suelo. Pero para algo estoy yo aquí y me los comeré antes de que eso ocurra, o de que los picotee algún pájaro errante. A mí siempre me dio la impresión que los ligues de Ricardo son de usar y tirar. Son tan blandos, que si los follas con energía se rompen. Y tampoco es cuestión de que te pongan todo perdido. Lo más prudente es esperar a que se hagan un poco más; o, por el contrario, disponer de varios para ir descartando los que vayan quedando inservibles. Esta última alternativa la considero bastante latosa, aunque quizás sea la que más convenza a Ricardo.

Y de mis antiguos amigos, creo que sólo me resta hablar de Armando y Vicente. ¿Y qué puedo decir de estos dos?. Continúan juntos, montándose tríos con otros cada vez con más frecuencia, y siguen cachas a tope y vistiendo pantalones muy apretados y camisetas raquíticas, tanto con mangas como de tirantes. Todavía están buenos y tienen un buen número de admiradores, por lo que ligar no les resulta nada difícil. Ambos son dos estupendas personas y nunca los ves de mal humor. Debe ser que lo queman en el gimnasio con las calorías que les sobran. Con esta pareja nos llevamos muy bien y son asiduos a las cenas en nuestra casa.

Como ya he señalado, el circulo de amistades se ha ampliado con dos amigos de Gonza, Fer, y Nacho, y un compañero de estudios de Paco, Elías, guapetón pero demasiado joven todavía y muy divertido, cuya mayor ilusión es encontrar al hombre de su vida, como según él le sucedió a Paco. La verdad es que Paco no encontró a uno sino a dos. Pero bueno. Elías nunca ha dicho cual de nosotros es ese hombre definitivo en la vida de su compañero de clase. En resumen, lo que busca Elías es un príncipe azul; y esos solamente quedan en el papel cuche de la prensa rosa. Que, por otra parte, también hay que decir que tampoco son tan azules, ya que todo dios tiene sus esqueletos en el armario. Si en muchos casos, en lugar de mostrárnoslos tan sonrientes, nos contasen la realidad de sus doradas existencias, sin duda que habría más de un escandalazo de los que hacen época. Pero todo eso es parte del ritual de la hipocresía social de nuestros tiempos. ¡Y si no, qué se iba a leer en las peluquerías!. ¡Vamos, digo yo!. Porque leer "la vida es sueño" de Calderón mientras te peinan o cortan el pelo, me parece un poco fuerte. ¡Incluso chungo, diría yo!. Cada cosa tiene su momento y ha de hacerse a su debido tiempo. Casi sería más lógico leer ese drama sentado en el retrete, que es un lugar que invita a la meditación y a valorar los pros y los contras de esta vida. Al menos yo saco valiosísimas conclusiones intentando defecar; cosa que me resulta bastante costosa porque soy estreñido. Sólo en ese aspecto, por fortuna, puesto que en el intelectual obro con regularidad meridiana, sin que tampoco haya tenido nunca problemas de diarrea mental.

Fer y Nacho son otro cantar. El primero fue compañero de carrera de Gonzalo (carrera universitaria se entiende), y durante el tiempo que permaneció en la escuela de ingenieros estuvo absolutamente tapado, sin demostrar ni un sólo atisbo de inclinación mariquitil. Siempre fue amigo de Gonza, pero jamás hablaron del tema. Y, aunque Gonzalo intuía algo raro (bueno raro según quien lo mire, porque para nosotros es de lo más corriente y normal), prefirió dejar las cosas como estaban y no profundizar en los sentimientos y apetencias sexuales de su amigo Fernando. Tuvo que ser dos años después de finalizar los estudios, en un madrileño café de ambiente al que acudimos Gonza y yo un día por la tarde, cuando Fer se sincerase con su colega, y ambos pusiesen sobre la mesa los trapillos más secretos de su intimidad, destapando así lo que se habían mantenido oculto durante años. A partir de entonces estrecharon más su amistad, haciéndose extensiva a Paco y a mí, y ahora nos tiene al corriente de todas y cada una de sus múltiples aventuras amorosas. Porque el chico no es que sea excesivamente guapo, pero gracias a su importante nariz tiene una acusada personalidad. En conjunto es agradable a la vista y tiene el cuerpo justo para no ser un enclenque. Según frase de Carlos: "¡Es la que más!". El gordito, como yo llamo a Carlos para joderlo, quizá esté un poco envidiosillo del exitoso Fer; que es otro de los habituales en nuestra casa y asiduo compañero de copeteo nocturno. O hasta pudiera ser que Fer le haga tilín a Carlos y en realidad éste sienta celos de sus eventuales conquistas. ¿Y si eso fuese cierto?. ¡Joder!. Pues hasta ahora no se me había ocurrido tal posibilidad. Estoy por volverme celestina y propiciar el emparejamiento. ¡Pero leches!. Antes habrá que corregir esa enfermiza desconfianza que siente Carlos en cuanto alguien se atreve a mirar a quien considera exclusivamente suyo. Por que de lo contrario, volvemos a tener otro fracaso como el de Chiri. Bueno, también es verdad que Fer no es tan llamativo como el salmantino. Sobre todo en cuanto a paquete. Desde luego, Fernando tiene sus cositas muy bien puestas; pero no es lo mismo de Chiri, que quede claro. Entre el charro y Fer debe haber unos tres calibres de diferencia, por lo menos. Aún así, nadie puede dudar que supera con creces la talla mínima exigida por Carlitos. Casi me atrevería a decir que el nabo del chico tiene la medida ideal soñada por Carlos. Creo que el ricitos de azabache, ya un poco plateados, es cierto, no podría quejarse ni de la calidad ni de la envergadura de los atributos de Fer, ni tampoco de su resistencia, que más que salido es un poco obseso por tenerla abrigada dentro de un confortable culo. Y no hay culo más confortable que el de mi amigo el gordito; porque si algo tiene Carlos con pinta de cómodo y agradable es el trasero. Perece un mullido cojín relleno de plumón de ganso. Tendré que madurar la idea de liar a estos dos; y si hay perspectivas de futuro, me lanzo. Consultaré con Paco y Gonzalo de todas formas. Estas cosas hay que planearlas bien y contar con más de una opinión desinteresada y cabal.

Volviendo al hilo del relato, también tenemos a Nacho. Alto y rubio, fuerte como un toro y con un cuerpazo tan bien esculpido como el de Gonzalo. Es compañero suyo en el equipo de balonmano y le encantan las pequeñas. Y para él, pequeñas son niñatos con menos de veinticinco años monines y tiernos como bollos de leche. Y dejemos claro que superan la edad del consentimiento, no vaya a ser que haya malos entendidos. Sobre todo teniendo en cuenta que la última moda son los escándalos sexuales con menores de edad civil. Y no me refiero a niños, que eso es una putada incalificable, sino a jóvenes de más de quince años, no tan inocentes en ese aspecto, que en algunos casos son delincuentes y prostitutos habituales.

Nacho y Gonza, nunca se ocultaron su condición de homosexuales, pero cuando yo conocí al segundo, todavía no tenían mucha relación ni mantenían una gran amistad entre los dos. Aún les daba miedo que estando juntos se les notase demasiado su tendencia sexual, e hizo falta que ambos consiguiesen normalizar sus vidas, aceptando plenamente su verdadera sexualidad sin reticencias ni tapujos de ninguna índole. De todas formas, Nacho siempre folló como un descosido; mucho más que Gonzalo, que era algo inocente hasta que yo lo conocí. Y cada día que pasa, Nacho es más follador. ¡No da abasto el puñetero!. O le sale cayo en la polla, o se le cae a trozos un día de estos. Según él, la culpa la tienen las pequeñas que son unas putas viciosas. Hombre, puede que sean algo viciosas, pero creo que más culpa tiene el lujurioso palmito que luce el jodido Nacho que las deja trastornadas. Le ocurre lo mismo que a Gonzalo. Los sueltas en un cuartel y seguro que hacen estragos entre más de uno de los componentes de la tropa. Y con algún oficial también; que nunca estuvo el ejército exento de tales debilidades. En voz bajita, sin que apenas se oiga, confesaré que ya le echaba yo un buen polvo al cabrón del Nacho. Pero eso es imposible, porque, aunque viciosa, no soy precisamente una pequeña: y, por tanto, ni le gusto a él ni osaría hacer algo que nunca me perdonarían Gonzalo y Paco. Uno de los pocos tabúes que establecimos fue respetar la amistad y mantenerla libre de implicaciones sexuales. A los amigos no hay que involucrarlos en devaneos de ese tipo, porque eso sí sería infidelidad y traición. Por muy bueno que esté Nacho para mí es carne vedada. Y también para Gonzalo y para Paco, naturalmente.

Y este es nuestro círculo de amigos íntimos con quienes compartimos alegrías y tristezas, y nos divertimos de la mejor manera posible.

Hemos vivido infinidad de odiseas juntos; y a lo largo de este libro habrá oportunidad de contar alguna aventura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario