sábado, 28 de enero de 2012

Reflexiones del barón



La vida me parece como las mareas de la mar frente a la que nací. Cambia constantemente, sube, baja. Unas veces se agita y se torna brusca y hasta resulta traidora si te confías y no te guardas de ella. Con todos sus contratiempos y avatares queremos gozarla y hasta tantos vaivenes llegan a divertirnos. Y es mejor tomarla siempre con buen humor y hasta en cierta forma de broma. Pero nunca le demos la espalda y no vigilemos esa ola que de repente se levanta y nos atrapa y envuelve engulléndonos en un torbellino del que creemos no salir. Y qué bello es el mar con sus inseguridades y peligros y qué hermosa la vida para aborrecerla y pretender dejarla al primer encontronazo o desaire que nos haga. Si el mar nos engancha tan sólo con admirar su mágica calma o su cautivadora furia, el sosiego de esos días sin más acontecimientos que los cotidianos, o aquellos en que surgen alegres novedades, nos bastan para desear otro amanecer que nos llene del fuego abrasador de esa desenfrenada pasión que justifica la existencia y compensa la amargura de las amarguras que dé toda una vida   

martes, 3 de enero de 2012

Reflexiones del barón


Me asomé al mar y aparentemente estaba tranquilo. Y, sin embargo, el aire traía un inquietante olor a incertidumbre. Incógnitas ante un futuro que se presenta inseguro por múltiples motivos. Y eso que a estas alturas de la existencia la vida se torna más tranquila y ya pocas cosas pueden afectarte tanto como para hacerte perder el sueño. Pero no por ello dejas de pensar en otros y dolerte por situaciones que pareciendo ajenas se sienten y preocupan casi como propias. La vida suele ser imprevisible por mucho que queramos programarla y hagamos planes para un porvenir que puede oponerse a nuestros deseos y trastocar las ilusiones y los proyectos. Y aún así no perdemos la esperanza ni podemos prescindir de los sueños, pues sin eso se acabará sin remedio nuestro universo. Y esa es al verdadera desgracia y el más temible y trágico de los sucesos. Riámosle a la mañana al amanecer de cada día y no dudemos jamás que si queremos podemos afrontar y salir airoso de los trances adversos que nos salgan al paso en este camino jalonado de etapas y pocos descansos, pero no por ello ha de resultar ingrato recorrerlo sin prisa y manteniendo el paso para no perder el resuello