miércoles, 29 de junio de 2011

Reflexiones del barón

Dicen que somos lo que fuimos asimilando desde niños todo cuanto hemos visto y oído a nuestro alrededor. Sin embargo, también cuentan que nuestro carácter no se forja con la educación solamente o las vivencias, pues desde el nacimiento se refleja en nosotros una forma de ser y hasta de pensar y entender lo que nos rodea que tamiza nuestra mente en función de esas neuronas e incluso de los genes que nos dan forma y materia y van formando nuestro organismo durante la concepción. 

Pienso que todos deben tener parte de razón, pero estimo que lo importante no sólo está en lo que ya tenemos al sacar la cabeza a este mundo, dejando el placentero reducto en que flotábamos, sino también en cuanto podamos acrecentar y pulir nosotros mismos limando nuestras propias aristas y fomentando esas virtudes que logran convertir el genio, entendido como mal humor, en la chispa imaginativa y creadora que también se llama genio en el buen sentido. 

Todo lo que aportemos a los demás, entregándoles algo de nuestro espíritu con la intención de mejorar la convivencia, es apilar en nuestro beneficio un cuantioso capital que hará más llevadera la existencia. Y al final nos daremos cuenta que esa es la única manera de sentirnos felices; o al menos contentos con nosotros mismos, que ya es bastante en los tiempos que nos han tocado vivir. Y no voy a decir que son peores o mejores que los anteriores. Dejémoslo en que son simplemente distintos y son los que nos tocan a nosotros y tenemos la obligación de edificar algo positivo para quien venga detrás. 

Y por eso, exprimamos la imaginación y no nos quedemos a medio camino en una insoportable mediocridad que mata los mejores sentimientos y los sueños más irreales. Creemos lo imposible para ser cada día más auténticos y deshagamos la realidad para dejar que florezca la fantasía

viernes, 24 de junio de 2011

Reflexiones del barón


El aire trae recuerdos de días ya pasados y es como si en mis oídos retumbasen sones y palabras que tenia olvidadas. El viento me susurra cuanto escuché en otro tiempo y creo volver atrás en el tiempo y revivir aquellas tardes tranquilas de intenso calor en las que todo se adormecía esperando que llegase la brisa del atardecer refrescando el ambiente. Todo quedaba en penumbra al cerrarse las contraventanas y se hacía el silencio en la casa. Tan sólo se escuchaba afuera el trino de los pájaros; y hoy es el día que admiro su terquedad a dejarse envolver por la somnolencia. Era la hora de la siesta, pues no se debía salir mientras no bajase el sol y la pereza se adueñaba de la casa y solamente las moscas tenían ganas de seguir dando la lata a todo ser vivo con su zumbido y molestando el sueño al posarse impertinentes en nuestras narices u hocicos. 

Cuántas sensaciones se agolpan ahora en mi cabeza y hasta parece que siento en la piel el tacto de esas manos que supieron despertar en mí el deseo y ese apetito carnal aún adolescente que marea el estómago y hace que todo gire muy aprisa en la cabeza, como si ese calor que te abrasa el cuerpo por dentro y por fuera nos consumiese irremediablemente y no hubiese nada que pueda aliviar el ardor que te deja sin aire para respirar después de besar unos labios por vez primera. Me ahoga de nuevo el ansia de gozar esas cálidas caricias de antaño que me ponían el vello de punta y provocaban en mi frente la peor calentura que se puede sufrir sin tener fiebre. El sudor empapaba mi cara y se escurría por las sienes hasta las mejillas y por detrás de mis orejas caía sin parar con cada roce que mis piernas notaban al arrimarse a otros muslos. Qué sofoco entran en esas ocasiones e incluso se llega a pasar mal hasta que no logras romper las trabas que otros te han creado en tu mente y aceptas que no hay nada más maravilloso que amar y ser amado sin importar otra cosa que la atracción que sientas por el otro ser que se funde contigo en la misma pasión, despreciando cualquier tabú conque impregnaron nuestra educación desde niños         

martes, 21 de junio de 2011

Reflexiones del barón

Con un mojón se pretende marcar el límite de lo que no es de nadie. Y sobre las rocas de la costa plantan marcas de cemento que indican hasta donde pueden apropiarse los hombres de la naturaleza. Fútiles marcas tan endebles como las que dejan las pisadas sobre la arena, que sólo duran hasta que el agua del mar las borra alisando de nuevo la superficie húmeda de la playa. Cómo se puede adueñar uno del aire y la brisa, o de qué modo pretendemos apropiarnos del sol o las olas. Qué vanidad nos mueve a decir que somos los reyes del universo para usarlo a nuestro antojo si tan sólo ocupamos un átomo de su inconmensurable extensión. Quién nos ha engañado para pensar que somos capaces de ponerle barreras al océano o cercar las selvas y los desiertos o atrevernos a arrasar lo que nos da la gana arruinando el resto. La mar nos enseña cuales son nuestros límites verdaderos y nos restriega por las narices lo ínfimos y débiles que somos antes su enorme fuerza y poder. Y se la ve tan hermosa estando tranquila y tan majestuosa cuando se altera y agita sus aguas haciendo bramar al cielo. Las piedras que están a sus orillas saben bien cual es su empuje y sufren calladas los cambios de humor de la marea, que las castiga y hasta las quiebra desbastándolas incesantemente hasta molerlas en finas arenas que se unirán grano a grano arrastradas por su oleaje para formar la bella playa que tanto gozo nos da solamente con verla brillar bajo la ardiente luz de sol   

domingo, 19 de junio de 2011

Reflexiones del barón

Ciudad tan hermosa como antigua, pues una bella dama nunca es vieja aunque el paso de los años saqué a luz su decadencia y aflore ya cierto abandono en el aspecto. Roma, la pía y la mundana, tan santa como cortesana en otros tiempos y frívola y libertina con ansias de una vida dulce casi ayer, pero siempre deseada y pretendida por quienes la conocen o la sueñan. 



Cuna de un imperio y señora de un mundo diverso, que sin dejar de ser múltiple en muchos aspectos, culturas, pueblos y razas, supo unirlos en una misma civilización, sin olvidar el origen de sus gentes ni acabar con sus costumbres y mitos. Guarda aún parte del esplendor de su pasada hegemonía y mantiene el lustre de un nuevo estatus capitalino que la volvió a hacer poderosa contra quienes quisieron usurpar su dominio y privilegio de ser el centro de un poder que movió a su antojo el universo. 


Más que nada gusta especialmente ese barrio al otro lado del Tíber, que ardió hace muchos siglos para que un hombre megalómano y caprichoso pudiese edificar una ciudad nueva sin la miseria del suburbio; y que tan sólo construyó un gran palacio para ensalzar su propia gloria. Y la misma historia castigó su vanidad destruyendo esa domus áurea en cuyo lago se levantó más tarde un anfiteatro monumental que también vio su paulatino deterioro esa ciudad eterna. 





Ella, Roma, sabe resistir elegante y altiva los embates de la historia y renacer de nuevo con renovada juventud. Me siento a gusto en la serena o ruidosa Roma. Siento el abrazo de esa inveterada ciudad de la maternal loba que amamanta sin descanso a todos los que se cobijan bajos sus generosas ubres    

lunes, 13 de junio de 2011

Reflexiones del barón

Me gustó esa fuente de agua y no sólo por su colorido y la gracia de esas figuras femeninas que están tumbada en ella como jugando al corro. Me parece un acierto simpático y más profundo de lo que parece a simple vista la idea de que por los pechos les salga un chorrito que compite con el que también sueltan por la boca. Cada una es de un color y yo deduzco que son las cuatro razas en función de la tonalidad de la piel, negra, blanca, amarilla y cobriza o mejor dicho rojiza como se decía al describir el aspecto de los piel roja americanos. También creo o quiero pensar que esos brotes de agua limpia y cantarina son la representación de las virtudes que manan de la humanidad, o al menos las que pueden surgir cuando intentan o logran hacer algo con sentido común y la mejor intención posible. Y me gusta que sean mujeres de las que nace esa buena inspiración que puso el autor en su fuente. Es quizás una manera sensata de decir que ellas, en cierto modo, tiene la clave para que la tierra marche por buenos derroteros, pues es en sus vientre donde germina la vida y son sus senos donde se alimenta la esperanza de un futuro mejor. Aunque también los hombres deban ayudar a ello con sensatez y amor. Y como el agua que brota de esa fuente multicolor y tan graciosa, yo imagino un mañana más limpio y menos desgraciado para toda la humanidad, unida de una vez por todas sin diferencia de raza, cultura, religión o color. Un universo realmente generoso que acepte y proteja a todos por igual y reparta los muchos bienes que nos da la naturaleza  

miércoles, 8 de junio de 2011

Reflexiones del barón


Ellas no riñen ni pelean sino que juegan las dos y al divertirse juntas sienten una mutua atracción no sólo por empatía de carácter y sexo, sino también física. Corren y una persigue sin descanso a la otra pero sin intención de atraparla ni mucho menos causarle daño. 





Solamente lo hacen por el placer de gastar las muchas energías que tienen y darse el gusto de retozar juntas pasando bastante del macho que aparentemente ni las mira y se empeña en mordisquear un palo seco, sin sustancia ni gracia alguna. 


Y digo que tan sólo disimula pues, aunque no dé muestras de ello, el perro anda nervioso, quizás porque su hembra no le hace puñetero caso desde que apareció en escena la otra. 


Y dirá para sí "déjalas, porque las dos únicamente son unas simples perras". Mas no es eso lo que siente y teme que pasen de él y sigan jugando sin hacerle el menor caso.





Las dos bailan, pero al final van junto al macho y lo que desean de ese perro solamente es el palo que hasta ese momento mordía con cierta rabia para no ladrar y hacer notar su presencia. 



El muy bobo no se da cuenta que ellas le están tirando del temperamento para espabilarle las ganas de compartir con las dos el juego; o irse con una de ellas para gozar otros placeres, que también son un tipo de juego que deleita mucha más a quienes lo juegan con los cinco sentidos puestos en lo que deben hacer para que ambos jugadores gocen lo mismo y no solo una parte lo pase de dulce y la otra sufra o padezca las consecuencias sin sentir ese placer que convierte ese acto carnal en algo sublime