jueves, 31 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Luces de un día a medio abrir rebotan en la marisma donde se juntan el mar y el río. Y el cielo, celoso de su amistad, quiere participar también de su compañía pero sin mojarse ni probar el sabor de la sal. Las nubes cubren con un humo dorado el azul que dejará que se muestre completo quizás más tarde, al avanzar la mañana y calentarla el sol. Ahora sólo cuenta la promesa de lo que traerá consigo esta jornada; y, sin embargo, el olor a primavera en el aire empuja a un sin fin de aventuras audaces. Qué atractivo está todo cuando se respira esta calma y todavía sabe a besos la boca. La piel ya no suda pero aún transpira la energía que da una noche de gozo. Y a media mañana ya luce el sol y se nota su calor y el de la sangre que pide y desea más amor. Qué bien se ven las cosas si estás contento y tu pecho recuerda la fatiga de una pasión desbocada. Cómo nos alegra ver la imaginada sonrisa de otras gentes, que quizás no muestren más que una mueca sin gracia, pero que nuestra ilusión nos lleva a verla de esa manera, sin pretender cuestionar la causa de la dicha o infelicidad ajena.
En un día así, hasta las gaviotas que revuelven la basura nos caen simpáticas y nos parecen menos sucias e impertinentes. E incluso no nos molesta que unas palomas tiren al suelo las patatas fritas que el camarero nos ha traído para tomar con la cerveza. Y eso que en otras ocasiones, si nos hacen lo mismo, nos acordamos de quien las parió y las espantamos a manotazos como si fueran criaturas inmundas. Pero hoy no. Hoy todo está teñido del color sosegado del contento y nada hará que esta mañana de primavera se estropee por unas patas más o menos 

martes, 29 de marzo de 2011

Reflexiones del barón


En las leyendas otomanas se habla de las camisas mágicas de los sultanes turcos. Se dice que los protegían contra el mal de ojo y los hacia más fértiles para procrear herederos, así como en las batallas se volvían invisibles y no sufrían el ataque de ningún enemigo. Eso cuentan las leyendas y también dicen que un joven príncipe perdió su derecho al trono frente a su hermano y murió desterrado en Italia, porque no se ponía su camisa mágica al no tener un agujereo para sacar la cabeza. Una camisa a la que no le habían hecho un cuello le costó a ese muchacho su futuro como sultán y poder seguir viviendo en Estambul, conquistada unos años antes por su padre. 
Y si fuese cierto que tales camisas conservadas en el palacio Topkapi fuesen realmente mágicas?. Seria bueno que pudiésemos tener una prenda tan virtuosa que nos protegiese del mal y nos diese una extraordinaria fuerza sexual?. Pero, así como tener una camisa de esa especie era un privilegio del sultán y sus hijos, seguramente ahora sólo la tendrían los más ricos, puesto que serian muy caras. Y pasarían por nuestro lado sin verlos, aunque ahora tampoco los vemos si ellos no quieren y no les hace falta una camisa especial para eso. Y si bien el dinero no les garantiza la salud, al menos se lo pone más fácil para conservarla; y en eso de la fertilidad también hay soluciones que remedan la inapetencia o la impotencia, además de cambiar de pareja oportunamente para evitar la apatía y la falta de aliciente erótico.

Pero para eso no hace falta ni una camisa con poderes ni ser un magnate. Hoy no es complicado aumentar el apetito sexual con agentes exógenos, ni tampoco cambiar de partener en la cama. Puede que con dinero las compañías sexuales sean más vistosas, pero no forzosamente mejores que las que puedan proporcionar los encantos personales de uno mismo; más si aún te adorna la juventud o todavía conservas algo de las gracias que tuviste antaño. Y de todos los dones de dichas camisas quizás el más apreciado por sus usuarios y codiciado por los envidiosos fuere lo de ese aumento de fertilidad, que no seria otra cosa que incrementar la lívido y la ganas de yacer con las hermosas prendas que adornaban el serrallo de esos poderosos sultanes.

Puede que el secreto sólo estuviese en cambiar de moza y hacer del acto sexual una novedosa aventura cada noche o a lo largo del día, según los casos y la intensidad de la lujuria del afortunado; siempre que se considere una suerte tener tanta variedad y facilidad para escoger quien ha de darte placer. Digo yo, ya que es posible que haya gente que eso de la promiscuidad no le guste en absoluto y a otras personas le mole cantidad ir de flor en flor como las abejas libando el néctar del deseo y la pasión exacerbada por el éxtasis del orgasmo perfecto, siempre soñado y buscado con ansia y hasta desesperación


viernes, 25 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Cuántas palabras se gastan hablando de libertad y que huecas suenan en boca de quien más las dicen para justificar muchas veces la represión sistemática de las ideas. Qué vocablo menos respetado y al que se cambia con frecuencia su sentido y se le encorseta a gusto del que más puede para acallar a quien discrepa de su opinión. A los oradores que gustan de discursos grandilocuentes, aunque vacíos de contenido y sobre todo de verdades e ideas grandes y generosas para el resto de la humanidad, les gusta alardear de demócratas y manejan este término con gratuidad y abusando de la paciencia ajena, con el descaro propio del que sabe que miente impunemente y le da todo igual con tal de mantener su situación de privilegio a costa de los incautos que lo escuchan. Son pájaros de presa en sus mejores momentos y carroñeros cuando declina su estrella; y en épocas electorales esto es demasiado para poder soportarlo sin chillar y levantar la mano para arrearles cuando menos unos capones detrás de las orejas. Y qué bien les sentaría a estos tipejos que les ajustasen las cuentas y les tapasen la bocaza haciéndoles un nudo con su misma lengua mendaz. Cuántas memeces dejaríamos de escuchar o leer y que ahorro de mala leche tendríamos el resto de los pobres sufridores de sus manejos y de esa sarta de invenciones que no resisten el menor análisis para no caerse por su mismo peso; pero que dañan y corroen más de lo que imagina quien las suelta irresponsablemente al pronunciar su perorata interesada y banal. La libertad ya vive demasiado condicionada para ser libre de verdad. Y nadie hace nada para rescatarla de su fatídico destino ni liberarla de esas manos que la manipulan sin el más mínimo recato ni vergüenza

miércoles, 23 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

No soy quien para juzgar a otros, pues todos llevamos nuestras glorias y miserias, con orgullo las unas y soportando el peso sobre los hombros de nuestros pequeños o grandes fracasos sociales o personales; y estos últimos son los que más nos atormentan y marcan nuestras caras con unos surcos tan profundos como importantes hayan sido para nosotros. Al pasar el tiempo y mirar atrás, nos parece que aquellos problemas de juventud fueron niñerías intranscendentes ahora, pero no somos justos al pensar de ese modo, pues a esa edad, donde todo se ve diferente cada día y el mundo es algo que descubrimos minuto a minuto, para bien o para mal dependemos de esas experiencias y vivencias que vayamos encontrando y aún no siendo definitivas realmente, porque en ese tiempo somos flexibles y fácilmente moldeables por la influencia de otros, perfilarán nuestro carácter lo mismo que el ejercicio y el deporte van esculpiendo los músculos y rasgos que forman nuestra figura. Cuando uno es muy joven, la mente puede agrandar y desorbitar las cosas más simples, o minimizar las más transcendentales, cuestionando frecuentemente cualquier dogma u opinión tenida por axioma indiscutible. 

Cuando la vida se extiende más allá del entorno familiar y nos damos cuenta que el universo nos envuelve sin permiso y hasta puede darnos la impresión que nos resulta ajeno y contrario a nuestros gustos e ilusiones, ese corazón, intrínsecamente generoso por naturaleza, se va cubriendo de capas que lo impermeabilizan contra muchas decepciones, pero que no impedirán jamás que no lleguen a herirlo las más fuertes y dolorosas. Y estas suelen ser las que causa el amor, que cuanto más tempranas sean peores consecuencias producen en el alma de ese ser joven que ve traicionados sus ardientes sentimientos por una pasión no correspondida. Se dice que la juventud es bella y lo es por principio; pero también puede ser dura y hasta trágica si alguien más formado no le presta ayuda a tiempo a ese fresco brote de existencia que se enfrenta a una vida desarraigada u hostil. Mas en cualquier caso ese estadio de la persona que comienza a gozar los placeres y a notar que su sangre reclama la esencia de todo conocimiento psíquico o carnal, siempre ha de ser emocionante, único e irrepetible para que, por lo menos, podamos recordarlo cuando el tiempo vaya borrando todo lo demás que nos hizo bailar de alegría entonces o más tarde   

lunes, 21 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Hay poetas que dicen y cantan que están sin rumbo en la vida, pero yo digo que eso suena bien pero no es cierto casi nunca. Todos tenemos un rumbo prefijado por nosotros mismos, sin perjuicio de que cambiemos la deriva si no nos seduce el destino marcado. Y si no lo señalamos nosotros en la carta, será otro o varios los que a lo largo de la vida vayan determinando las etapas de nuestro viaje. Lo haremos con más o menos bagaje de experiencias y recuerdos, pero iremos recorriendo los estadios necesarios para llegar a esa meta que nos han establecido o que nuestro libre albedrío eligió un buen día. Aunque de todos modos creo que la amenidad del camino depende en gran parte de nosotros mismos y de como nos preparemos y pertrechemos para hacerlo, puede ser un paseo agradable o una carrera con esfuerzo y sudando a mares; o simplemente el recorrido pausado de una ruta siempre con altibajos y partes difíciles de solventar sin ayuda de otros caminantes mejor provistos que nosotros para ese viaje. Y quizás hoy, que a todas partes llegamos en menos tiempo, no tardemos menos sino más en llegar al destino; y aunque nos coma la prisa para todo, incluso para lo intranscendente, para acabar de andar este complicado sendero nadie tiene prisa alguna; y nos gustaría que fuese infinito y sin término ni próximo ni lejano. 

Puede parecer una paradoja pero nada más lejos de ello, pues precisamente nuestras prisas y afanes de andar corriendo por todo se debe a un intento de asegurar el recorrido más largo posible a este viaje esencial. Como si fuese posible invertir los términos de un contrato de cláusula desconocidas de ante mano, formalizado tácitamente por la vida sin contar con nuestra aprobación ni opinión sobre la duración y contenido del mismo, que sólo conoceremos en el instante de entregarnos el finiquito con la consiguiente liquidación de haberes, deberes y obligaciones, puesto que derechos, lo que se dice derechos, eso sólo es para unos pocos que de entrada ya lo tienen todo o lo adquieren a costa del resto y sin pararse en barras ni contemplaciones metafísicas o hasta cierto punto morales; y no me refiero al concepto de moral que defiende la burguesía más acomodada, sino a otra idea que tiende más a la libertad plena sin causar mal ni daño al prójimo ni coartar sus deseos o preferencias de vida y conducta personal poniendo un exquisito respeto por las individualidades y diferencias ajenas

viernes, 18 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Está despuntando el día y la primavera ya se asoma a nuestras vidas otra vez. Sobre los redondeados montes como senos de hembra, se ve una franja de luz en tonos rosáceos que tiene prisa por ser dorada y tornarse más clara a cada minuto que pasa, para confundirse con el azul del cielo limpio y despejado conque amanece hoy. El agua del mar compite en frescura con el aire, que la peina para estar más hermosa y presentable a nuestros ojos, y permite a su vez que sus riveras se miren en ella, que va cambiando con el tono del cielo que se refleja en su superficie reluciente y tranquila tras la noche sosegada que ha pasado con la luna y las estrellas. Pronto el sol lucirá en plenitud y calentará el día y hará que la mar se vista de azul fuerte, dejando el matiz algo grisáceo y blanquecino que tiene ahora. 

El tren avanza y nos acompaña durante casi todo el trayecto esta preciosa ría que baña esta arcaica tierra de piedras grises y recias entre miles de verdes que suavizan la dureza de su entraña. Vamos bordeándola despacio, o al menos a mi parece que no corremos demasías aunque ahora todo sean prisas, y a cada paso o tramo de vía se aclara más este día que ya es casi de primavera. Pero dentro del vagón no escucho los pájaros que seguramente saluden la mañana, ni huelo las flores que veo en el campo; y siento que voy solo, aunque haya más gente en este tren que me lleva sin ruido ni tirones bruscos. También creo que, con el tren que va a detenerse en una de sus paradas, mi ser y mi vida se relentizan de igual forma, mas sólo es una falsa impresión, pues al arrancar de nuevo se acelera mi pulso y veo el agua del mar con más brillo que antes de habernos detenido. Será acaso que ya está influyendo en mi sangre la primavera?. O solamente es producto de no haber despertado del todo hasta sentir el leve tirón del tren al arrancar otra vez?. Puede que se esto sólo, pero ahora quiero pensar que mi alma y mi cuerpo sentirán por siempre que llega la primavera y notaré su influjo en mis venas y hormonas, al menos mientras mi tren siga su marcha hasta la estación término de mi viaje 

jueves, 17 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Parece absurdo pretender dominar el mundo cuando no podemos con las fuerzas que se desencadenan en el interior de la tierra y mucho menos con la inercia del universo, que nos acoquina en cuanto nos paramos a pensar lo poco que somos dentro de su inmensa e infinita grandeza. La naturaleza, con más severidad y frecuencia de la esperada, nos sacude y tira de las orejas recordándonos que no somos nadie y ante ella valemos menos que una boñiga seca. Y vemos los efectos de esa madre tan bella y generosa, pero a veces cabreada, que nos vapulea y zarandea como quiere y sin piedad mata y destroza cuanto le sale al paso o encuentra por medio en su delirio de destrucción. Si ni siquiera una potencia económica, con una ciudadanía cívica y disciplinada, supuestamente preparada para tales eventualidades ha podido reaccionar y evitar el desastre, yo me hago cruces temiendo lo que pasaría y de hecho ocurre cuando le toca a otros países sufrir las consecuencias de la ira desatada de los elementos.

Me tiembla el alma al ver tales escenas de trágicas consecuencias y quiero imaginar el dolor y la frustración de un pueblo brutalmente herido y castigado por la enérgica convulsión de esta esfera que llamamos tierra y sobre la que levantamos los pies del suelo y perdiendo la noción de nuestra propia realidad solemos creernos alguien. Y solamente somos unos mamíferos más erguidos que los monos, más sobrados de vanidad que los pavos reales y con menos paciencia para aguantarnos unos a otros que una avispa dentro de un avispero que no es el suyo. Y al ver la tragedia ajena temblamos y querríamos proteger y evitarles males a esas víctimas infelices que lo pierden todo, pero qué pronto se nos olvidan sus pesares en cuanto pasan unos días y la vida nos vuelve a meter en su rueda incesante de nuevos acontecimientos, sean faustos o infastuos de otra vez, que casi es lo corriente. 

Pero quizás sea así la verdadera condición humana y se defienda acorazando los sentimientos contra las penas, simplemente para poder sobrellevar la carga diaria de la existencia en si misma. Aunque, de todos modos, a mí me gustaría que esa preocupación por lo ajeno durase algo más de lo que la noticia ocupa la cabecera de los diarios informativos, que nos la meten por lo ojos a pesar de que los tengamos cerrados

martes, 15 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Cae la tarde y en la plaza, hasta unos momentos antes animadas con gente variopinta, queda el silencio y la soledad de las farolas, que, sin importarles su abandono, alumbran el espacio urbano como si de ese modo alargasen de una manera forzada la duración del día. Estoy sentado bajo un soportal de la antigua plaza principal de la ciudad, ahora reducida a un lugar pintoresco muy frecuentado por transeúntes habituales del casco viejo y también por turistas de pantalón corto aunque llueva o todavía estemos en invierno. Viajar en un crucero implica ir vestido con ropas ligeras y cómodas, apropiadas para el verano, y da igual el clima o la época del año en que arriben al puerto, porque ellos se ponen las bermudas y la camisa de manga corta o camiseta de colores estridentes y que salga el sol por donde quiera o cuando le dé la gana, pues a ellos les da igual. 

Ahora, sobre el pavimento pétreo de la plaza, sólo queda el rumor de los pasos andados a lo largo de la jornada; y la humedad y el aire desabrido del final de una tarde lluviosa, no animó a casi nadie a tomarse algo en las mesas de las terrazas, atiborradas normalmente de gente cuando la temperatura favorece a ello. Yo me animé a tomar en solitario una cerveza y ver lo melancólica y bella que está este ágora mojada y sin gente, pero que sobre ella vuela el recuerdo de hechos corrientes y domésticos a los que sirvió de escenario y también gestas históricas ya pasadas, pero nunca olvidadas por los ciudadanos de esta vieja e industriosa urbe, en la que vivieron marinos ilustres, que jalonaron su paso por el mundo con memorables hazañas, allén de los mares, y otros extranjeros, que estando de paso alternaban su afición a la mar con el arte de la música o la maestría para escribir relatos de aventuras en un universo submarino. 

Pero quizás para esta pisada plaza sean más añorados los esforzados marineros que salían a pescar y ganarse el sustento dejando a sus laboriosas mujeres al cargo de la casa y la prole, además de trabajar en la industria, o en lo que fuere, mientras la humedad no torciese demasiado sus huesos. Ahora los que pasean por la plaza ya no son como aquellos, pero tampoco se diferencian tanto y no por ello dejan de vivir sus problemas con fatigas que mitigan charlando y bebiendo entre amigos en esta plaza cuadrada rodeada de soportales de gastado granito        

domingo, 13 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Esto es como un mercado. Y con ello quiero decir que la vida es un gran mercado donde todo se compra y se vende. Y no sólo voluntades sino seres; y entre las criaturas terrestres quizás sea el hombre; y al decir hombre me refiero a la especie en general, pues creo que no es necesario en este caso esa manía que ahora impera, al menos en mi país, en separar los dos sexos como si al no mencionar a la mujeres explícitamente no se contase con ellas o se las menospreciase por ello. Pues bien, yo no sólo cuanto con ellas en esto, sino que me parece que algunas tienen mucho que ver en eso de la compraventa. Pero siguiendo con la reflexión y no yéndome por las ramas, diré que en el mercado hay gentes que gastan lo justo, otros, los menos, despilfarran incluso y adquieren más de lo necesario o sus ojos y sus apetitos se van a lo superfluo y lujoso. 


Pero en el mercado también suele haber indigentes que piden limosna a sus puertas y extienden la mano pidiendo caridad a los que entran todavía sin nada, o salen más o menos cargados con vituallas varias. Y en el mundo real también los hay que lo tienen todo y hasta más de lo razonable, que si bien son pocos, es curioso que en una época de crisis global, como la que atraviesan casi todos los países, no sólo hayan acrecentado sus fortunas descaradamente, sino que el numero de cresos sea mayor que antes de la caída económica del sistema financiero. Y no al lado de éstos, porque no se mezclan con el resto, existen otros que viven con medios suficientes, si saben estirarlos, y la mayoría andan justos de recursos y se las arreglan malamente para llegar a fin de mes. Pero, ademas, una ingente cantidad de individuos, que parecen no tener nombre ni identidad concreta para los poderosos que mueven el mundo y manejan sus resortes de poder y riqueza, pasan los días tristes de una vida miserable sin nada. Y al decir nada, digo en la más absoluta miseria. Y tan pobres son que ni piden limosna como mendigos a la entrada del mercado. Simplemente se mueren de inanición o por las múltiples enfermedades y catástrofes, que, para colmo, se afana la naturaleza en mandarles, como confabulada con esos otros, que no sólo tienen más de lo imaginable por una mente corriente, sino que les sobra de todo menos la caridad, la ecuanimidad y la consideración con el resto de los humanos.


Y aquí vuelvo a significar que con humanos quiero mencionar a toda la especie aunque no distinga el femenino del masculino. Me parece redundante escribir dos palabras que significan lo mismo, pero que solamente se diferencian por una letra, concretamente una vocal, que, parece ser que marca la diferencia entre tener o no tener un pito colgando entre las piernas. Puesto que mayor diferencia entre ambos sexos no la veo, ni creo que la haya desde mi punto de vista, a no ser las propias derivadas de una fisonomía y estructura muscular frecuentemente más desarrollada en un macho que en una hembra. Pero eso también ocurre en otras especies de mamíferos y, que yo sepa, no se pelean por eso precisamente. Conviven y cumplen con los rituales que les marcan las leyes naturales y sus instintos respecto al apareamiento y otros necesidades biológicas y de supervivencia. Mas cada cual asume su papel en pro de la especie sin desprecios ni abusos ni contratos leoninos que ponen a uno bajo la potestad soberana del otro y a su merced para lo que quiera mandar o hacer con ella; pues entre los humanos ellas han sido siempre las perdedoras en el conflicto sexual y en eso de atender a la propagación y cuidado de la progenie.


Y como en el mercado, las féminas también fueron y todavía son objeto de trato y compraventa, sino por unas monedas o animales domésticos, lo serán para incrementar el poder o influencia de las familias o prosperar socialmente. Y como si fuesen mercancías, cuanto más bonitas son mayor será el precio. Aunque eso no quita para que con algunos machos se haga lo mismo actualmente y antes también. Un buen ejemplar siempre alcanzará un considerable valor en toda feria o mercado, ya sea como semental o como adorno y juguete de otro más rico y caprichoso, sea hombre también, o mujer con gustos exquisitos y refinado sentido del placer, a la que le guste simplemente poseer o dominar además a un buen macho que le sirva de objeto sexual para sus ansias eróticas, siempre que le obedezca como un cordero, pero sin llegar a ser un cabrito castrado y sin redaños para cumplir su misión de garañón sumiso, pero eficiente

jueves, 10 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Así como avanza el tren esta mañana, el día se despierta en tonos de suave luz todavía mortecina, pero que ya promete un cielo despejado y de un refulgente azul celeste. La gente, a estas horas, tiene en los ojos y en la cara un rictus adormilado, que se va despejando al tiempo que lee las noticias del día, pues como ya es costumbre no nos sorprenden en absoluto pero nos dejan estupefactos y sin entender casi nunca las cosas de la política. Lo que a casi todos nos parecería una coherente actuación, lógica y normal, para ellos, los políticos, no debe ser así y sus palabras y decisiones en asuntos tremendamente graves para todos, parecen salir de la boca de seres extraterrestres. Pero volviendo al mundo real y sencillo de lo cotidiano, podemos ver en el tren que otros, que suelen ser todavía bastante jóvenes, el tiempo de cama les pareció corto y dormitan recostando la cabeza recién peinada, con gomina o sin apelmazar ni reprimir el movimiento a sus cabellos, en el respaldo del sillón, hasta que el revisor les pida que le muestren el billete y se lo pique. Ya se puso en marcha el convoy y bordeamos la parte interior de la ría, que también amanece y se desperezan las aguas marinas con el incesante coleto de miles de peces y la lenta agitación de los crustáceos en su interior. Y dentro de mí también habitan sensaciones y sentimientos que no cesan de dar coletazos queriendo aflorar, o se balancean cadenciosos al ritmo del recuerdo que todavía perdura y alimenta la añoranza del pasado, sin impedir por ello que vea un presente cargado de emociones y promesas todavía. Todos somos lo que fuimos, porque aunque cambiemos mucho, siempre llevaremos gravado algo de ese mundo del que venimos; y no sin esfuerzo quizás logremos superarlo. Pero, además, ya somos en parte lo que seremos o deseamos ser, pues nuestra voluntad se adelanta a los hechos y nos martillea el cerebro soñando con ese porvenir que esperamos alcanzar. Y como el tren, vamos parando en las estaciones, que son la etapas que vivimos, para dejar pasajeros y recoger otros nuevos, en forma de ilusiones o proyectos que desgranamos unas veces despacio y otras con demasiada precipitación, que no suelen salir como imaginamos por acelerarnos sin meditar del todo las consecuencias. Mi tren arranca otra vez y va cogiendo marcha para llegar a la estación final del recorrido. Espero poder decir que el viaje ha sido por lo menos tranquilo y sin sobresaltos desagradables, ya que no me venturo a pedir que sea feliz


domingo, 6 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Unas palmeras recién plantadas, que todavía lucen un incipiente penacho recortado, de lo que después serán las palmas que formen su melena y que merecerá el viento marino o las azotará el vendaval cuando en invierno amenace la galerna, le dan al antiguo muelle de la estación de ría un aire entre caribeño y mediterráneo, que pudiera parecer impropio de esta ría gallega que vi en cuanto mis ojos se acostumbraron a la luz y lograron distinguir las imágenes que procesaba mi cerebro aún por estrenar. Sin embargo, desde que tengo uso de razón, si es que alguna vez llegaré a tener razón en algo, recuerdo ver en mi ciudad grandes palmeras en sus plazas y jardines. El naranjo, el camelio y este árbol exótico de tierras cálidas y tropicales y más típico de un oasis africano que de una tierra extremadamente verde y húmeda, convive con nosotros desde antiguo, pues los nobles de antaño, que dominaron esta bendita y sufrida tierra gallega, más con puño de hierro que con atención al bienestar y prosperidad de sus gentes, consideraron que para distinguir sus lares de los hogares humildes y los solares eclesiásticos de las parroquias, las palmeras, como penachos heráldicos de su noble grandeza y poderío, señalarían a todos que aquella mansión en cuyo jardín crecían era la de un gran señor con blasones y antepasados más o menos gloriosos. Y poco a poco se fue identificando a la palmera con la nobleza; dicen algunos que siguiendo una ancestral costumbre celta por la que este pueblo solía representar mediante árboles la condición y naturaleza del lugar donde estaban plantados. Así, por ejemplo, a la parroquia se la asoció con el olivo. Y en mi ciudad hay uno enorme y cercado por una verja de hierro trabajado, en la que se ve el escudo de la ciudad. El cual lleva plasmado a la vera de un castillo dicho árbol como su símbolo característico. Y parece ser que es debido a que antaño, en la parroquia de Santa María, había un olivo descomunal y se tomó ese vegetal tan desarrollado como definitorio de la urbe de origen espaco, a la que se le llama literariamente y cuando los políticos tratan de darle jabón, la ciudad olívica. Y aunque ahora hay más olivos embelleciendo las aceras y alternando con los sempiternos camelios y naranjos y otras florecillas y plantas varias, yo, a falta de las antiguas, muy altas y frondosas, que vi en mi niñez y juventud y fueron trasladadas de lugar hace ya algunos años, me quedo con estas palmeras que todavía son una mera promesa de bellos y apabullantes árboles traídos de otras tierras lejanas, que me hacen recordar el calor de la sangre del tórrido Caribe o de un sueño alucinante en un refrescante paraíso irreal, pero verídico

viernes, 4 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

A veces me gustaría partir el día en dos mitades y no tomando como medio de la jornada el mediodía sino esa otra hora bruja en que se alargan las sombras y todo se torna de un color macilento para dar paso a la oscuridad de la noche. Las sombras, el silencio, la soledad incluso puede ser hermosa cuando tu ánimo está tranquilo. Cuando ya pasó el trajín diario y sólo queda el sosiego del crepúsculo, previo a la oscuridad y a la complicidad del resplandor de la luna sobre un suelo que se ilumina con una franja brillante que incita a caminar por esa vía que forzosamente te ha de llevar a una zona plateada del universo. Te invaden las ganas de no hacer esfuerzo alguno que no sea para gozar la pasión de un amor sin freno. Para elevarte en el seno de un pecho terso y suave o fuerte y sudoroso, pero lleno de deseo y abrasado por el fuego de un ansia vital de ser correspondido en su afán de lujuria. Esa hora del día es la mía y mi alma revive y se abre para captar y saciarse del mínimo resquicio que pueda darle la oportunidad de sentir que el mundo se achica y pierden importancia las cosas que fueran transcendentes momentos antes; y que ahora sólo resultan insignificantes a nuestra vista alterada por el efecto mágico de las estrellas. Y la luna. La luna, con su frialdad calculada, puede ser la culpable de muertas noches más calientes y disparatadas en las que la mente se obnubila y uno pierde el sentido de la realidad inmediata para trasladarse al edén prometido por cuantos han querido ofreceremos el aliciente de otra existencia mejor y más sugestiva que de la que arrastramos diariamente mientras luce el sol y no hay otra sombra que la proyectada por nosotros mismos sobre la tierra, que en ocasiones penosamente pisamos

martes, 1 de marzo de 2011

Reflexiones del barón

Si decimos que renace el día no es del todo cierto, pues un nuevo día es lo que nace con cada amanecer. El sol sale y trae consigo una jornada única e irrepetible, distinta y diferente a todas las anteriores que hayamos vivido o las que puedan venir después. Nosotros nos renovamos también al despertar y emprendemos otra aventura que iniciamos animados o sin apenas ganas de levantarnos para enfrentarnos a lo que nos deparará la vida ese día virgen todavía y a veces sin expectativa alguna que nos motive para realizar el esfuerzo de iniciarla. Pero sacamos los pies de la cama y los ponemos en el suelo; y con un ligero impulso, o un penoso trabajo, eso depende del estado físico y mental de cada uno, nos incorporamos a la rutina diaria o partimos hacia algo ignoto y atrayente en si mismo, como si fuésemos aventureros a punto de conquistar la cima de una elevada cumbre imaginaria. Y verdaderamente todo es posible y puede ocurrir que inesperadamente el día se torne de aburrido y tedioso en alegre o fantástico y nos asombre gratamente con una sorpresa impensable poco tiempo atrás. También puede traernos tragedia, pero eso es mejor ni mentarlo. No en vano en mi tierra se dice con respecto a las brujas, o bruxas, que habelas hailas e o caso e dar con ellas e e meyor deixalas a o seu aire. Se dice sobre todo de las meigas, que son una categoría de brujas tirando a hechiceras que no suelen ser malévolas, sino traviesas y juguetonas con sus hechizos y encantamientos; y además son curanderas y componedoras de virgos rotos indebidamente. Y no es que forzosamente haya siempre un roto para un descosido, pero un virgo deteriorado se cose y se arregla y no pasa nada. Eso si ahora todavía le importa a alguien eso de mantener el virgo intacto. Puesto que hoy en día toda clase de virgo, femenino o masculino, está mejor roto que recosido. O al menos eso es lo que yo pienso sobre toda componenda o apaño sea de virgos o de otra cuestión cualquiera ya jodida