lunes, 20 de diciembre de 2010

Reflexiones del barón


Sin amor, quizás el mundo no sería posible. Pero sin sexo, resultaría insufrible. Y por más que los poetas de todos los tiempos hayan cantado al amor limpio e inocente, en la trastienda del pensamiento humano, desde siempre, estaba el sexo puro y duro. Y de nada sirvió ni vale que las corrientes dominantes en las generaciones que poblaron y ocupan la tierra digan otras cosas. Ni tampoco lo que predican quienes proclaman las virtudes de esas creencias religiosas, adecuadas indefectiblemente al poder establecido, logran acabar con el gusto erótico. Y aunque hayan degradado o vituperen y hasta demonizado y condenen las prácticas sexuales de todo tipo y especie, primando el contrato formal de una pareja mixta, en cuanto al sexo y no respecto al estrato social de procedencia o raza, que tampoco incluye forzosamente el sentimiento amoroso en la pareja, de puertas adentro y sin mucho recato en muchas ocasiones, los humanos han gozado el sexo por el sexo entre mujeres y hombres, mujeres solas sin precisar ningún pene erecto ni testículos, y bastantes hombres entre ellos, sin vaginas ni mamas exuberantes, pero buscando un órgano viril lo más grande posible para darse gusto en el recto o un ano jugoso y apretado para usarlo a modo de coño casi fresco. Y ha sido así, lo es y lo será siempre en contra de lo que otros quieran o les guste. Pero el amor existe para salvar al mundo, ya sea con o sin sexo. Aunque sin sexo creo que pronto se muere. Y el acto sexual sin amor, dura lo que dure el calentón, pero puede saber muy rico

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