lunes, 1 de noviembre de 2010

Reflexiones del barón

El cristal se rompe en mil colores al chocar la luz contra sus prismas, lo mismo que un cuerpo humano al golpearlo su amante. Porque, como el cristal, se deshace en múltiples reflejos y destellos fugaces. Y también lo atraviesa como un rayo la carne del otro ser que entra y vuelve claridad lo que antes era oscuro. Uno mira y el otro tiembla y se enerva. Y al tocarse se agitan, sudan, trasmiten sensaciones que llegan a confundirse y estallan de pasión al unirse para fundirse en uno. Entonces el que recibe al otro, respira por la boca del que ya tiene dentro y ve por sus ojos y late con su corazón y sólo desea ser un instrumento para realizarse quien lo posee y que goce de ese cuerpo que se entrega y se rinde a su voluntad y capricho. Puede que ame en mayor medida quien más se entrega. Pero el que más da es quien más posee al que ya está rendido. Pero se aman. Y al final no son más que uno, como la luz que al pasar se transformó en mil facetas del mismo cristal   

1 comentario:

  1. Esta reflexión me la inspira unos buenos amigos míos. Y este pensamiento es para ellos

    ResponderEliminar